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México D.F. Miércoles 8 de octubre de 2003

José Steinsleger /II

Insurgencia en Bolivia

Simón Bolívar y el Che Guevara fracasaron en sus afanes para revertir las condiciones de opresión y dependencia de Bolivia, piedra angular de la geopolítica sudamericana. Pero fue en este país de montañas galácticas, áridas mesetas andinas y feraces territorios selváticos donde la fiebre de ambos libertadores los movilizó en pos de una causa común: la unidad de los pueblos latinoamericanos.

La excepcional ubicación del país andino -que algunos autores han comparado con la de Polonia- y los alzamientos populares ininterrumpidos contra el saqueo de sus recursos naturales (plata, salitre, caucho, estaño, petróleo, gas) contribuyeron a singularizar las distintas expresiones del nacionalismo cultural y político boliviano.

Nueve siglos antes de la llegada de los españoles, la civilización de Tiawanacu-Huari (aymaras) y del Incario después (quechuas) fueron las primeras en descubrir que las tierras situadas al sur del Tahuantinsuyu (Collasuyu) conformaban un nudo estratégico que facilitaba la integración económica y política subregional.

Durante la Conquista y la época virreinal, los cerros del llamado Alto Perú expulsaron el mineral de color "argen", haciendo que millones de indios escupiesen su sangre para que las naciones feudales de la cristiandad viviesen en el derroche y el esplendor.

Cuando a causa de las luchas independentistas Londres bloqueó el comercio de mercurio (esencial para la producción de plata), la oligarquía minera decayó. En 1825, ante el desdén antibolivariano de Buenos Aires (ciudad que a las "provincias del Alto Perú" debía el nombre de su río, del país y sus graduados en la Universidad de Charcas, hoy Sucre), Bolivia se independizó. "Si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia", diría un presbítero ilustrado de la emancipación.

Cuarenta años después una frustrada y confusa Confederación peruano-boliviana (1837-39) allanó el camino para que los monopolios británicos del salitre impulsaran el expansionismo militar chileno. En la guerra del Pacífico (1879-83) los bolivianos se quedaron sin salida al mar y a fines del siglo xix un grupo de caucheros yanquis al servicio de Brasil se apoderó del territorio amazónico de Acre.

En las primeras décadas del siglo xx, con el auge del estaño (metal inoxidable que sirve para revestir las latas de alimentos), surgió la fatídica rosca minera que funcionó como un auténtico gobierno paralelo: nombró y derribó presidentes, eligió diputados, designó ministros, sobornó generales, tuvo diarios propios y su policía resultó más eficiente que la del Estado. Generaciones de obreros, mineros, indígenas y campesinos que no alcanzaban a vivir 35 años, víctimas de la desnutrición y el polvo de sílice (silicosis), fueron masacradas y exprimidas por la rosca. El escritor Sergio Almaraz apunta: "Hay que conocer un campamento minero en Bolivia para comprender cuánto puede resistir el hombre".

La guerra del Chaco (1932-35) con Paraguay, contienda con nítido olor a petróleo, causó 100 mil muertos en ambos bandos. Derrotada, Bolivia fue obligada a ceder 250 mil kilómetros cuadrados de sus territorios del sureste. Pero el saldo terrible de la guerra y las luchas contra la rosca, llevaron a la insurrección popular del 9 de abril de 1952, eco andino de la Revolución Mexicana. En duros combates, las milicias obreras y campesinas derrotaron al ejército nacional. El aparato militar fue desmontado y los oficiales fueron obligados a desfilar por las calles de La Paz con las gorras al revés, en señal de humillación.

Al año siguiente el Che pasó fugazmente por Bolivia y con ojos de águila el joven médico de 25 años emitió su diagnóstico: "Esta revolución fracasará si no logra sacudir el aislamiento espiritual de los indígenas, si no consigue tocarlos en lo más profundo, conmoverlos hasta los huesos, devolverles la estatura de seres humanos..." Tenía razón. Aquel movimiento liderado por Víctor Paz Estenssoro (1907-2001), que arrancó con posiciones claramente nacionalistas, populares y revolucionarias, acabó cediéndole todo a la burguesía conservadora pro imperialista.

En su tercera presidencia (1985-89), Paz Estenssoro abrió de par en par las puertas al neoliberalismo. El modelo que la dictadura del general Hugo Bánzer (1971-79) no tuvo pleno éxito en aplicar fue llevado a la perfección por las democracias "representativas" de los presidentes Jaime Paz y Gonzalo Sánchez de Losada. Buena parte de las minas se cerraron, 70 por ciento de la población se hundió en la desocupación, el hambre, la insalubridad y la miseria, y miles de trabajadores se fueron a cultivar la hoja de coca en las selvas del Chapare.

Así nació el movimiento cocalero y el proceso de la actual crisis terminal, que la perversidad mediática parte en dos: "la Bolivia del progreso y el trabajo" y la "Bolivia del conflicto y la huelga". Traducción: la Bolivia del entreguismo y la explotación, y la Bolivia de la dignidad y la rebelión.

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