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México D.F. Lunes 1 de septiembre de 2003

Acompañado por Los Morales comenzó el concierto con unos versos de Nezahualcóyotl

Chávez, con miles en el Auditorio, por el simple placer de cantar

Interpretó Dios nunca muere, de Vicente Garrido, para homenajear al compositor Con Enrique Neri al piano, César Olguín en el bandoneón y Víctor Flores en el contrabajo dio paso al tango

MARIANA NORANDI ESPECIAL

Por sexto año consecutivo, este sábado Oscar Chávez se presentó en el Auditorio Nacional ante un lleno total. En esta ocasión, el cantante no necesitó la excusa de una nueva producción discográfica para rencontrarse con su público, ofreciendo un concierto en el que el simple placer de escucharlo cantar fue motivo suficiente. A lo largo de tres horas, Chávez realizó un viaje por su extensa discografía, así como por diferentes latitudes musicales latinoamericanas.

Tranquilo, serio, crítico e irónico, este cantante no tiene más que salir al escenario, sentarse en una silla y cantar. En ese momento, se enciende una conexión intrínseca con el público donde su mensaje penetra, de una manera asombrosa, en un ambiente de respeto, admiración y complicidad. Boleros, tangos, huapangos, milongas, corridos, coplas, sones y chamamés, nutridos de su recia voz y espíritu rebelde, encuentran un sentido diferente de existir. Amores apasionados, luchas necesarias y utopías realizables hallan en esos ritmos el soporte perfecto para denunciar el inconformismo popular latinoamericano.

A las ocho de la noche en punto, Chávez salió al escenario acompañado del trío Los Morales. Comenzó el concierto con unos versos del poeta Nezahualcóyotl que dan título a este encuentro: "No acabarán mis flores... no cesarán mis cantos". Mientras el Auditorio se llenaba, el cantante rindió homenaje al compositor Vicente Garrido, recientemente fallecido, quien compuso la letra del vals Dios nunca muere y que Chávez interpretó junto a una foto de Benito Juárez expuesta en las pantallas de video. Acabado este tema, entabló un diálogo con este ex presidente, por medio de una de las canciones mejor recibidas, Benito, y en la que lanza una dura crítica al actual gobierno foxista. "Nos gobiernan curas pederastas y pendejas monjas (...) Benito tú eres la crema y nata, tú eres la pura neta (...)".

Ambiente intimista y meláncolico

Tras este apartado introductorio, Los Morales cedieron el acompañamiento musical al piano de Enrique Neri, el bandoneón de César Olguín y el contrabajo de Víctor Flores.

Estos músicos crearon una atmósfera más intimista y melancólica con canciones como Para Matilde, tango de Astor Piazzola y poesía de Pablo Neruda, La señorita muerte, Milonga triste o Ciudades perdidas, poema argentino que denuncia la pobreza que existe en las ciudades latinoamericanas.

Cuando la gente no dejaba de pedirle a Chávez sus clásicas, salió al escenario José Hinojosa, guitarrista originario de Juchitán, Oaxaca, que acompañó de manera magistral al cantante en La Llorona y en una habanera titulada De Cuba para la Habana.

En el siguiente apartado del encuentro, el cual Oscar Chávez denominó "didáctico", homenajeó a la jarana y al requinto jarocho como instrumentos valiosísimos de nuestra tradición musical. Cantó con el único acompañamiento del requinto jarocho el tema La iguana dándole total protagonismo a las cuatro cuerdas de Héctor Morales de quien dijo: "El que quiera tocar un instrumento así tiene que tocar ocho horas diarias durante cuarenta años". La jarana, interpretada por Julio Morales, fue destacada con la canción guerrerense Arranca zacate y toro dando paso a un descanso de 20 minutos.

Por ti, Sandunga y otras

En la segunda parte del concierto, el cantante apuntó hacia esos temas que la gente siempre quiere oír como Por ti, Sandunga, Macondo, Perdón o Hasta siempre. Cantó, acompañado por los guitarristas argentinos Delfor Sombra y Carlos Porcel de Peralta, canciones como A una paloma, La cautiva, El prisionero o La eterna pregunta, milonga compuesta por el oaxaqueño Oscar Nicolás Zárate.

Ya en la recta final, con el trío Los Morales, Chávez cantó unos sones veracruzanos con décimas de tema político que provocaron risas en el público. El tráfico de influencias, la esposa de Vicente Fox o los viajes presidenciales fueron objeto de parodia de la actual situación política mexicana.

El cantante se despidió de su público con el viejo bolero cubano Qué me importa y finalizó así un concierto de gran calidad, en el que cantó muy bien y en el que los espectadores se retiraron con la sensación de haber disfrutado, una vez más, de la voz de uno de nuestros más grandes compositores y rescatadores de la música tradicional mexicana.

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