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México D.F. Lunes 8 de septiembre de 2003

Permanecen en el Semefo tres de los seis jóvenes ultimados en septiembre de 1997

La Buenos Aires, entre el estigma y el olvido

Aquí "no somos güevones, sino cabrones": vecinos De la matanza no hubo culpables

JOSEFINA QUINTERO MORALES / I

Colonia Buenos Aires, 8 de septiembre de 1997. Seis jóvenes son detenidos, torturados y ejecutados a consecuencia de un operativo policiaco.

A seis años de su muerte los restos de tres de ellos aún permanecen en las gavetas del Servicio Médico Forense (Semefo) en "calidad de desconocidos". De la matanza no hubo responsables directos.

Los cadáveres de Angel Leal Alonso, Carlos Alberto López Inés y Román Morales Acevedo fueron hallados el 29 de septiembre en el Ajusco. Ingresaron al Semefo con los números de expediente 4957, 4958 y 4959, y ahí permanecen.

A pesar de que la acción policiaca se realizó para combatir la delincuencia, la zona aún mantiene altos índices delictivos. Cifras de la subdelegación Obrera-Doctores de la Cuauhtémoc señalan que semanalmente se cometen 80 delitos en las 11 colonias que la integran, de éstos, más de 50 por ciento suceden sólo en la Buenos Aires y principalmente son robo a vehículo y a transeúnte, seguido por homicidio.

El caso Buenos Aires cercó la historia de la colonia, donde la delincuencia impuso las fronteras. No hubo justicia que aclarara la muerte de los seis jóvenes asesinados. No hay ley que rompa su estigma: es uno de los barrios más peligrosos de la ciudad -como era en 1997-; se dice que mucho se debe a su cercanía con la colonia Doctores, que aparece en el sexto lugar en la estadística delincuencial.

Aquel año seis cuerpos fueron encontrados amordazados dentro de bolsas de plástico, con señales de tortura: descuartizados y con impactos de bala. Tres en un paraje de la delegación Tláhuac, el resto camino al Ajusco, en la delegación Tlalpan.

De tres de esos cadáveres sólo queda de uno la cabeza, de otro el hueso de la pelvis y del tercero la cabeza, parte de los brazos y la fracción de una pierna. Por los trámites burocráticos que se deben realizar para recoger los restos, los familiares no han podido retirarlos y algunos decidieron olvidarlos.

vecindad_buenosairesEn ese olvido quedó también la colonia: ya dos bancos retiraron sucursales. Establecimientos de comida decidieron cerrar, al igual que decenas de vinaterías y dos gasolinerías. De los conocidos negocios de venta de autopartes sólo queda la mitad. Los demás quebraron: "los grupos fuertes son los que se mantienen", aseguran quienes se dedican al negocio.

En la colonia sólo hay una escuela, la primaria Celerino Cano, donde pocos niños estudian y hay un alto grado de deserción escolar. No hay deportivos, ni casas de cultura, centros de reunión, parques recreativos, espacios públicos para la convivencia.

Los ejes viales son el cerco perfecto para dejar lejos de la mano del gobierno a sus habitantes, quienes todavía no forman parte de ningún programa o proyecto social. La colonia limita con el Eje Central Lázaro Cárdenas, el viaducto Miguel Alemán y las avenidas Baja California y Cuauhtémoc y "nadie se atreve a cruzarla", asegura Fernando "N", vecino de la colonia.

Familiares de los muertos comentaron: "todos creen que lo merecían y dicen, 'qué bueno que los mataron'. Pero los muertos hablan por sí solos al ver cómo quedaron; uno recibió 13 tiros, 10 en la cabeza; a otros se los aventaron a los perros y quedaron descuartizados. Y todavía se atreven a decir que la inseguridad la hacemos nosotros".

Esa supuesta delincuencia, aseguran, "descabezó generales, judiciales y de nada sirvió. La colonia es como una ciudad abandonada que no importa a nadie o, mejor dicho, hacen como que no les importa, porque la utilizan para preparar sus negocios. Aquí trafican judiciales, policías, y todos los saben. Nuestros hijos muertos dejaron el legado a quienes quedamos vivos, nosotros buscamos justicia".

En la colonia habitan 4 mil 283 personas, según datos del pasado censo del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). En su mayoría son jóvenes de entre 15 y 30 años de edad.

Carlos estudió sólo hasta el cuarto año de primaria en la Celerino Cano. Humberto, su primo, dice que tuvo mejor suerte y se fue a la colonia Doctores, a la Felipe Ratero, como se conoce a la escuela Felipe Rivera. La suerte del joven de 20 años es porque ahí aprenden buenos tiros. "Nada más vas a hacerte güey. Si llegas al quinto (grado de primaria) la libraste, pero hay muchos que se pasan dos o tres años repitiendo, hasta que se aburren y mejor se salen. A los jefes les importa más la lana, siempre se quejan de que no la tienen y uno se busca sus trabajitos", afirmó Humberto, en cuyo rostro se observan las huellas de la desnutrición y el crac.

"No somos güevones, somos cabrones, porque la chinga te la llevas desde chavito. Antes que te frieguen, mejor te los madrugas", comentó Humberto al hablar de sus diferencias con los vecinos de la colonia Doctores.

Martha, educadora de una de las escuelas donde estudian los niños de la colonia, platicó que la deserción escolar es muy alta. A partir de los 10 años, cuando empiezan a identificar plenamente su entorno de pobreza, inician su vida laboral. "En la calle se enteran de los robos, la muerte de familiares o vecinos. Que ya entambaron al amigo o al hermano y empiezan desde muy temprana edad a delinquir, porque esa vida se vuelve cotidiana para ellos."

Los niños, agrega la profesora, son fáciles de inducir, porque tienen el grave problema de la desintegración familiar; aquí en ocasiones algunos comentan los golpes que reciben en su casa o los malos tratos. Llegan a la escuela mal comidos, "una taza de café y pan. Otros sin nada en el estómago, sin fuerza para aprender, y cualquier cosa que les ofrecen en la calle es mejor a lo que tienen. Se hacen delincuentes, se meten drogas, usan activo".

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