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México D.F. Viernes 26 de septiembre de 2003

Muere un civil en el ataque ocurrido en un barrio de la capital iraquí, hasta ayer tranquilo

Presunta advertencia contra la NBC con un bombazo a su sede en Bagdad

Periodistas occidentales en Irak revalúan su seguridad en el país ocupado por fuerzas de EU

Murió Aquila al-Hasimi, ex funcionaria del servicio exterior del régimen de Saddam Hussein

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Bagdad, 25 de septiembre. Arasat es un suburbio tranquilo de la capital iraquí, lugar de buenos restaurantes que sirven vino libanés moderado; una colonia de clase media educada, sin ninguna asociación con la violencia. Así pues, la bomba que detuvo el reloj de la familia cristiana que vive frente al hotel Aike -marcaba las 6:51 de la mañana- también hizo estallar muchas ilusiones.

La cadena estadunidense de televisión NBC se había establecido en el edificio de departamentos de estilo seudogriego, que contaba con un solo vigilante nocturno. Los reporteros se sentían seguros allí, lejos de los tanques estadunidenses y de los transportes blindados de tropas que protegen el hotel Palestina y otros blancos de oportunidad en Bagdad.

Yo estaba en cama la mañana de este jueves cuando escuché la explosión -un mínimo incremento en la presión del aire- que arrancó la vida al portero somalí del hotel Aike, y para la hora en que llegué allá lo único que quedaba eran los acostumbrados manchones de sangre y trozos de metal, el dispositivo de tiempo que encontró un periodista- y tal vez la batería de la bomba, hallada por The Independent en el techo de una casa de recreo en la acera opuesta. Era una pequeña bomba dejada detrás del generador del hotel, con la esperanza sin duda de que prendería suficiente combustible para incendiar el lugar.

En cualquier caso, por supuesto, el somalí muerto tuvo sólo un pequeño papel en el drama. Al mundo se le informó que un hotel de Bagdad había sido blanco de un ataque, dirigido presuntamente contra una cadena de televisión estadunidense, y que "un" somalí resultó muerto. No tenía nombre. Nadie lo sabía. Pero sí sabían el de David Moodie, el técnico en sonido de la NBC en cuyo brazo se incrustó un doloroso pedazo de vidrio roto.

"Estadunidenses, blanco de una bomba en hotel de Bagdad", fue la nota que se transmitió por las ondas. Lo cual era, desde luego, exactamente lo que el malvado atacante deseaba.

Se puede ver cómo trabajó su mente. Uno, atacar a los estadunidenses. Dos, ir contra un hotel. Tres, asegurarse de que reciba más publicidad que la muerte de un inocente pasajero iraquí de autobús, quien fue la víctima del miércoles, cuando una bomba colocada al lado del camino explotó junto a un autobús en vez de al paso de una patrulla estadunidense.

La bomba de hoy fue colocada detrás del generador del hotel -herramienta esencial de la vida cotidiana en Bagdad, puesto que sólo hay corriente eléctrica 15 horas al día-, mató al somalí y destrozó los cristales del restaurante Nabil, al otro lado de la calle.

Fue sólo cuestión de tiempo para que los ocupantes estadunidenses aparecieran. El teniente coronel Jones, de la "fuerza de tarea 1-6", nos dijo que se trataba de un "artefacto explosivo improvisado" y, mucho después de que se fue, llegaron a evaluar el crimen los de la FBI y sus escoltas fuertemente armados en dos vehículos 4 x 4, uno de los cuales hablaba inglés con acento cockney (argot británico). Demasiado tarde para recoger el mecanismo de tiempo; ni siquiera notaron el reloj en la villa de enfrente -su vida se apagó a los 11 minutos para las siete- y eso, supongo, es el problema que se tiene cuando hay que llevar escolta de seguridad y armarse para encontrar la ubicación mucho tiempo después de que ha ocurrido un ataque.

Demasiado tarde, en verdad, para entender el efecto que tuvo el hecho sobre la familia cristiana que vive enfrente. Allí estaban esos profesionistas -el jefe de la casa es el agente de la Daimler en Bagdad-, preguntando quién pagaría los vidrios rotos, las puertas desencajadas y los deshilachados sofás en los que dormían cuando la bomba estalló. "Por lo menos antes de esto podía yo tomar té en el jardín de mi casa", comentó.

¿Qué pueden hacer los iraquíes? Nada. ¿Qué pueden hacer los periodistas occidentales? ¿Conservar la discreción, en hoteles indefensos como el Aike? ¿O aglomerarse como ratones en los alrededores del hotel Palestina, que está defendido por un ejército de policías iraquíes y soldados estadunidenses?

Arasat era un lugar seguro, al menos hasta que llegaron los chicos de la NBC a vivir allí, junto con su antena de plato y sus reflectores en la azotea. Esta noche muchos periodistas occidentales en Bagdad revaluaban su seguridad. ¿Sería la bomba de hoy una advertencia? ¿O únicamente una explosión de propaganda, con un solo pobre somalí como víctima real?

Inútil es decir que hoy se prestó más atención en Bagdad a la muerte de Aquila al-Hasimi, la ex baazista miembro del consejo interino nombrado por Washington que resultó gravamente herida de bala en un intento de asesinato cometido el sábado. Emboscada con gran precisión -la calle donde estaba su casa fue bloqueada por los autos de los pistoleros cuando salía-, Al-Ashimi había sido operada de las heridas en el abdomen en el hospital Kindi y llevada después a una instalación médica estadunidense fuera de la capital. En un principio se indicó que esta ex funcionaria del servicio exterior en el régimen de Saddam Hussein estaba "fuera de peligro". Este jueves murió a causa de sus lesiones, y se convirtió así en el primer miembro del "gobierno" estadunidense en Irak en ser asesinado.
 
 

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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