Ojarasca 77  septiembre 2003

Oaxaca

¿Quién mató a Carlos Sánchez?
 

(Testimonio desde el penal de Tehuantepec)
 
 

Carlos Manzo
 

Seul95





El 17 de agosto, a las 7:30 de la mañana, la voz deFrancisco de la Rosa sonaba inusual y apagada por el aparato telefónico de "la reja", un separo de este Cereso, donde nos encontramos Luis Alberto Marín y yo.

-Habla fuerte que no entiendo --le decía a Paco.

-Mira Carlos no se cómo informarte... anoche mataron a Carlos Sánchez en Juchitán...

-¡Qué! --respondí con un grito que terminó de despertar a los somnolientos internos hacinados en esta área. Le contesté que confirmara la información.

-Ya está confirmada, por eso te estoy hablando.

Me dijo algo más de Juchitán que ya no pude entender. Colgó. Me quedé pasmado con el auricular en el oído como esperando que alguien más me diera una explicación lógica. Caminé por los pasillos, me topé con Luis Alberto y le conté. Quedó totalmente desconcertado. Cuando intentamos hablar por teléfono para abatir nuestra incredulidad, la radio local propalaba ya su versión de los hechos, la que menos afecta al gobierno oaxaqueño, el móvil había sido "robo".

Con pocos elementos probatorios, Wilfrido Almaraz Santibáñez, representante de la PJE en la región, el mismo que afirmó ante la prensa que nosotros habíamos disparado el 13 de febrero, y respaldado por el procurador, sostuvo esta versión desde el levantamiento del cuerpo in situ. Pretenden dar carpetazo al caso. De lo demás nos fuimos enterando poco a poco, como uno se entera desesperadamente en la cárcel, por voces de quienes sin saber bien a bien que pasa vienen y te visitan o te hablan por teléfono. Por lo demás casi nadie comparte aquí tanto dolor, la amargura cotidiana de la cárcel se te hace poca y te tienes que resignar a la ausencia y soledad, quedarte con los recuerdos y sus últimos gestos, sus últimas palabras.

Creo que Luis Alberto y yo fuimos de las últimas personas que vimos con vida a Carlos Sánchez, pues vino a visitarnos el 15 de agosto, a eso del medio día. Nos informó que el día anterior habían tenido algunos avances en el diálogo con el gobierno y de algunas dificultades.
 
 

A diferencia de otros dirigentes de la COCEI, Carlos Sánchez supo hacer coincidir la práctica política dentro y fuera de su partido, el PRD, el movimiento campesino tradicional, el movimiento obrero y sindical, y lo que se conoce como movimiento urbano popular o, en el caso de Juchitán, las colonias populares, con asesoría jurídica en distintos niveles. Esto explica que se le haya visto con frecuencia en reuniones de distinto carácter en la agencia municipal de Álvaro Obregón, comunidad zapoteca, y en reuniones en San Francisco del Mar, comunidad huave.

Carlos Sánchez fue un dirigente zapoteco, de fluido, agudo y crítico discurso en su propia lengua, el diidxazá. Sin embargo, como ocurre con la mayoría de dirigentes de la COCEI, los derechos de los pueblos y comunidades indígenas y su articulación con el movimiento indígena nacional, poco figuraban en su agenda política cotidiana.

Impulsó y asesoró al incipiente movimiento sindical de la región --los sindicatos de trabajadores del ahora Concejo Municipal de Juchitán, el de recolectores de basura, el de trabajadores de la cervecería Modelo del Istmo, en Unión Hidalgo. Dentro del historial de luchas agrarias de la región, que enmarcan históricamente el origen de la COCEI, resalta la de las Salinas de Juchitán, y la lucha por lograr indemnizaciones por derrames de contaminantes provocados por Pemex en el sistema lagunario, que sigue afectando a miles de familias de pescadores de toda la región. Desde diciembre de 2002 el CCU en Unión Hidalgo buscamos el acercamiento y la asesoría de Carlos Sánchez, quien desde los inicios del movimiento, además de estar presente, puso a nuestra disposición equipo de computo y comunicación, colaboradores, asesoría jurídica y asumió íntegramente las demandas del CCU como propias. Fue el único diputado local de la LVIII Legislatura que firmó la petición ciudadana de Desaparición de Poderes en Unión Hidalgo, presentada ante la Legislatura el 18 de febrero del 2003. No podemos ignorar que esta situación molestaba notablemente a J. Ramón Díaz Pimentel, presidente del legislativo local y a Sofía Castro, que entonces presidía la comisión de Gobernación, quienes no ven con buenos ojos nuestras demandas y movimiento.

