México D.F. Domingo 24 de agosto de 2003
ENTREVISTA / LETICIA RUIFERNANDEZ,
ARTISTA EN RESISTENCIA
La sonrisa es una forma de resistencia ante la barbarie
LA PINTURA ME SIRVE PARA UBICARME, SENTIR Y PROTESTAR,
EXPLICA
La creadora madrileña trae a México su
rechazo a la globalización, que expresará en Cancún,
y una serie de acuarelas y palabras a la esperanza
MONICA MATEOS-VEGA
El pincel de Leticia Ruifernández (Madrid, 1976)
no busca plasmar la obra de arte más codiciada ni expresar las tormentas
existenciales de la artista o los caprichos de su ego. Es un pincel con
el que cualquiera puede conversar, que se nutre de historias de vida, pero
también que refresca a sus interlocutores, pues traza rutas de complicidad
y resistencia.
La
joven creadora se encuentra en México con dos libros bajo el brazo:
el primero se titula Voladitos y chuncheretes. Otras pinturas, palabras
y esperanzas cosechadas en Centroamérica y México (edición
de autor); el otro es un cuaderno de viaje que recién ha comenzado
a llenar con las imágenes de las cosas y las personas con las que
ha intercambiado vivencias en la ciudad de México, el cual espera
completar con su visita a Chiapas y a Cancún (donde se celebrará,
en septiembre, la cumbre ministerial de la Organización Mundial
de Comercio).
Con sus acuarelas y un férreo compromiso social,
el cual asume como ''forma de resistencia contra la barbarie'', Leticia
va por el mundo con una certeza que descubrió en América:
''Para mí la pintura es una forma de estar en el mundo, de ubicarme,
de sentirme parte de lo que tengo enfrente; es la herramienta con la que
soy capaz de encajar, de ubicarme y de asimilar; de sentir y protestar".
En entrevista con La Jornada explica que hasta
antes de los años 70 los artistas estaban muy comprometidos política
y socialmente: ''entendían que su trabajo debía tener un
sentido más allá de sí, pero me da la impresión
de que a partir de esa década hay una escisión absoluta,
y los propios críticos de arte consideran que las piezas que tienen
un carácter social están pasadas de moda, que no interesan,
y las apartan. Las llaman rojas o comunistas".
No obstante, Leticia afirma que no sólo los artistas
deben tomar una postura frente a la realidad que tienen enfrente, ''todos
deberíamos ser capaces de ponernos en la piel del otro, porque es
cuando se encuentra el sentido de la vida, y es también la única
manera de vivir dignamente.
''Cuando llegué a América Latina fue cuando
tomé una posición. Voladitos y chuncheretes refleja
la historia que surgió de la experiencia que tuve el año
pasado durante una estancia en Centroamerica y México; muestra mi
proceso de entender la realidad que estaba viviendo, pues aunque ya sabía
de la injusticia, no fue sino hasta que vi niños descalzos caminando
en el Metro de la ciudad de México cuando la pude entender. Fue
demasiado brutal. O ver la desesperación de la madre que no tiene
nada que darle al hijo, mientras pasaban a su lado carros con vidrios polarizados,
con guardias armados.
''Fue conocer una tierra rica, con tanta potencialidad
y posibilidades de desarrollo, pero con tanto futuro negado a toda esa
gente. Es tremendamente doloroso enfrentarse a ello, por mucho que una
lo haya visto y leído.
''Por eso, a la hora de pintar, con mi cuaderno y las
acuarelas, me siento en cualquier sitio, platico con la personas, con todo
lo que veo, y entonces es como si lo que tuviera enfrente lo fuera filtrando
a través del corazón, y el dibujo surge de la experiencia
que estoy compartiendo en ese momento con alguien.
''Estos viajes por San Salvador, Guatemala, Comitán,
San Cristóbal de las Casas y Oaxaca han sido como ir encontrando
formas de resistencia, a pesar del dolor, el horror y lo difícil
de la situación. Porque una sonrisa es una forma de resistencia
frente a la barbarie, o una historia de vida. Y los dibujos o las frases
que he encontrado en el camino y que reproduzco en el libro son resquicios
por donde se filtra la cultura de estos pueblos.''
La pintora considera que las personas que no logran comprometerse
con quienes padecen injusticias ''les falta valor para enfrentarse a la
realidad, para asumirla con todo y los riesgos que implica querer transformarla.
Es como si no quisieran quitarse el pañuelo de los ojos y mirar
al otro lado del espejo, o no quisieran ponerse en los pies del otro, o
no quisieran mirar, porque les da pánico lo que van a encontrar
al otro lado: la destrucción absoluta de su falsa concepción
del mundo e, inclusive, de su fatua vida''.
Pero
más que ''capturar'' escenas y rostros, a Leticia le entusiasma
dar. Cuando habla de la alegría que sus retratos causan en sus improvisados
modelos, sus ojos brillan: ''conocí a personas que probablemente
era la primera vez en su vida que veían una pintura. Y me encanta
que ellos posen con gran dignidad, conscientes de la importancia que tienen
sus vidas, sin diferencias entre ellos y yo. Se establecía una forma
de comunicación muy profunda, porque de inmediato percibían
que yo no iba a quitarles nada, sino a darles, más bien a confirmarles
que su presencia y su estar en el mundo es tan importante como el de cualquier
otro''.
No obstante, a Leticia no le gusta utilizar la palabra
solidaridad cuando se refiere a su oficio, pues en esta época se
trata de un término "que vende, que se ha vuelto mercancía.
Por eso me desligo totalmente de eso, pues sería como conferirle
un sentido utilitario al arte. Y en este caso, de lo único que se
trata es de acercar a las personas. El arte, en particular la pintura,
produce ese tipo de milagros."
Existen dos libros anteriores de Leticia Ruifernández
que también se basan en sus viajes: Tlalticpac toquitchin tiez
(que significa en náhuatl ''la tierra será como los hombres
y las mujeres sean''), el cual se derivó de su viaje a diversas
comunidades de El Salvador, luego de que este país fue sacudido
por fuertes sismos; las acuarelas que conforman este volumen fueron parte
de una exposición que se presentó en aquel país centroamericano
y en Madrid, España.
Su primer libro de arte se titula Si vive o si recuerda,
una edición numerada que preparó la galería Sen de
Madrid, que incluye siete textos y siete pinturas que tratan sobre el modo
de vivir el presente en las antiguas ciudades griegas y romanas.
Cuando Ruifernández concluya su periplo por México,
regresará a Madrid, a continuar con un proceso de resistencia
creativa, ''porque lo que importa es acercar las orillas, sentir que
la globalización no tiene que ver sólo con cuestiones económicas
y políticas, sino con tener conciencia de que estamos compartiendo
el mismo espacio y por eso más vale querernos y cuidarnos".
Voladitos y chuncheretes. Otras pinturas, palabras
y esperanzas cosechadas en Centroamerica y México se puede adquirir
en www.nodo50.org/voladitos.
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