.. | México D.F. Viernes 26 de septiembre de 2003
Leonardo García Tsao
San Sebastián 2003: Perlas personales
San Sebastian. Ya en su etapa final, la edición
51 del festival de San Sebastián se presta ahora a las conjeturas
de costumbre sobre cuáles serán las películas ganadoras.
Ciertamente algunos de los títulos mencionados no coinciden con
mis preferencias personales, y quizá tampoco lo harán con
las del jurado.
Una de las conclusiones se refiere a la increíble
vigencia que aún conserva la Vieja Ola francesa. Para mi gusto,
la película más sobresaliente de la competencia ha sido Histoire
de Marie et Julien, la más reciente creación del eterno
iconoclasta Jacques Rivette, quien ha retomado un viejo proyecto que no
pudo filmar en los años 70. Lo que podría definirse superficialmente
como una historia de fantasmas es, en realidad, una inquietante reflexión
sobre la metafísica del amor, y sus transformaciones en el recuerdo
y el paso del tiempo. Su pausada narrativa de dos horas y media de duración
fue demasiado para muchos espectadores, que abandonaron la sala en desbandada.
Es de temer que el jurado tampoco aprecie su extraordinaria calidad. Por
lo pronto, se supo que la bella actriz Emmanuelle Béart salió
llorando de la función, después de escuchar los mayoritarios
silbidos.
Otro veterano del mismo grupo del Cahiers du Cinéma,
Claude Chabrol, estuvo presente en el festival, dentro de la sección
Perlas de otros festivales, con La fleur du mal (La flor del
mal), deslumbrante demostración de cómo se puede resolver
una retorcida intriga de escándalos familiares -entre pequeñoburgueses
de la provincia francesa, claro- con elegancia e inteligencia. Ese sentido
de la puesta en escena invisible es difícil encontrar en estos tiempos
de la cámara en mano, el corte rápido y demás tics
de un cine pretendidamente moderno. Resulta increíble que con una
carrera de 40 años y pico, los primeros impulsores de la teoría
del autor -Godard y Rohmer son los otros dos casos- sigan filmando con
la misma frescura, coherencia y maestría formal.
Aunque su presencia en este festival ha sido contada,
el cine asiático ha ofrecido otras opciones de calidad. El cine
coreano, en particular, ha ganado adeptos con Sa-lin eui chu-eok
(Memorias de asesinato), de Bong Joon-ho, logrado thriller
basado en un caso real de asesinatos en serie ocurridos a mediados de los
años 80, puntuado por curiosas alternancias de tono entre lo cómico
y lo dramático. De una perspectiva aún más oriental
es Bom, Yeoreum, Gaeul, Gyeowool, Geurigo, Bom (Primavera, verano,
otoño, invierno... primavera), del controvertido Kim Ki-duk,
que desde el título anuncia un relato cíclico de inspiración
budista. Así, una relación entre maestro y discípulo
se desarrolla en cuatro diferentes periodos, con la enseñanza primordial
de no intentar poseer lo que se ama. También exhibida en Perlas
de otros festivales, la cinta de Kim fue objeto de polémica al no
haber sido premiada en el pasado festival de Locarno. Ocurre hasta en las
mejores familias.
En cuanto a otras películas que han competido en
San Sebastián, coincido en la buena recepción que han tenido
la cubana Suite Habana, de Fernando Pérez, y The station
agent, debut del estadunidense Tom McCarthy. La primera es un documental
que recrea la vida cotidiana de varios personajes representativos de la
ciudad titular a lo largo de un día. Sorprende la fuerza emocional
que la película va acumulando con un uso muy efectivo de la música
y el montaje. Por su parte, The station agent es una simpática
comedia agridulce sobre un enano que encuentra la amistad en otro par de
personajes solitarios. El pequeño actor Peter Dinklage se perfila
como un candidato al premio a mejor actor, no por su buen desempeño
sino por ese pensamiento condescendiente que suele darse en los jurados.
Aunque todavía falta una película española
en concurso, En la ciudad, segundo largometraje de Cesc Gay, es
de prever algún reconocimiento para las otras competidoras, Noviembre,
de Achero Mañas, y Te doy mis ojos, de Iciar Bollain. Sobre
todo la segunda ha gozado de elogiosos comentarios de la prensa local,
aun cuando no rebasa la calidad de un correcto telefilme.
Finalmente, la mexicana Nicotina, de Hugo Rodríguez,
se ha exhibido ante un público muy receptivo a sus ocurrentes giros
argumentales. De hecho, la película se ha colocado en el segundo
lugar de la votación del Premio de la Juventud, detrás de
Intermission, la regocijante ópera prima del irlandés
John Crowley, que juega con una narrativa similar de hacer coincidir a
diversos personajes motivados por el crimen y/o el amor no correspondido.
(Por cierto, hoy se proyecta Sin ton ni Sonia, de Carlos Sama, la
expresión inepta del mismo esquema. No obstante su fracaso en México,
la película ha recibido un fuerte apoyo de su distribuidora en un
intento desesperado de estrenarla con éxito en España. Le
deseamos mucha suerte.)
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