295 ° DOMINGO 24 DE AGOSTO  DE 2003
¿Qué demonios pueden hacer hoy los intelectuales?
Los irrelevantes
libres

NAOMI KLEIN*

Tras seis meses en Argentina, la periodista Naomi Klein regresó a su natal Canadá. Poco antes, participó en la Semana Cultural de Brukman (una fábrica tomada por las obreras).
Ahí dijo: "La idea de que los llamados intelectuales y los periodistas estamos en posición de ofrecer teorías sobre cómo la clase obrera debería luchar y organizarse, es responsable de mucho de lo que hoy resulta disfuncional en la izquierda.
"¿Qué papel le toca al intelectual? No mucho. Podemos empezar admitiendo que nos hemos vuelto irrelevantes. Una vez asumida nuestra irrelevancia, quedamos libres para preguntarnos cómo podemos volvernos importantes"

Buenos Aires, Argentina.– Estoy muy feliz de estar aquí esta noche, apoyando a los obreros de Brukman, y quiero felicitar a los organizadores de la Semana Cultural.

Sin embargo, no hablaré sobre el tema previsto. Y no lo haré, porque discrepo completamente con la idea del mismo.

La idea de una mesa en la que los llamados intelectuales y periodistas estaríamos ofreciendo nuestras teorías sobre cómo la clase obrera debería luchar y organizarse, es una idea responsable de mucho de lo que hoy resulta disfuncional en la izquierda.

Si hay una cosa que tenemos que aprender de las asombrosas mujeres de Brukman, es que la clase obrera ya sabe cómo luchar y organizarse. En la Argentina y alrededor del mundo, la acción directa –eficaz, creativa y original– va muy por delante de las teorías intelectuales de la izquierda.

Una y otra vez, las personas comunes que no se identifican a sí mismas como activistas o como izquierdistas, están llevando a cabo acciones que no comienzan con la teoría, sino con la necesidad.

La necesidad de conservar el trabajo.

La necesidad de comer.

La necesidad de tener agua limpia.

La necesidad de cuidar el hogar.

Primero viene la acción –la ocupación, el piquete, la asamblea. Y después surgen la teoría y la estrategia política.

Entonces, ¿qué papel le toca al intelectual, al que se identifica a sí mismo como activista, en este proceso? En verdad, no mucho.

Y es por eso que tantos teóricos corren atropelladamente para mantenerse cerca de la acción que ocurre en las calles y en las fábricas, hilando teorías posteriores a los hechos para demostrar que aún somos relevantes.

El problema es que las teorías a menudo están equivocadas.

A veces estos esfuerzos intelectuales por imponer significados y estructuras son demasiado dogmáticos y rígidos, imponiendo un lenguaje muerto y alienado a movimientos que son vibrantes y vitales. En la situación de una fábrica donde un grupo de personas deciden conservar sus empleos y trabajar con dignidad, estos intelectuales alucinan imaginando una célula pre-revolucionaria que está construyendo poder para tomar el Estado.

Otras veces estos esfuerzos por teorizar son demasiado románticos, y ven utopías anarquistas o autónomas, donde lo que hay es una realidad compleja y confusa.

Estas son ideologías diferentes, pero ambas estructuras –la dogmática y la romántica– pueden tener el mismo efecto deshumanizante. Los principales protagonistas –los verdaderos innovadores– frecuentemente no pueden reconocerse a sí mismos en la espesura de esas teorías.

Según mi experiencia, los lugares donde los movimientos sociales son más fuertes –y están conquistando las victorias más concretas– son aquellos donde tienen la menor pureza intelectual.

Nosotros pasamos mucho tiempo en Neuquén, con los obreros de Zanon [una fábrica de cerámica que fue tomada] y los del MTD [Movimiento de Trabajadores Desocupados] y lo que más me impactó fue la mezcla: la moribunda y vieja escuela trotskista con los autonomistas más jóvenes, los partidos con los movimientos sociales. Las fronteras entre estos territorios no están, por suerte, muy patrulladas.

Vimos algo muy extraño: personas que piensan juntas, comprometiéndose y transformándose unos a otros, contaminándose unos a otros, trabajando de acuerdo a un sencillo principio: si funciona, hagámoslo.

Puentes, técnicos y escudos
Entonces, en lugar de hablar acerca de lo que la clase trabajadora debería hacer, hablemos acerca del papel y la responsabilidad de los intelectuales y los activistas, en este nuevo paisaje.

