Mujeres de Atoyac, ayer cafetaleras, hoy migrantes generadoras de remesas

舦 Sus envíos, importante solución de las carencias económicas
舦 Sus nuevos roles: capital migratorio y administradora de remesas
舦 Las autoridades solo extrañan a los varones por su ausencia en los programas de apoyo

Fabiana Sánchez Plata*


El estado de Veracruz aparece en el escenario migratorio después de que sus habitantes han agotado las opciones de trabajo en la región, donde hay una nueva situación de pobreza relacionada a la crisis por la que pasan muchos de los cultivos primarios que por muchos años dieron sustento económico a cientos de grupos domésticos. La región de Atoyac, ubicada en el centro de Veracruz, zona que fue muy productiva en café de calidad, es hoy una zona donde habitan hombres y mujeres que enfrentan el dilema entre quedarse a esperar la mejora del precio de su producción o buscar otras opciones de vida. Quienes se quedan tienen que buscar cómo diversificar sus ingresos, diversificación que puede ser tan amplia o tan corta según los recursos económicos. Y quienes se van, se transforman en recursos humanos que contribuyen -a distancia- en la solución de todas las carencias económicas que se padecen. El historial de las personas que habitan en la Sierra de Atoyac está ligado a la producción del café producido en minifundio (3 y 5 has.), una población aparentemente rica en recursos naturales, pero carente de recursos económicos a nivel municipal, estatal y federal.

Aunque esta población cafícola no se benefició ampliamente con las bondades del café en tiempos de bonanza, por lo menos recibía un ingreso seguro en cada cosecha y recurría al trabajo eventual para complementarlo. Conforme la crisis del café empezó a dificultar la generación de los ingresos se fueron necesitando nuevos elementos de sobrevivencia que no fácilmente se encuentran en la región llevando a madurar la idea de abandonar la finca de café. La tendencia es encausarse en la migración a cualquier parte del país, siempre con la expectativa de ganar mejor para mejorar niveles de vida. Así, ahora, se van los hijos, el esposo, el hermano, y se va la mujer. La opción más viable es salir a Estados Unidos. Si Hace 10 años el varón no se visualizaba como migrante mucho menos la mujer, cuya historia entre el trabajo reproductivo y productivo descansaba en la finca de café y las labores domésticas.

La migración femenina de la región poco a poco va construyendo una historia análoga a la de otras migraciones del país. Al debilitarse la economía sustentada en el café, las mujeres asumen la responsabilidad -al mismo nivel que el varón- de salir a buscar cómo generar ingresos. Mujeres que se van a la ciudad de Córdoba, Orizaba, Veracruz, Ciudad de México y Puebla a trabajar como empleadas domésticas y en los últimos años a las maquiladoras del estado. La experiencia en esta última ocupación, las empuja a sumarse a los grupos de varones que van a Ciudad Juárez y Chihuahua a emplearse en las maquiladoras; ellas van motivadas por la asesoría de las agencias de 舠colocación y traslado de personal舡, instaladas en Córdoba. Los argumentos para promocionar esas salidas giran en torno al suficiente trabajo en las fabricas- maquiladoras-, la facilidad para colocarse, las 舠buenas pagas舡 y las prestaciones médicas. Desplazarse a Ciudad Juárez y -ahora por el reacomodo de las maquiladoras- a la ciudad de Chihuahua, para algunas mujeres es el precedente para emprender la carrera hacia Estados Unidos.

Aunque no hay números de mujeres que se van de la Sierra de Atoyac, sabemos que tienen su origen en las trece comunidades del municipio de Atoyac, y Tepatlaxco, donde escasamente las autoridades municipales llevan un control de la población que sale, y mucho menos el de las mujeres. La invisibilidad de su ausencia no es más que la invisibilidad de las mujeres en la parte productiva, pues se les sigue conceptualizando como 舠ayuda familiar舡. Las autoridades municipales se quejan de la ausencia de los varones para operar ciertos programas de apoyo en su visión de que sólo el varón es quien trabaja en la finca, siendo que la mujer es parte del capital social con que se sostiene la economía doméstica de estos grupos.

Así la mujer cafetalera de la Sierra de Atoyac, Ver., asume una importante relevancia económica desde dos hechos; como administradora de las remesas y como capital migratorio. Sobre este último, las mujeres de la Sierra de Atoyac no se suman como migrantes de 舠reunificación familiar舡, sino como sujetas activas en la economía familiar. Estas mujeres cuya historia se había forjado en el trabajo en los cafetales, pasan 舑en Estados Unidos- a lavar platos en los restaurantes, a asear habitaciones en los hoteles de Virginia y San Francisco y a codificar la producción de las carpinterías en Denver.

