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México D.F. Miércoles 8 de octubre de 2003

Arnoldo Kraus

Los muertos

Cada vez que quiero decir algo acerca del conflicto entre los israelíes y palestinos reparo, profundamente, acerca de lo que quiero -y puedo- decir sobre el conflicto entre israelíes y palestinos. Siempre concluyo, con tristeza, que me encuentro atrapado en un pensamiento idéntico a lo que escribí en este párrafo: quisiera decir "algo sobrio", "algo útil" y nada bueno resulta.

Atrapado en un discurso tautológico, con empiezo, sin fin, intento reflexionar. Intento encontrar en los periódicos un discurso coherente, una brizna de luz, una sensación que tenga el sabor de la esperanza, aunque sepa a realidad. Un alegato tautológico -proposición que siempre es verdadera, independientemente de su contenido e incluso del valor de verdad de los elementos que emplea- que afirme que los más, los muchos más, en Israel y en Palestina desean la paz. Un discurso que sirviese para vindicar lo humano de lo humano. Que sirviese para ubicar a Sharon, a Arafat, a Bush y a todos los dirigentes árabes que nunca han cesado de alimentar la hoguera. Cada vez que quiero escribir algo del conflicto entre palestinos e israelíes recuerdo que antes de todos los ciudadanos normales existen todos los dirigentes aludidos.

En ambas poblaciones, desde que estalló la segunda intifada, lo que más hay es odio y muertos. Muchos muertos. Muchos niños, muchos, ancianos, muchas madres. Muchos planes de vida arruinados para siempre. Los que más mueren son inocentes. Personas comunes y corrientes que nada tienen que ver con la guerra. Que se ocupaban solamente de su oficio de vivir y que hubiesen querido que la conciencia de guerra y de amenaza continua no fuese ni tan constante ni tan asfixiante.

En lo que más se asemejan las dos poblaciones es en el número de muertos inútiles y en el fanatismo. En eso sí se parecen: ambas entierran cadáveres "extemporáneos" y en ambas los fanáticos atizan el rencor. Siempre he pensado que los ultras de una u otra confesión se parecen más entre sí que a las personas de su propio pueblo.

Cada vez que quiero escribir algo acerca del conflicto entre israelíes y palestinos recuerdo que los muertos suman miles. ƑAcaso un muerto no podría ser suficiente? La venganza engrandece y "cura" a quien la efectúa, pero nunca le permite reparar en el mal inherente al odio. La venganza es una espiral sin fin.

En ambas poblaciones la vida se ha detenido. La economía se marchita mientras envejece la segunda intifada. La educación sufre mientras se construye el muro que pretende impedir el paso de los terroristas. La razón se transformó en sinrazón desde que Rabin fue asesinado en nombre de Dios. La palabra seguirá perdiendo peso y valor mientras Hamas y Jihad Islámica sigan recibiendo dinero de los gobiernos árabes para alimentar terroristas. El arte, el arte como valor moral, como espacio ético, como conciencia, también ha perdido su mensaje.

La vida y todas las vidas de israelíes y palestinos padecen lo indecible. A los muertos y a los deudos hay que agregar que la vida se ha interrumpido y que la incertidumbre es la constante que domina el día a día de la inmensa mayoría de los ciudadanos que ahí habitan. Cada vez que quiero escribir algo acerca del conflicto entre israelíes y palestinos recuerdo que todos los valores mencionados han sido fracturados y que el fanatismo y el terrorismo han ganado la batalla. Recuerdo también que escribo desde México y que quizás no tenga derecho a hacerlo.

El fanatismo y el terrorismo han crecido conforme ha decrecido el diálogo. Han crecido y se han multiplicado contra toda esperanza. No hay interlocutor, no hay escapatoria, no hay presente, no hay razón suficiente. Ese es el corazón del problema: los fanáticos se multiplican, los pacifistas se enjutan y el terror crece. Antes pensaba que las "potencias mundiales" podrían modificar el mapa de la violencia. Ahora sé que ese tiempo, su tiempo, ya pasó.

En su libro Contra el fanatismo, Amoz Oz, escritor israelí, pregunta: "ƑQuién habría pensado que al siglo xx le seguiría de inmediato el siglo xi?" La pregunta resume el retroceso de la humanidad y la poca influencia que sobre la conducta y la moral han tenido el conocimiento, las artes, el saber.

Cada vez que quiero decir algo acerca del conflicto entre israelíes y palestinos me topo con la página vacía o con las fotos en los periódicos que muestran restos humanos. Entre la página que espera, y los cientos y cientos de seres humanos destrozados por bombas, sólo queda la realidad de los muertos y el dolor interminable de sus familiares.

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