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México D.F. Jueves 25 de septiembre de 2003

Octavio Rodríguez Araujo

Alcoholímetro

La Constitución Política otorga derechos; correcto, pero hay leyes reglamentarias que permiten una mejor convivencia y toda regla de convivencia implica ciertas limitaciones al ejercicio de los derechos. Si no respeto un alto en un crucero estoy poniendo en riesgo a un peatón o a los ocupantes de otro vehículo. Nadie en su sano juicio podría argumentar que un semáforo o un letrero rojo de alto restringen el derecho de tránsito de un ciudadano o que la obligación de tener licencia para conducir es contraria al artículo 11 constitucional.

A decir verdad me parece fantástico que en el siglo xxi se esté discutiendo sobre el llamado alcoholímetro, es decir, sobre el derecho de la autoridad preventiva a llevar ante un juez a una persona que, por conducir ebrio, pone en peligro no sólo su vida sino la de los demás. Es como si nos opusiéramos a que un policía de caminos usara el radar para saber si alguien maneja su vehículo a exceso de velocidad. La diferencia entre el radar y el alcoholímetro es que el primero se usa a distancia, y el segundo tiene que usarse próximo al sujeto sospechoso de estar borracho. Es un problema de desarrollo tecnológico todavía no resuelto.

En los países desarrollados existe un equivalente al alcoholímetro desde hace más de 30 años. En Inglaterra, desde finales de los años 60 del siglo pasado existía el Breathe Analyzer (analizador del aliento). Incluso había carteles de los jóvenes post 68 que decían Beat the breathe-analyzer, smoke pot, que en traducción libre sería algo así como "golpea el analizador de alcohol en tu aliento, fuma mota". El conductor de un automóvil podía beber medio litro de cerveza, una o dos copas de licor o dos copas de vino y no tenía problemas. La idea era y es disminuir el número de accidentes por abuso de bebidas alcohólicas. ƑQuién, que no sea un irresponsable, puede oponerse a esto? ƑQuién se opone a usar cinturón de seguridad? Podría argumentarse que cada quien arriesga su vida como le da la gana y que si quiere sufrir más lesiones en una colisión es su problema. Pero no se puede desestimar que se trata de una medida de seguridad, que es por el bien de los ocupantes de un vehículo. Ha sido comprobada la diferencia entre chocar con el cinturón de seguridad puesto y sin él.

Otra cosa es que la policía detenga a un automovilista que no haya cometido infracciones para revisar si trae droga o armas prohibidas. Debe haber antes una sospecha fundada y una orden de la autoridad competente. De otra forma se estaría violando el derecho constitucional de no ser molestado, sin justificación, en su persona, posesiones o domicilio.

Soy consciente de que la frontera entre una medida y otra es difusa, y de que en ambos casos se presta a arbitrariedades de la autoridad. Pero si los ciudadanos fueran prudentes, responsables, buenas personas, respetuosos, incapaces de cometer un ilícito y demás, no sería necesario que hubiera policías ni semáforos, ni reglamentos para una mejor convivencia o para proteger al prójimo.

James Madison decía que "si los hombres fueran ángeles, ningún gobierno sería necesario". Lamentablemente, o por fortuna, según la tabla de valores de cada quien, no somos ángeles.

Si lo del alcoholímetro es una de las recomendaciones del ex alcalde de Nueva York o de la madre Teresa, es irrelevante. Lo importante es si sirve para disminuir el número de accidentes de tránsito, cosa que está comprobada en los países en donde se usa desde hace varias décadas.

Si no se hubiera establecido una polémica sobre este asunto no estaría escribiendo al respecto. Quienes cuestionan su legalidad no tienen razón. Con esta medida se están previniendo ilícitos y accidentes.

El hecho de que sea aleatorio, que en una calle se detenga a los automovilistas nada más porque sí, es contrario a la Constitución. Es equivalente a parar a alguien en la calle, peatón o automovilista, y pedirle documentos de identificación nada más porque así lo quiso un policía, o el ejemplo ya mencionado de los operativos también aleatorios para saber si en un vehículo hay armas o drogas ilegales. Si esto se hiciera (o se continuara haciendo) caeríamos en lo que se conoce como un Estado policiaco, donde las garantías individuales servirían para nada. Y a esto sí nos opondremos. Queremos seguridad, pero no a costa de nuestras libertades. Mas toda libertad tiene límites; en este caso, la seguridad de los demás.

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