Mujeres que rompen con la costumbre de vivir bajo la sombra del padre o esposo, encuentran en la migración a Estados Unidos el factor potenciador que las lleva a construirse como elementos que estructuran muchas de las relaciones afectivas y económicas, principalmente. Desde su subjetividad de género se fortalece la responsabilidad de proteger y sacar adelante al grupo familiar, además de asumir actitudes de empatía hacia la problemática de su mismo género. Por amor, lealtad y humanidad, deciden hacer suya la obligación de emigrar a Estados Unidos bajo la esperanza de ganar dinero, el suficiente para salvar la vida de alguna persona enferma, de hacer que mejoren las condiciones de vida, de saldar las deudas contraídas por los padres, y en general, de solucionar todas las carencias económicas que conforman su historial.

Al partir dejan a una madre en la angustia por la incertidumbre del paso y la colocación laboral, y al igual que el varón han superado el ritual de paso a Estados Unidos. Para fortuna de ellas, todas han logrado el paso y se han instalado en un trabajo, en el que según ellas, hay leyes que las protegen contra el maltrato o abuso laboral y violencia proveniente del género masculino. 舠Allá nada de que un hombre te va a poner la mano encima porque hay donde lo puedes acusar y te hacen justicia, o nada de que un hombre te chuleé y te falte el respeto cuando estés trabajando porque vas y le dices al guardia y luego, luego lo corre舡, aquí ¿cuándo vas a ver eso?. Estas son acciones mínimas de convivencia entre los géneros, y que como género femenino, aquí en sus comunidades nunca habían vivido, por eso, para ellas esta experiencia es magnificante, las lleva a sentirse favorecidas y seguras de sí mismas en su condición de migrantes.

Estas migrantes de la Sierra de Atoyac, tienen oportunidades diferenciadas para integrarse laboralmente en Estados Unidos; por consiguiente, hay diferenciación en sus ingresos, los cuales no pueden diferenciarse dentro del monto de remesas individuales que llegan a esta región. Si hay desconocimiento sobre las mujeres que emigran a Estados Unidos, lo hay también en contribución. En el manejo del monto oficial de las remesas no se habla de la contribución de las mujeres porque no hay interés por conocer el rostro humano que está haciendo la tarea de los gobiernos 舑a distintos niveles舑 para combatir la pobreza y, que además contribuye al enriquecimiento de las grandes agencias de envíos de dinero que toman hasta un 21% del monto de cada remesa.

Reconocimiento de la mujer en la aportación y manejo de las remesas

Para algunas el reconocimiento de su contribución económica viene del grupo doméstico, en parte demostrado con el respeto y prestigio que ellas adquieren ante el resto del grupo doméstico por ser sujetas portadoras del dinero, con la posibilidad de tomar decisiones sobre su dinero -elegir a quién se le da acceso a las remesas, y decidir la inversión del dinero en lo que para ellas es prioritario-, todo lo cual lo cual fortalece su autoestima y autovaloración
Por solidaridad con su mismo género, es común enviar las remesas a nombre de la madre como una forma de darle acceso al dinero y que a través de éste se solucionen las necesidades prácticas de las mujeres que se quedan en la comunidad. También suele alternarse el orden de envió: una vez al padre y otra a la madre intentando equilibrar el beneficio entre la madre y el padre.
No obstante, la madre no siempre logra la equidad de los beneficios ya que aquello que para una mujer se evalúa como beneficio está en función de las necesidades familiares y no en los de la propia mujer. Por otro lado, cuando el dinero llega etiquetado para alguna inversión, generalmente el varón es quién se encarga de realizarla; respaldado en su papel de jefe, pocas veces da libre acción de la mujer.

Otros beneficios de las remesas

Para las que se van, se generaliza un cambio en las estructuras emocionales que se fortalecen con la disponibilidad de los ingresos y el acceso a éstos. Para las mujeres que se quedan, los beneficios se valoran en función de la solución de las necesidades prácticas. Retener el ingreso-remesa enviado, puede ser una forma de potenciación para negociar tanto algunas de sus propias necesidades, como la reproducción de dichas remesas con base en las oportunidades que visualizan las propias mujeres.

*Investigadora del Colegio de postgraduados Campus Córdoba