Amenazan en Guatemala a periodistas feministas de La Cuerda

El equipo de la revista feminista guatemalteca La Cuerda (20mil ejemplares impresos y su edición en Internet) ha sido amenazada telefónicamente por una voz masculina que las acusa de ser 舠antigobiernistas舡 y les advierte que se cuiden ya que 舠están identificadas舡. Ante ese hecho que repite los peores tiempos de la dictadura, Anamaría Kofiño, editora de La Cuerda, hace para Triple Jonada la siguiente reflexión.


Anamaría Cofiño K *

Nuestra generación fue perseguida, torturada y diezmada. La juventud no fue un periodo de libertad y desarrollo, más bien fueron años de dolor y rabia. Nuestras amistades y colegas iban cayendo bajo las balas de gobiernos militares que no toleraban ningún cuestionamiento, ninguna crítica.
Así que ahora, cuando recibimos una amenaza, no podemos más que recordar esa época terrible en la que una llamada de amenaza significaba que había que tomar medidas para salvar la vida. Cuando una voz anónima te llama, vos de sobra sabés que no es un juego, que es parte de esa añeja estrategia de intimidar y aterrorizar. Y también sabés que es una alerta, o un aviso, que cualquier cosa puede venir detrás. Cierto que los tiempos han cambiado y ahora ya no matan a quien les da la gana, pero también sabemos que los verdugos no fueron juzgados ni castigados, andan libres por allí, y cuentan con un ambiente de total impunidad que los ampara. Cuando te advierten que te cuidés por tu posición política, te están diciendo claramente que te tienen en la mira, que no les gusta lo que publicás o lo que hacés, y que si te volvés demasiado molesto, ellos te pueden eliminar. Así de fácil.
Entonces, una decide cómo cuidarse, qué hacer o dejar de hacer, y cómo conducirse para no caer en la paranoia inútil. En nuestro caso, hicimos las denuncias a las instancias legales, para que se de inicio a una investigación. Además, acudimos a los medios de comunicación nacionales e internacionales, a las agrupaciones del movimiento social y a nuestro público lector, para denunciar la situación que se vive en el país.
Vivimos un periodo democrático, en el que los derechos ciudadanos supuestamente están garantizados, por ello, desempeñamos el trabajo legal y abiertamente, en la confianza de que no hay por qué sentirnos vulnerables. Al exponer libremente nuestras ideas y pensamientos contribuimos al fortalecimiento de la institucionalidad. Hacemos uso de un derecho constitucional, y ejercerlo es nuestro aporte a este proceso de transición. Tomar la palabra es para nosotras una necesidad, un deber. Abrir espacios de discusión y debate, manifestar opiniones críticas es nuestra manera de ampliar la democracia.
Las mujeres y sus organizaciones no la han tenido fácil nunca. Durante la guerra, fueron miles las víctimas inocentes que murieron, padecieron la persecución, o vivieron exilios prolongados. Volver e incorporarse a la vida normal, participar en los procesos políticos actuales, es otra etapa para quienes siguen creyendo que Guatemala merece un destino mejor. Y aunque el acoso ha disminuido, no se ha detenido.
El hecho que sólo en lo que va de este año, tengamos ya una lista de más de 200 mujeres salvajemente asesinadas, es desalentador. Igualmente lo son los múltiples allanamientos y atentados contra defensores de derechos humanos. Paradójicamente, las mujeres hacen acopio de fuerza y son cada día más aguerridas, decididas y claras en sus luchas. Aumentan y abundan las guatemaltecas que desenmascaran a los poderes ocultos, desafían al sistema de impunidad y presentan opciones de cambio. De un lado hay obstáculos y limitaciones; de nuestra parte, gran empeño y tesón.
En La Cuerda siempre supimos que llevar adelante este proyecto era correr riesgos, pero, asumido esto, hemos hecho y dicho todo lo que consideramos justo. Hemos luchado contra la autocensura y protestado cuando ha sido necesario. Estamos convencidas que nuestra labor periodística es parte importante del movimiento social por la paz. Hay momentos en que las dudas logran filtrarse y hacer mella, pero siempre surge quién nos de ánimo y aliento para no cejar. Mujeres campesinas, indígenas, trabajadoras, intelectuales, políticas y artistas nos han acompañado desde el inicio y ahora están firmes, listas a acudir a nuestro llamado, o atentas, para darnos cariño y estímulos. Así, el temor da paso al coraje, a la sensación de estar en lo cierto.
No estamos ni nos sentimos solas. Con nosotras están miles de personas que desean que este pobre país salga del agujero y se convierta en una tierra buena para todos. Eso es lo que nos mantiene seguras y con ganas de seguir dando cuerda.

* Editora de La Cuerda