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México D.F. Jueves 4 de septiembre de 2003

La grabación, rescatada por Guillermo Ravest, es parte del concierto homenaje

Se escucharán hoy en el Auditorio las últimas palabras de Allende al pueblo en su propia voz

ARTURO CRUZ BARCENAS

El chileno Guillermo Ravest Santis rescató, con el apoyo de dos amigos, colaboradores, camaradas, cuatro minutos de historia sonora: las últimas palabras del presidente Salvador Allende dirigidas a su pueblo, la mañana del 11 de septiembre de 1973. Ravest fungía como director de Radio Magallanes, medio que apoyaba al gobierno de la Unidad Popular. Ese legado será escuchado hoy, en el concierto de los grupos andinos Illapu, Inti-Illimani y Quilapayún, en el Auditorio Nacional.

En entrevista, Ravest, quien vive en Texcoco, estado de México, relató los hechos que considera, con modestia, "un deber". Es un periodista jubilado -en México laboró en el diario unomásuno- que dice haber llegado a este país por decisión propia, luego de estar exiliado en Alemania y la URSS. "Sigo siendo chileno", precisó.

"Estaba al frente de Radio Magallanes el día del golpe, que empezó a las cinco de la mañana, cuando los militares ocuparon Valparaíso. A esa hora despertaron a Salvador Allende para informarle lo que ocurría. Partió a La Moneda alrededor de las siete de la mañana. A mí me despertaron a las seis, más o menos.

"Llegué a la estación hasta las siete, porque había muchos militares desplegados que controlaban el movimiento de los coches. A eso de las ocho comenzó la transmisión de todas las radios opositoras, de derecha, al régimen de Allende, en la que destacaba, en la cadena de las fuerzas armadas, la radiodifusora de los latifundistas: Radio Sociedad Nacional de Agricultura. Esa mañana, desde la madrugada, habían allanado y destruido varias radios proclives o partidarias del gobierno de la Unidad Popular: la de la Universidad Técnica del Estado, la de la Universidad de Chile, la vocera de la Central Unica de Trabajadores, entre otras."

Quedaban pocas emisoras del lado del gobierno en el aire. "Allende hizo tres intervenciones breves anunciando lo que sucedía en Valparaíso, pidiendo que la gente estuviera atenta en sus puestos de trabajo. Se comunicó desde Radio Corporación, que era propiedad del Partido Socialista.

"Teníamos un sistema acordado con anterioridad, porque esto del golpe de Estado ya se oía desde hacía tiempo. De hecho, no cesó ese rumor desde que Allende subió al poder. Todo eso ya es sabido por todos los informes de la CIA. Nos acoplamos a la transmisión de Radio Corporación en un sistema que llamamos La Voz de la Patria."

Hace un recuento:

"8:30: Como ya sabíamos que el golpe podía darse, distribuimos un equipo de refuerzo por si los militares allanaban nuestras oficinas.

"9:00: Las radios de derecha informaban del golpe, a su manera. Los mandos militares amenazaban que las radios que no se sumaran iban a ser bombardeadas. Seguimos transmitiendo.

"Los militares dañaron la antena de Radio Portales y allanaron los equipos de Radio Corporación. Quedamos solos en el aire. Fuimos los únicos partidarios de Allende que quedamos en el aire.

"9:20: Manteníamos una comunicación con el Palacio de La Moneda.

"9:30: Un aparato de manivela, que llamábamos 'la plancha'. Contesté. Era Allende. Su voz era inconfundible, además de que yo participé en sus cuatro campañas electorales. Preguntó el presidente quechilegolpe quién hablaba. Le dije que Ravest Santis. Me dijo: compañero, necesito que me saque al aire inmediatamente. Le pedí que me diera un minuto, para poder ordenar al radiocontrolador. Me advirtió que no, que no había ni un minuto que perder. Le grité al radiocontrolador, Amado Felipe, quien se suicidó al año del golpe. Había quedado absolutamente cesante.

"Amado puso una cinta. Grité al jefe de prensa, Leonardo Cáceres, para que anunciara a Allende por el micrófono. La petición de Allende fue cumplida con celeridad. Nuestra radio estaba ubicada en pleno centro, en Santiago, a cinco cuadras de La Moneda, en línea recta. No era muy lejos, pero no la veíamos. Además, hacía dos horas que estaban atacando La Moneda con los cañones de los tanques y con fuego de aviones. Le dije a Allende: compañero, cuento tres y usted parte. Así fue y comenzó a hablar. Amado Felipe había puesto los primeros himnos de la canción nacional. Ahí pronunció lo que conocemos como 'las últimas palabras'.

"Las grabaciones que hay tienen fallas, pero en general lo básico se conoce. Figúrese la situación tensa. El golpe estaba desatado, pero seguimos transmitiendo. Allende habló. Nosotros seguimos transmitiendo los mensajes de varios políticos.

(Aseguró que no sintió miedo. "Uno está cumpliendo con lo que tiene que hacer, y punto. Ya sabíamos que si nos allanaban no nos iban a tratar muy bien. El equipo que mandamos a la planta transmisora fueron un locutor y tres periodistas.)

"10:00: El jefe de prensa y yo decidimos retransmitir las últimas palabras de Allende.

"10:20: De repente salimos del aire. Pensamos que algo hicieron en la instalación telefónica de la planta. Cortaron los cables. Ya no supimos más. Decidimos que ya no había nada más que hacer. Nos quedamos el jefe de radiocontroladores, Amado Felipe, dos muchachos enviados por el Partido Comunista y yo. Ya se había anunciado que a las nueve de la noche comenzaba el toque de queda. La violencia en la calle era evidente. Había muertos en la calle y se oían muchos disparos.

"Esperábamos el allanamiento, lo cual no ocurrió. Sacamos copias con pequeños carretes de cinta. Pensamos que eso se iba a necesitar. Así fue esa mañana del martes 11 de septiembre de 1973.

"Llegué a mi casa. Mi esposa me abrazó, pues sabía que habían matado a los partidiarios de Allende. Me preguntó si llevaba algo comprometedor. Le dije que no, pero llevaba los 20 casetitos con los discursos de Allende, con unos cuatro minutos de grabación. Le di copias a varios dirigentes. Otras las repartí entre corresponsales extranjeros. Eso me significó orden de aprehensión, andar escondido, hasta que me recomendaron que me asilara. No le gustó a los generales que Allende en sus discurso los tratara de traidores. šPero eso es lo que son! Si me hubiese presentado.. no sé... la cosa de la tortura, las muertes. De La Moneda sólo quedaron tres sobrevivientes."

-ƑValió la pena todo, señor Ravest?

-Sí, sobre todo ese esfuerzo maravilloso de la utopía que fueron los años de la Unidad Popular.

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