Podemos empezar admitiendo que nos hemos vuelto irrelevantes. Que la teoría no está influenciando a la acción, pero la acción sí está influyendo sobre la teoría.

Una vez asumida nuestra irrelevancia, quedamos libres para preguntarnos cómo podemos volvernos importantes. Hay muchas respuestas a esa pregunta pero yo quiero ofrecer tres.

1) Podemos ser mejores puentes, uniendo a movimientos que estén aislados entre sí. Si tenemos acceso fácil a información sobre los movimientos sociales, podemos compartirla de modo que los movimientos puedan inspirarse unos a otros, y construir aprovechando las conquistas y experiencias de cada uno de ellos.

Mi sueño para Brukman, cuando los obreros vuelvan a la fábrica –y lo harán– sería organizar intercambios entre las obreras de Brukman y las trabajadoras de las maquiladoras mexicanas y las de los talleres de Indonesia.

Imaginen si las jóvenes que arriesgan sus trabajos para crear sindicatos en las zonas de libre comercio –que son despedidas por ir al baño o por quedar embarazadas– pudieran ver cómo trabajan las mujeres en Brukman.

Podemos construir puentes como ese, podemos ser mejores transmisores de información, en lugar de ser expertos.

2) Podemos proporcionar ayuda práctica, y asistencia concreta a estas luchas, como tanta gente ya lo está haciendo.

En Neuquén, la relación entre la universidad y Zanon no consiste en que los intelectuales estudien a la fábrica. Al contrario, los intelectuales están aplicando sus conocimientos para resolver problemas específicos de la fábrica: desarrollando planes de comercialización; ayudando con diseños; ayudando a crear programas de radio y periódicos.

Esto está pasando a través de todo el movimiento de fábricas ocupadas.

Todos hemos visto cuán poderosas pueden ser esas colaboraciones aquí en Brukman, durante el Maquinazo, durante la Semana Cultural. Pero también hemos visto la situación opuesta.

Una cosa que siempre me golpeó sobre Brukman antes del desalojo, fue que cada partido de izquierda había venido a colgar sus banderas, para tener su logo en la fábrica. Pero nadie pensó en diseñar un nuevo símbolo para la propia empresa. Entonces, no hubo un emblema que dijera: Brukman Bajo Control Obrero. Aquí estaban todos los logos, excepto el de los obreros.

Eso es vergonzoso.

3) La tercera responsabilidad de los llamados intelectuales y activistas es la protección.

Los intelectuales de izquierda solían verse como la vanguardia de los movimientos de la clase obrera. No lo son, pero podemos ser algo mejor: una defensa. Ese fue el sorprendente espíritu que acercó a decenas de miles de nosotros a Brukman después del desalojo.

Una imagen poderosa del conflicto fueron los escudos de plexiglass con fotografías de los trabajadores de Brukman, realizados por un grupo de activistas internacionales.

Los escudos pueden no haber sido lo suficientemente fuertes como para hacer retroceder a la policía, pero el símbolo del escudo es algo que deberíamos seguir construyendo.

No necesitamos sostener escudos, necesitamos SER escudos, escudos humanos, como los activistas en Palestina que se plantan frente a los bulldozers, protegiendo a los hogares para que sus ocupantes puedan resistir.

Entonces, necesitamos preguntarnos cómo podemos ser mejores escudos, y qué más podemos hacer para proteger estos preciosos espacios, para que puedan desarrollar y construir sus conquistas, en lugar de simplemente pelear por su supervivencia.

Esta estrategia defensiva debe ser externa, enfrentando la represión estatal con ayuda legal, presión política y nuestra presencia física.

Y también debe ser interna, resistiendo la cooptación de los movimientos sociales no sólo por los partidos, sino por cualquiera que ande buscando un ejército de seguidores.

Si podemos hacer todo esto: construir mejores puentes; ofrecer ayuda práctica y concreta; enfrentar la represión de afuera y la cooptación de adentro, entonces habremos hecho nuestro trabajo. Que no es contarle a la clase obrera cómo luchar y organizarse, sino aprender cómo hacerlo nosotros mismos.

* Naomi Klein es autora de No Logo y Vallas y Ventanas.

(Este texto fue publicado en www.lavaca.org. Se reproduce con autorización de la escritora.)