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México D.F. Viernes 5 de septiembre de 2003

Adolfo Gilly

Reseña y testimonio de un participante La izquierda socialista en 1988

La ruptura del PRI y la irrupción del movimiento político y electoral del cardenismo a fines de 1987 -Cuauhtémoc Cárdenas inició su campaña presidencial con el llamamiento de Morelia, el 29 de noviembre de ese año- sacó a luz lo que Massimo Modonesi denomina, desde el título de su libro, La crisis histórica de la izquierda socialista mexicana. Este volumen es desde ya una referencia ineludible para cualquier estudio sobre el destino posterior de esa izquierda, sobre la cual una nueva discusión se ha abierto en estos días.

Esa que Modonesi llama ''crisis histórica" maduraba al menos desde diez años antes. Su origen político nacional puede ubicarse en un aparente logro institucional para esa izquierda: la reforma política de Jesús Reyes Heroles en 1977, que abrió al PC-PSUM y al PRT las puertas del Congreso y del financiamiento público, terrenos movedizos hasta entonces desconocidos para ambos.

A un nivel más profundo, su origen teórico, programático y sobre todo práctico se ubica en el desencadenamiento del violento proceso de reestructuración global del capital después de la derrota de Estados Unidos en Vietnam entre 1973 y 1975, con la formación del G-7 en la segunda mitad de los años 70, el advenimiento de los gobiernos de Reagan y Thatcher y la colosal onda de trasformación tecnológica y productiva iniciada también en esos años.

A partir de 1982 el gobierno de Miguel de la Madrid, gobierno de crisis si los hubo, fue la manifestación de esos cambios en México. Aquella izquierda partidaria, sin comprender bien el carácter de ruptura de este gobierno y los cambios sobrevenidos en la estructura estatal, se enfrascó entonces en una lucha marginal y estéril en torno al pago o no de la deuda externa. Entretanto, ante sus narices, el capital financiero mexicano, aliado a sus socios externos, estaba tomando el mando político del Estado. En el PRT, sólo una pequeña minoría se opuso a ese curso, tanto en el análisis teórico como en el programa político, poniendo en cambio todo el acento en la reestructuración capitalista y sus consecuencias. Modonesi registra en su libro esa oposición temprana.

Desde la mitad de los años 80, una serie de movimientos sociales entraron en lucha para resistir las consecuencias de esa reestructuración del capital y del Estado sobre los salarios, los ingresos y las condiciones de vida de los trabajadores urbanos y rurales: siderúrgicos de Lázaro Cárdenas, campesinos de Sonora y de Veracruz, cafetaleros de Chiapas, maestros de Oaxaca, Michoacán, Chiapas y el Distrito Federal, electricistas, cerveceros, obreros del automóvil en diversas plantas del país, el movimiento urbano-popular después del sismo de 1985, las costureras de la ciudad de México, el movimiento estudiantil de la UNAM de 1986-1987, encabezado por el CEU y apoyado por el STUNAM y por un gran número de profesores. En septiembre de 1984, síntoma precursor, había comenzado la publicación de La Jornada.

La ruptura cardenista se nutrió de esa doble vertiente: arriba, la ruptura del Estado mexicano con su base de sustento y legitimidad al imponerse el viraje histórico hacia el neoliberalismo; abajo, los movimientos sociales de resistencia contra los efectos de la reestructuración capitalista y del consiguiente viraje estatal. La izquierda socialista partidaria y extrapartidaria participó en la organización y hasta en la dirección de varios de estos movimientos. Creyó, en consecuencia, que se afirmaría también como su dirección política.

En el pensamiento dominante de esa izquierda el PRI, en tanto partido del aparato estatal, era una oficina más del Estado, una mera dependencia burocrática de control político de las clases subalternas por medio de los charros y los caciques. No entendía las raíces de ese control en la realidad social y en la historia, ni las razones de la persistente legitimidad política de los gobiernos del PRI y de su Estado ante aquellas mismas clases subalternas que en las luchas sociales los enfrentaban.

No estaba esa izquierda en condiciones de prever ni de ver la posibilidad de una ruptura verdadera dentro del PRI. Para ella el cardenismo y la revolución mexicana eran un pasado lejano o, cuando más, una ideología utilizada por el PRI y su Estado para canalizar las resistencias dentro de sus políticas. Sin embargo, en las ideas y el imaginario de las clases subalternas esa ideología era eso, pero era también mucho más que eso: era su modo, formado en la historia y la experiencia, de pensar el país y su futuro. Por eso el PRI, para mantener su prolongada hegemonía, tenía que persistir en amarrarse a una revolución que en su forma de ejercer el poder negaba cada día.

