.. | México D.F. Viernes 3 de octubre de 2003
El espectáculo del Cirque du Soleil inició
ayer su temporada en la Carpa Santa Fe
Dralion fusiona la tradición con la destreza
y la vanguardia visual
Es una celebración a la vida, donde la noción
predominante es la imaginación creadora
ARTURO CRUZ BARCENAS
Dralion, palabra fusión de dragón
y león, es una de las obras del Cirque du Soleil que se suman a
Saltimbanco, Alegría, Quidam, O y Mystère,
entre otras, en las que la estética visual de vanguardia se une
a la historia, a la tradición, al arte del movimiento, la acrobacia,
el humor, la destreza que lleva al límite la imaginación
y la capacidad humana de dominar los elementos. Dralion es el título
del espectáculo que inició ayer su temporada en la Carpa
Santa Fe, con funciones de martes a domingo.
Al ensayo general, realizado el pasado miércoles,
se dieron cita quienes ya han visto alguna obra del popular circo en Las
Vegas o en otras partes del mundo, así como para quienes la expectativa
de observarlo por primera vez los hizo llegar desde las siete de la noche,
para obtener un mejor lugar. El ambiente, familiar, hizo a los asistentes
aplaudir cada uno de los cuadros de Dralion, fusión del circo
chino en su dimensión ancestral y la postura avant-garde
del Cirque.
Dos
seres, uno mitológico, otro real, pero llevado al concepto de mito
y símbolo: el dragón, representante del Oriente, y el león,
de Occidente. Es fusión que hace un balance de dos modos de encarar
la realidad a través del movimiento, del vuelo, de la acrobacia,
de la luz, de la oscuridad, del humor. Dralion es la armonía
entre naturaleza y humanidad, entre el ser de carne y hueso y el que rebasa
el potencial humano por medio de una cuerda, de unos aros, de unas pelotas.
Una noción predomina: la imaginación creadora.
Pasado y futuro en el circo, ese ámbito que fascina
ante lo inesperado, frente a lo que no puede hacer con su cuerpo la mayoría
de los mortales. Los límites superados por medio de la maestría
física, mental. Dralion es una celebración a la vida,
donde se resaltan los cuatro elementos que mantienen el orden natural:
aire, agua, viento y tierra.
Desde 15 metros de altura, un aro plateado baja y sube,
aparentemente flotando, sosteniendo las herramientas que los maestros de
la acrobacia usan desde hace siglos. Son herederos de sus padres, éstos
de sus abuelos, y así, hasta la antigüedad. Cuatro clowns
serán el puente cómico entre cada cuadro.
Los doctores de la risa aconsejan estar pendientes de
las salidas de emergencia, para cualquier eventualidad. "De acuerdo con
el reglamento de bomberos...". Baila un dragón con antenas de plumas
de pavorreal. Una niña china se contorsiona sobre una mano. ¿Qué
es la fuerza? Nada es real, todo es relativo. Balancea su cuerpo, al que
sostiene con un brazo; pasa su masa corporal al otro. Nadie sabe la potencia
de un cuerpo.
No se vale pestañear. En un guiño se puede
perder el movimiento maestro, magistral. Un hombre y seis pelotas que ruedan
por su columna vertebral. Los juguetes parecen tener vida propia. Se someten
a la voluntad del cirquero, quien hipnotiza unas pelotas. Para allá,
para acá. Quietas. A volar. Bajan, pero las quiere ahí. Las
domina cual Maradona, cual Hugo Sánchez.
Va un ballet aéreo. Una pareja se besa imantada
por el espacio. Une sus labios. Se roza. Un beso en el aire. Amor en el
aire. Lo erótico es un magnetismo, una mirada. Ven hacia mí,
voy hacia ti. Aumenta la iridiscencia, la luz, el sonido, la música,
el fondo sonoro que lleva el ritmo.
Una torre humana, en la que cada piso es un cuerpo. Hasta
cinco pisos. Luego, otras figuras se apoyan en focos que no se rompen.
¿Cómo pisan, cómo anulan el peso que aplastaría
objetos más pesados? La concentración sin olvidar la risa.
Caminar sobre pelotas parece cosa fácil, pero sostener a otros sobre
los hombros mientras el juguete redondo gira es otra cosa. Es un jazz.
Tres dragones sobre una esfera. Brincan manteniendo el
equlibrio. Los clown hacen mofa de algunas escenas. Su humor sin
palabras es comprensible por los niños asistentes, quienes los aplauden
en medio de risas. Un clown va al cielo. Una tonada triste tocada
con un arco de violín y un zerrucho.
Una mujer se convierte en un rehilete. Gira hasta provocar
mareo. Al fondo, un rapel permanente, azul, rojo. A jugar la cuerda, a
brincarla. Fácil. Ahora dos, tres, cuatro a la vez. Sincronía
lúdica en la que varios cuerpos reptan brincando la cuerda desde
la punta de los pies hasta la cabeza.
Se ha sido niño otra vez. La música en vivo,
el canto envolvente, onírico. Es Dralion, el dragón
y el león, el Este y el Oeste, fusionados por los maestros del Cirque
du Soleil.
El sueño se extiende en sábanas multicolores,
con máscaras y trajes ajustados a la piel, para recordar que el
circo es cosa seria. Que el bufón, cuando bromea, está en
su elemento.
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