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México D.F. Viernes 26 de septiembre de 2003

Jorge Camil

Cae más pronto un hablador...

Dice el refrán que cae más pronto un hablador que un cojo, y ésa es precisamente la situación en que se encuentra George W. Bush. Asumió la presidencia de Estados Unidos tras una elección cuestionable, en la que habiendo perdido el voto popular ganó la Casa Blanca auxiliado por el amañado recuento de votos en Florida (gobernado por su hermano Jeb) y una sentencia favorable de la Suprema Corte con mayoría de ministros designados por su padre, el primer presidente Bush. A pesar de todo se legitimó en el ejercicio, gracias a una sustancial reducción de impuestos que favoreció a los ricos, y a su enérgica respuesta frente a los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Posteriormente, aprovechando las encuestas favorables, habría de venir la invasión de Afganistán, diseñada para ahuyentar al talibán y perseguir infructuosamente a Osama Bin Laden, señalado por el presidente como cerebro del ataque a las Torres Gemelas.

Alentados por el éxito mediático de la "guerra contra el terrorismo", los asesores neoconservadores de la Casa Blanca azuzaron a Bush para llevar adelante la invasión de Irak (anunciada desde el inicio de la campaña electoral). Y para justificar un ataque preventivo en violación del estatuto de Naciones Unidas se buscó desesperadamente la manera de conectar a Saddam Hussein con Al Qaeda y la existencia de supuestas armas de destrucción masiva (manipulación que está a punto de arruinar la carrera política de Tony Blair y descarrilar la relección de Bush en 2004). Al anunciar la invasión de Irak aseguró que el poderío militar y económico de Estados Unidos resultaría en una victoria relámpago, con mínimas bajas y costos aceptables para la única superpotencia, que proyectaba terminar el ejercicio fiscal de 2008 con el superávit más alto de la historia (š5 mil 600 millones de millones de dólares!). Sin embargo, las predicciones resultaron falsas. Las bajas sufridas desde el primero de mayo, cuando un Bush arrogante declaró terminada la guerra en la cubierta del portaviones Abraham Lincoln, superan con mucho las incurridas durante toda la campaña militar, y el costo de consolidar la victoria y pacificar la región requiere de 140 mil efectivos a un costo mensual de 4 mil millones de dólares (en días pasados Bush, arriesgando el presupuesto nacional para obras sociales, solicitó al Congreso fondos adicionales por 87 mil millones de dólares).

Es obvio que el presidente estaba preparado para desatar la guerra, pero no para consolidar la paz: Ƒcómo explicar a las multinacionales, que se frotaban las manos esperando contratos multimillonarios para la "reconstrucción de Irak", que la producción petrolera (antaño una de las más elevadas del mundo) se ha evaporado entre actos de sabotaje, falta de seguridad y ausencia de técnicos? Pero ahora, en un acto de cinismo político sin precedente, Bush, el hombre que destruyó la credibilidad de Naciones Unidas y retó al Consejo de Seguridad, compareció esta semana ante la Asamblea General del organismo no para ofrecer una disculpa (lo cual sería impensable), sino para hacer un "llamado a la acción", solicitando ayuda militar y financiera de los países miembros para "pacificar y reconstruir" Irak y Afganistán. Lo que sucede es que el hombre que llegó a la Casa Blanca en forma inverosímil sin un programa de prioridades nacionales, pero que se legitimó en el ejercicio gracias a la elusiva "guerra contra el terrorismo", pudiese perder la relección en 2004, derrotado por el derroche del histórico superávit nacional en una "guerra" interminable, que se parece cada día más al galimatías de Vietnam, la falacia sobre las supuestas armas de destrucción masiva, el fracaso de los esfuerzos por atrapar (švivos o muertos!) a Osama Bin Laden y Saddam Hussein, y el abandono de las prioridades sociales.

Los motivos de Bush son fáciles de adivinar. Las predicciones de un superávit de 5 mil 600 millones de millones de dólares se han convertido en un déficit de 3 mil 200 millones de millones, y algunos influyentes líderes legislativos, en ausencia de las supuestas armas de destrucción masiva y de las cabezas de Bin Laden y Hussein, se niegan a autorizar los fondos adicionales solicitados por Bush y a limitar los beneficios sociales para financiar los caprichos de un presidente que ofende a propios y extraños por su falta de perspectiva histórica. Como su prioridad ahora es la relección, amenazado por la posible candidatura demócrata del general Wesley Clark, ha comenzado a cambiar la retórica oficial para evitar convertirse (como su padre) en un mandatario de un solo periodo presidencial.

Parafraseando el magistral ensayo de George Orwell, La política y el idioma inglés, el discurso presidencial, aunque desmañado y aún arrogante, hace esfuerzos inusitados por adaptarse a las circunstancias del momento: šel fin justifica los medios!

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