Aquella izquierda partidaria percibió la ruptura de 1987 como una maniobra más para canalizar el descontento y la resistencia otra vez hacia la órbita del PRI. Tomó al cardenismo de 1987 por un nuevo lombardismo. Lo recibió, además, como un competidor que venía a disputarle su legítimo derecho a ser la dirección y el canal político de esas resistencias. Esto, en el mejor de los casos. Pues era dominante en el PSUM y en su sucesor, el PMS, la convicción de que el pueblo estaba dormido, si vamos a juzgar por el informe de uno de sus principales dirigentes de entonces, Gilberto Rincón Gallardo, presentado en nombre de la Comisión Nacional Coordinadora del PMS al Primer Congreso de este partido:

Ahora, cuando todos los caminos parecen cerrarse, cuando el desánimo nacional cunde, cuando todo parece inmovilizarse y la inercia parece ganarnos; cuando el dominio de la clase dominante aparece como suficiente; ahora, cuando algunos sectores prefieren negociar a luchar por un camino distinto, radicalmente distinto, nosotros, socialistas, llamamos al pueblo de México para que despierte.

Este discurso, citado por Massimo Modonesi en la página 92 de su libro, está fechado el 6 de diciembre de 1987.

Tres días antes, el 3 de diciembre, el movimiento estudiantil de la UNAM, encabezado por el CEU, había obtenido una resonante victoria en las elecciones para la Comisión Organizadora del Congreso Universitario. En una votación con concurrencia masiva, había obtenido alrededor del 80 de los votos, síntoma claro de los tiempos políticos mexicanos, y había derrotado en elecciones trasparentes al Rector y al gobierno al cual éste obedecía.

A la medianoche de ese 3 de diciembre, cuando se informó el resultado de la elección, lejos de estar dormidos, andábamos todos en Ciudad Universitaria festejando y cantando: ''Diciembre me gustó/ pa' que te vayas...''

Para ese momento, Punto Crítico ya había dado su apoyo a la candidatura de Cárdenas y la minoría opositora dentro del PRT se orientaba en forma abierta a sumar sus fuerzas y las del movimiento universitario a la movilización creciente en torno a esa candidatura y a su programa de Morelia, que incluía todas las demandas y propuestas inmediatas por las cuales entonces luchaba la izquierda.

En los primeros meses de 1988 se produjo el gran vuelco político que en su libro registra Massimo Modonesi. En febrero, los campesinos de La Laguna recibieron en triunfo a Cárdenas, después de haber repudiado y agredido el día precedente en San Pedro de las Colonias al candidato del PRI, Carlos Salinas. Para las corrientes que estaban preparando su convergencia en el Movimiento al Socialismo -la oposición en ruptura con el PRT, Punto Crítico, el CEU y sectores importantes de la OIR-LR, entre otros- esta señal fue decisiva.

El 18 de marzo de 1988, antes del acto de masas en conmemoración de la expropiación petrolera con el cual el candidato del FDN llenó el Zócalo, el Movimiento al Socialismo realizó su asamblea de fundación en un teatro del centro de la ciudad de México lleno hasta los topes.

Massimo Modonesi anota el surgimiento del MAS en estos términos:

Mientras el PRT se mantenía en una postura de abierta hostilidad hacia la candidatura de Cárdenas y el movimiento que lo apoyaba, de su seno se había desprendido un grupo dirigente que dio vida, junto a otros grupos socialistas, al MAS, el resultado más original del movimiento cardenista en la izquierda socialista mexicana.

En las semanas sucesivas la campaña electoral de Cárdenas y el FDN siguió creciendo como marejada en todo el país. El 26 de mayo de 1988 el MAS y Unidad Democrática, corriente encabezada por el secretario general del STUNAM, Evaristo Pérez Arreola, organizaron, contra una campaña masiva de Rectoría y del gobierno de carteles y desplegados denunciando la ''intromisión externa en la UNAM", el más grande acto de masas que haya registrado la Universidad. La explanada de Rectoría se desbordó de estudiantes y profesores para escuchar el mensaje a los universitarios del candidato Cuauhtémoc Cárdenas.

En las filas del PMS, por otra parte, crecía la presión de muchos afiliados hacia el apoyo a este candidato.

Tres días después publiqué en La Jornada, creación insustituible de la izquierda mexicana entonces y ahora, un artículo titulado ''El vuelco", crónica y comentario de ese acontecimiento. Me atrevo a citarlo aquí como testimonio de los días en que culminó esa crisis histórica de la cual trata el libro de Massimo Modonesi:

Este movimiento político en crecimiento a la izquierda del PRI amenaza, por su índole y por la composición que va adquiriendo (como lo muestra el mitin de la UNAM) al centro mismo del poder priista. El hecho nuevo es que, no ya el PRI, sino la revolución mexicana se ha partido en dos, y desde nuestro lado le estamos disputando al Estado, al gobierno y al PRI lo más serio y profundo que se puede disputar en política: la legitimidad de esa herencia nacional. De esta magnitud es lo que está en juego. [...]

PMS y PRT están en una situación verdaderamente dramática. Sus actuales direcciones se han encerrado y se resisten a comprender el cambio de los tiempos. Sus militantes viven el drama mayor que puede vivir un revolucionario: en cada ocasión en que en estos días el pueblo mexicano está desbordante de alegría -Apatzingán, Uruapan, UNAM y lo que sigue- ellos están obligados a estar tristes. Lo que en este ascenso político de masas todos vivimos como grandes victorias, ellos lo viven como desengaño, aislamiento, retroceso, derrota.

