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México D.F. Miércoles 17 de septiembre de 2003

Emilio Pradilla Cobos

Alianza con el gran capital

En el tema de la privatización, el jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, usa un doble lenguaje que oculta su política real de alianza futurista con el gran capital, con la mira puesta en la silla presidencial para 2006.

López Obrador critica duramente las privatizaciones de Carlos Salinas, convertido simplistamente en el superhombre que "permitió el saqueo del país y lo llevó a la ruina" (La Jornada, 10/9/03), y en el mayor peligro para México hoy. En su limitado y acomodaticio análisis político, hace desaparecer el papel jugado por el gran capital nacional y trasnacional -beneficiario de la política neoliberal de las anteriores dos décadas-, el capital financiero especulativo mundial, los organismos multinacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) y la globalización imperial, en la debacle de 1994 y en la situación económica y social persistente en el país.

Este ocultamiento permite a López Obrador elogiar la labor en la "recuperación" del Centro Histórico capitalino de Carlos Slim, el empresario trasnacional más rico de México y América Latina, en posición privilegiada en la lista de los hombres más adinerados del mundo, y beneficiario de la mayor y más dudosa privatización de Salinas, la de Telmex, con quien ha establecido una relación privilegiada de beneficio mutuo: económico para el empresario y político para el tabasqueño. La revitalización del corredor Reforma-Alameda-Plaza Juárez-Centro Histórico, proyecto emblema del jefe de Gobierno, es una muestra de su política de poner la inversión y la acción pública al servicio del gran capital financiero e inmobiliario, sin reglas, convenios o contratos públicamente conocidos que garanticen un beneficio recíproco para la ciudad y sus sectores mayoritarios o los residentes y usuarios del área.

En Reforma, Juárez y el corredor financiero del Centro Histórico, parte mínima de éste, aunque la de más prestigio y menos afectada por la vivienda o la actividad de subsistencia del sector popular, el gobierno capitalino modernizó las redes de agua, drenaje y energía, remozó el pavimento y los jardines, subsidió la limpieza y pintura de las fachadas privadas, redobló la vigilancia policial aplicando las técnicas de Rudolph Giuliani, y desalojó a los ambulantes. Slim, colocado por López Obrador a la cabeza del proyecto del Centro Histórico, como hábil empresario adquiere decenas de inmuebles patrimoniales y terrenos baldíos, al tiempo que sin invertir un céntimo vincula a su sociedad a cientos de propietarios que aportan sus inmuebles; pronto el patrimonio histórico de la nación y la humanidad se cotizará en la Bolsa de Valores, símbolo instrumental del capitalismo financiero, ante la mirada complacida del jefe de Gobierno, del presidente Fox, de los empresarios y los neoliberales del mundo. ƑNo es esto una privatización con camuflaje verbal?

No es la única acción de López Obrador en su tejido de alianzas con el gran capital. El segundo piso de Periférico y Viaducto, que sustituye a otras acciones para mejorar el transporte público para las mayorías, beneficia al capital constructor y productor de materiales y, sobre todo, a las trasnacionales automotrices, con la promoción de la venta de sus productos en momentos de crisis del sector. En el parque industrial de alta tecnología de Ferrería, donde no se ha instalado ninguna industria de "alta tecnología", inauguró un nuevo plantel del Tec de Monterrey, franquicia empresarial educativa para la elite, sin articulación real con la innovación tecnológica, y felicitó a su presidente, Lorenzo Zambrano, gran empresario monopólico; sabemos que no se intentó impulsar allí la instalación de un centro del IPN, la UNAM o la UAM, como han hecho otros gobiernos locales. López Obrador aprovechó para regañar a Ricardo Hernández, ex accionista mayoritario de Banamex, no por haberlo vendido al gran capital trasnacional, sino por no haberse aliado con él e invertido el monto de la venta en el Distrito Federal (La Jornada, 13/9/03). En cambio, las acciones para apoyar a la micro, pequeña y mediana empresa, que sostienen la mayor parte de los empleos en la ciudad de México, se reducen a insuficientes microcréditos para la informalidad o la subsistencia de los beneficiarios.

La visión económica de López Obrador es un moralismo demagógico muy alejado de la objetividad de las cosas. Lo que es negativo de la privatización de los bienes públicos para el interés de la mayoría es la entrega a los intereses empresariales y su lógica mercantil y de ganancia, no sólo la condenable corrupción; honesta o corrupta, es una privatización. Crear empleos no hace buena a la inversión extranjera y nacional; lo que cuenta es la estabilidad de éstos, su remuneración y prestaciones sociales justas, su inserción en un proyecto de desarrollo económico con equidad distributiva de largo plazo -que no existe en el pragmático gobierno capitalino- y su impacto sobre la sustentabilidad ambiental y social de la ciudad. Esto no cambia si el empresario está o no en el malvado Fobaproa. Hay otros casos de privatización encubierta en el Distrito Federal.

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