Preocupaba a Carlos Sánchez la heterogeneidad política que presentaba el CCU, desde el punto de vista partidista. Esta es una cuestión que aun el propio gobierno del estado no parece terminar de asimilar y que presupone una falta de solución negociada al conflicto de nuestra comunidad. Siendo el CCU una expresión ciudadana comunitaria, indígena y plural, que se acerca más a una experiencia organizativa de la sociedad civil indígena que a una propuesta dirigida por un partido político, el esquema de negociación y solución de nuestras demandas y los avances organizativos del CCU desbordan hasta ahora el esquema negociador que acostumbra el gobierno de Oaxaca. En tanto que confluyen en la dirigencia del CCU priístas, panistas, perredistas y gente sin partido, no podría afirmarse que exista una ideología y práctica partidista. Esto también ha dificultado al gobierno lograr una interlocución directa con el CCU, sin mediación de ningún partido, sobre todo porque sus dirigentes nos encontramos en la cárcel, muertos o en la clandestinidad. El gobierno del estado y los diputados priístas no le reconocen ninguna personalidad al CCU más allá de la de "grupúsculo".

En mayo, el gobierno estatal decidió instrumentar su estrategia represiva contra el CCU, caemos presos Luis Alberto Marín López, Francisco de la Rosa Gómez y yo, se persigue a diecinueve compañeros dirigentes y simpatizantes del CCU, que hasta hoy tienen órdenes de aprehensión en su contra. En este contexto, sumada ya a nuestras demandas la liberación de los presos y el cese al hostigamiento y la represión, en el marco de la marcha caminata por la dignidad indígena encabezada por el CCU y la Coordinadora Democrática de Pueblos (CDP), expresión de la COCEI, el jueves 19 de junio por la madrugada tuvimos la dolorosa pérdida de Luis de la Rosa Gómez y su compañera Juanita Gutiérrez, en un extraño e inexplicable accidente. Horas después en otro accidente, antes de llegar a Oaxaca, muere Fidel Peña y resulta gravemente herido Alejandro Zamora, dirigentes de la CDP-COCEI.

Carlos Sánchez López, hasta antes de su muerte, promovía jurídicamente las acciones para aclarar la responsabilidad de la CFE en este accidente en que un vehículo de esta dependencia se impactó de frente contra el vw en que viajaban Luis y Juanita. Desde el 15 de mayo y hasta el día en que fue vilmente asesinado, nuestro compañero se abocó a la defensa jurídica de Francisco de la Rosa Gómez (cuya libertad se logró el 11 de julio) y Luis Alberto Marín López, buscando siempre consolidar y uniformar una comisión jurídica que garantizara la solución de todos los casos de quienes nos encontramos presos y de quienes tienen órdenes de aprehensión. Pese a la diversidad y complejidad jurídica de los casos, Carlos enfatizó la necesidad de proponer esquemas generales de diálogo al gobierno estatal, incluyendo auditoría y desaparición de poderes, a lo que este gobierno se niega, manteniéndonos, en calidad de rehenes políticos.

Por el sentido de su actuar político, por el contexto en que ocurre su asesinato, todos sabemos que nos encontramos ante un asesinato político, de la misma manera que la muerte de Luis, Juanita y Fidel se dan en un ámbito marcado por la función política que iban a desempeñar al ser muertos.

A pesar de las grandes ausencias con que ahora nos quedamos en el CCU, la lucha continúa. Pedimos a todas las organizaciones y expresiones políticas de la sociedad civil, partidistas o no, regionales, nacionales e internacionales, se solidaricen con la pequeña comunidad zapoteca de Ranchu Gubiña, uno de los 574 municipios de Oaxaca enclavado en el sur del Istmo de Tehuantepec, víctima de la represión y la mentira oficial del gobierno de Oaxaca.
 
 



Mujer intenta llegar a la embajada japonesa en Corea del Sur, Seul, 1986.

 

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