EL GALEON DE ACAPULCO

Esta ruta comercial que se conoce también como la Nao de China, el galeón del Pacífico o galeón de Filipinas, se inició en 1565 y durante 250 años realizó el comercio entre Oriente y México por el océano Pacífico. En ese tiempo lo que movía a los españoles eran sus fines administrativos y económicos; sin quererlo, también atravesaron el Pacífico en ambos sentidos hombres y mujeres, expresiones culturales y productos naturales de los dos continentes.

Despues de varios intentos se lograron conocer los vientos y las corrientes marinas que hacían posible y determinaban la ruta para el regreso de Manila a Acapulco. Pasados los años se estableció un calendario e itinerario casi preciso para la ida y la vuelta. Fueron las temporadas de los fuertes vientos llamados monzón, las que hicieron posible salir a más tardar en marzo y regresar aprovechando el monzón de verano en julio, para llegar en diciembre; durante enero y febrero se descargaba y se hacía la feria.

El galeón salía de Acapulco cargado principalmente con monedas de plata y bultos con grana del carmín, demandada en todo el Oriente por los magníficos tonos que se podían obtener en la tintura de textiles. Regresaba con mercancía; por lo general se aceptaba que el precio de Manila se duplicara en Acapulco.

Acaparamiento y control

Con cierta frecuencia, al retornar los barcos rumbo a Acapulco, tocaban en otras latitudes la costa del Pacífico. Al recibir el aviso de la llegada del galeón, los comerciantes mayoristas de la ciudad, quienes asociados con los de Manila acaparaban y controlaban las adquisiciones del galeón, enviaban a sus comisionados. Como se había restringido el desembarco y venta de las mercaderías sólo al puerto de Acapulco, Guatemala y Perú se abastecían por me-dio de los acaparadores de la ciudad de México.

Ultimo viaje

En 1821 llegó la fragata Nuestra Señora de Atocha al puerto de Acapulco. Es el último viaje comercial de esa ruta del Pacífico.

Custodio desde Filipinas

Las mercancías empacadas de muy diversas maneras, viajaban desde Filipinas custodiadas por varios representantes de los comerciantes de Manila. Ellos tenían instrucciones específicas sobre los precios, a quién entregar y cómo negociar el siguiente envío; a su vez los representantes de los comerciantes de la ciudad de México pagaban en monedas de plata, que eran muy apreciadas en el Oriente. La llegada del galeón a otros puertos del Pacífico como Mazatlán, Navidad o San Blas, permitía que el oficial de la corona vendiera parte de la mercancía que traía personalmente o que algún marino hiciera lo mismo.

La feria se iniciaba una vez descargado el galeón y atraía a buen número de personas de la región. Además de los comerciantes, los viajeros, personal administrativo y arrieros con sus recuas, llegaban al puerto aspirantes a ser contratados como marinos, turistas y curiosos, lo que daba un ambiente de verdadera fiesta e intercambio social. Ahí se compraba al mayoreo parte de la mercancía; otra parte se entregaba a los que habían hecho encargos, por ejemplo imágenes religiosas talladas en marfil, vajillas de porcelana con diseños especiales o decoradas con los nombres de los futuros dueños, tibores, sedas, mantones bordados, abanicos con varillas laqueadas pintados con paisajes, trabajos en concha nácar, joyas de filigrana de oro, ropas bordadas en oro y plata para sacerdotes. También se comerciaban especias y textiles para el uso diario.
 


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