México D.F. Miércoles 8 de octubre de 2003
Gustavo Iruegas
No busca quién se la debe, sino quién se
la paga
En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial,
en febrero de 1945, se celebró en Chapultepec la Conferencia Interamericana
sobre Problemas de la Paz y de la Guerra. En la ambiciosa agenda que sugiere
su título, la conferencia planteaba la necesidad del sistema interamericano
de redefinirse a sí mismo ante el cambio de la circunstancia mundial.
De la conferencia surgió, además de 60 resoluciones,
el compromiso de celebrar las tres convenciones que formaron la estructura
del sistema interamericano de posguerra. Ya en plena guerra fría
se firmaron el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
o Tratado de Río, en 1947, y en 1948 el Tratado Americano de Soluciones
Pacíficas (o Pacto de Bogotá) y la Carta de la Organización
de los Estados Americanos. Esta última como el instrumento orgánico
respecto del cual los otros dos tienen carácter colateral.
El esquema, bien logrado en su concepción jurídica,
funcionó precariamente en la práctica. El Pacto de Bogotá
tuvo muy pocas adhesiones y quedó en desuso, aunque para México
su esencia sigue siendo el principal instrumento de la seguridad y la primera
de lo que ahora llaman "medidas de confianza". El Tratado de Río
fue firmado y ratificado por todos los estados a los que estaba dirigido
en el momento de su creación, pero la mayoría de los que
accedieron a la independencia posteriormente no lo hicieron cuando ingresaron
a la OEA. El TIAR contiene, como explicó don Antonio Gómez
Robledo, "los compromisos más onerosos asumidos hasta ahora por
las repúblicas americanas en su vida de relación... (pues)
se trata de un documento jurídico cuyo fin es transformar en un
deber el derecho a la legítima defensa individual o colectiva".
Más grave aún fue que, dos años después
de concertado el TIAR, Estados Unidos firmó la Carta del Atlántico,
por la cual se crea la Organización de los Estados del Atlántico
del Norte, que como el TIAR gira alrededor del concepto de defensa mutua,
con la diferencia sustantiva de que éste sí es orgánico
y tiene en la práctica el carácter estratégico que
Estados Unidos no da a sus aliados latinoamericanos, como se hizo patente
en la guerra por las islas Malvinas. El esquema OEA-TIAR-Pacto de Bogotá
mantuvo su precaria vigencia jurídica a lo largo de la guerra
fría, aunque en la realidad las repúblicas americanas
sufrieron en carne propia la facultad que Estados Unidos se arroga de aplicar
el derecho internacional sólo a terceros.
Durante el decenio siguiente al colapso de la Unión
Soviética y el socialismo europeo, Estados Unidos concentró
sus esfuerzos en resolver la situación que se produjo cuando la
alianza atlántica se quedó sin enemigo al frente: la Europa
unida se perfila como nueva potencia capaz de competir y, eventualmente,
convertirse en adversaria de Estados Unidos. La solución se hace
aparente cuando los aliados encuentran que es del interés de ambos
inducir en el resto del mundo los valores occidentales y al mismo tiempo
mantener los privilegios del norte. (El resto del mundo resulta ser el
oriente y el sur. Desde luego, no se trata de puntos cardinales, sino del
eufemismo moderno que por buenos dice Occidente; por ricos, Norte; malos
por Oriente; y pobres, Sur.)
La primera guerra de Irak es el ensayo de una guerra en
la que, con la bendición del Consejo de Seguridad, 700 millones
de ricos-buenos enfrentaron a 17 millones de pobres-malos. Durante la destrucción
de Yugoslavia -que tiene como premio ser el sueño dorado de cualquier
militar: ganar una guerra sin tener una baja- se cumplieron 50 años
de la creación de la OTAN. La ocasión sirvió para
redefinir la misión de la alianza que dejó de ser puramente
defensiva para convertirse en aparato vigilante de la conducta del resto
de los países, a los que puede corregir y aun castigar por motivos
simplemente doctrinarios.
En 1998 se celebró la segunda reunión en
la Cumbre de las Américas y en ella los presidentes y jefes de go-bierno
acordaron que la OEA celebrase una Conferencia Especial de Seguridad en
los primeros años del siglo xxi. Posteriormente, en 2001, en Québec,
durante la tercera cumbre, los presidentes decidieron que la conferencia
se celebre en 2004.
En septiembre del mismo 2001 el presidente Fox realizó
una visita formal a su colega Bush. A la mañana siguiente pronunció
un discurso en la OEA en el que anunció la intención de México
de denunciar el TIAR y ofreció hospedar la conferencia de seguridad.
Cuatro días después el mundo cambió.
Sólo el bombardeo atómico sobre Hiroshima
y Nagasaki supera en su inmensa brutalidad el ataque terrorista sobre Nueva
York, pero el derrumbe de las Torres Gemelas fue presenciado en todo el
mundo y causó una lógica y generalizada reacción de
rabia, repudio y temor. La respuesta estadunidense fue lenta y anticlimática,
pero el ataque sobre Afganistán, cuyo fanático y perverso
gobierno fue identificado como responsable (o al menos protector de los
causantes) de las atrocidades del 11 de septiembre, fue devastador, aunque
insuficiente. No ofrecía al pueblo estadunidense la prueba de que
el osado criminal había sido castigado y sus seguidores eliminados,
detenidos o disuadidos. El presidente Bush, a contrapelo del Consejo de
Seguridad, decidió cobrarle a Irak la deuda de Al Qaeda y con ello
inauguró un nuevo capítulo en la historia de las relaciones
internacionales.
Ya en 2002 -vale decir, después de 11/9-
los países del Caribe propusieron que la conferencia adoptara la
perspectiva multidimensional de la seguridad y la Asamblea General de la
OEA aceptó. En el concepto está implícito que, a diferencia
de la época de la guerra fría, cuando el enemigo era
uno y lo identificaba Estados Unidos, hoy la diversidad en dimensión
y condición de los estados de la región hace que cada uno
esté en capacidad y derecho de definir sus prioridades de seguridad.
En estas circunstancias México hospedará, duarante tres semanas,
la Conferencia especial de Seguridad. La diplomacia mexicana vela las armas
con que se medirá a sí misma -y será medida por propios
y extraños- durante la que será, verdaderamente, la segunda
conferencia de Chapultepec.
Ex subsecretario de la Secretaría de Relaciones
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