Nada hay más destructivo para una organización de izquierda que ponerse contra el movimiento de masas en ascenso en su propio país, o quedar a sus márgenes. Es ya tarde para que PMS y PRT puedan virar sin sufrir pérdidas importantes, a más de las ya sufridas. Pero no es tarde todavía para discutir, comprender y tener la audacia de dar el viraje indispensable para ubicar a esas organizaciones, manteniendo su necesaria independencia, en el sentido del movimiento de masas, y para salvar así gran parte de lo construído y lo vivido en largos años de luchas y experiencias.

Todavía se pueden reducir las pérdidas. Después, nada ni nadie podrá evitar que, como en tantas otras ocasiones y países ha sucedido, los militantes se desmoralicen y se alejen y los partidos se dividan y se aislen y, reducidos a pequeñas sectas autosuficientes, desaparezcan prácticamente de la escena y de la vida.

Compañeros, cambien. Es tiempo todavía.

El mitin de la UNAM, como lo señala Modonesi, fue decisivo para el cambio del PMS, sumado a la evidencia de los sondeos que pronosticaban menos del dos por ciento de los votos para su candidato, y tal vez hasta la pérdida del registro partidario. A principios de junio Heberto Castillo declinó su candidatura presidencial a favor de la de Cuauhtémoc Cárdenas con quien, pese a diferencias y encontronazos, mantenía una antigua relación desde los tiempos del Movimiento de Liberación Nacional. En esos días el PMS y la Corriente Democrática firmaron un convenio de unidad electoral que, como lo registra Modonesi, se publicó el 12 de junio, tres semanas antes del día de la elección.

El PRT se mantuvo en su posición original. A este cronista no le sorprendió. La dirección del PRT se había formado en las ideas de una corriente del trotskismo, la de Ernest Mandel, reacia a comprender los movimientos de masas bajo dirección nacionalista y preocupada por no ser arrastrada y subordinada por esas direcciones no socialistas.

Este cronista provenía de otra escuela del trotskismo, la de Michel Pablo, inclinada a reconocer la importancia de esos movimientos en los países subordinados como forma específica de la conciencia política de las clases subalternas formada en sus experiencias históricas, la revolución y el cardenismo en el caso de México. Era una escuela marxista propensa a considerar la necesidad, para los socialistas, de mantener sus ideas, su programa y su trabajo teórico y organizativo propio sin separarse de la evolución y las luchas de los subalternos agrupados en esos movimientos.

Para este cronista, no era la primera vez ni el primer país en que ambas tendencias tomaban en la práctica caminos diferentes, y a veces hasta opuestos, y corrían los riesgos inherentes a cada una de esas posiciones.

Dicho sea en reconocimiento para los compañeros del PRT y su candidata, Rosario Ibarra, en la noche del 6 de julio ella, Cárdenas y Clouthier encabezaron la denuncia del fraude electoral cuando irrumpimos en la Secretaría de Gobernación. Desde el 8 de julio Rosario Ibarra reconoció públicamente el triunfo de Cárdenas en la elección presidencial y participó en la lucha popular en defensa del voto, una actitud de coherencia que el PAN se negó a asumir para después hacerse cómplice del fraude consumado en la quema de las boletas electorales.

La crisis histórica de la izquierda socialista mexicana es una documentada y oportuna reflexión sobre aquellos acontecimientos decisivos para el movimiento democrático y socialista en México.

No entra el trabajo de Modonesi en la evolución posterior a la fundación del PRD. Tampoco es su propósito. Su publicación, sin embargo, es realmente oportuna. En estas semanas se ha abierto una discusión pública sobre el significado y los alcances del cardenismo.

Corrientes de ideas provenientes del antiguo PC y su sucesor, el PMS, declaran la caducidad de la herencia cardenista y vuelven a proponer, para estos días, una política afín a la ''tercera vía" socialdemócrata europea, representada entre otros en la figura y la política de Felipe González, cuya máxima aspiración es llevar a cabo una administración moderada de la reestructuración neoliberal.

Otras corrientes socialistas, hoy como hace 15 años, reclaman el contenido radical de dicha herencia y del socialismo mexicano para nutrir el programa, las alianzas y las tareas actuales de la izquierda, en tiempos de oposición global a la guerra, al neoliberalismo y a la dominación nacional y mundial del capital financiero y de sus centros militares y políticos.

En esa discusión, la recreación histórica y documentada de aquellos momentos, experiencias y debates que nos presenta Massimo Modonesi puede ayudar a comprender y ubicar el antiguo y persistente núcleo de diferenciación teórica que, en cada momento de definición programática y práctica, vuelve a surgir en la izquierda mexicana.@

Ciudad de México, 3 septiembre 2003.

 
Texto leído por el autor a propósito del libro de Massimo Modonesi, La crisis histórica de la izquierda socialista mexicana, Casa Juan Pablos/Universidad de la Ciudad de México, México, 2003.

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