305 ° DOMINGO 26 DE OCTUBRE  DE 2003
 La relación prensa-poder vista desde las regiones
“No pago para
que me peguen”,
divisa vigente

JESUS RAMIREZ CUEVAS

En casi todo el país la frase acuñada por el presidente José López Portillo continúa siendo moneda corriente en la relación de los gobiernos con la prensa. Hay excepciones, pero a la práctica antigua y nueva de los priístas, se agregan los gobernantes perredistas y panistas –y también las elites económicas y religiosas–, que todavía ven en el periodista el estenógrafo de sus palabras y el cronista de sociales de sus actos. Si algún medio o reportero los incomoda con su información crítica, lo intentan comprar o acallar. Al mismo tiempo, informadores y medios ejercen y amplían el clima de apertura exigido por el desarrollo democrático

Ilustración de Ricardo PeláezEN SU MENTE SOLO HABIA PENSAMIENTOS "psicoanalíticos" cuando se refirió al periodismo crítico: "¿Una empresa mercantil organizada como negocio profesional, tiene el derecho a que el Estado le dé publicidad para que sistemáticamente se le oponga? Esta, señores, es una relación perversa, una relación morbosa, una relación sadomasoquista que se aproxima a muchas perversidades que no menciono aquí por respeto a la audiencia. Te pago para que me pegues. ¡Pues no faltaba más!" Estas son las palabras del presidente José López Portillo al responder a las críticas del periodista Francisco Martínez de la Vega, durante la comida del Día de la Libertad de Prensa, el 7 de junio de 1982.

Martínez de la Vega, a nombre del gremio, denunció la decisión de retirar la publicidad oficial a medios opositores: "Cuando la autoridad sataniza a un profesional o a una publicación, algo falla en esa relación, pues basta que se haga pública la hostilidad de una autoridad hacia algún órgano periodístico para que la existencia de ese órgano se haga casi imposible…" (Citado en Tiempo de saber. Prensa y poder en México. Julio Scherer y Carlos Monsiváis, Aguilar, 2003, p. 225).

Aunque para sus ex colaboradores fue sólo una malhumorada del presidente, la anécdota revela con nitidez los vínculos entre el Poder y la prensa durante el régimen del PRI, así como la ruptura que comenzaba a darse.

Por décadas, los medios de comunicación, con notables excepciones, se subordinaron al gobierno, o mejor, al mandatario en turno. Al ver en la versión oficial a la única explicación posible de la realidad nacional y/o regional, los medios formaron parte del sistema político.

En esas épocas de soberbia presidencial, a pesar de las dificultades de la tarea –mayores aún en los estados–, algunos medios y periodistas investigaron las actuaciones ilegales del Poder y difundieron lo que éste quería invisibilizar.

Hoy se vive un clima de apertura y crítica en el ejercicio periodístico. Sin embargo, persisten las tendencias ansiosas de controlar las informaciones que incomodan a los poderes públicos. Aún se recurre a la censura y la autocensura, y a métodos coercitivos a través de la publicidad, las auditorías, las amenazas de boicot de anunciantes, etcétera. Aunque los dueños de los medios son los mismos de antes, la sociedad se ha vuelto más exigente y hace imposible el retorno al monopolio informativo del Poder.

En este contexto, se inscribe la experiencia del periodismo en las regiones, donde todavía –a falta de contrapesos– la mayoría de gobernadores, jerarcas de la iglesia y empresarios ejercen su influencia como antaño.

Entrevistados por Masiosare, dos periodistas regionales, Francisco Barradas, director de la Revista Bi editada en Zacatecas, y Alejandro Irigoyen Ponce, subdirector editorial del diario El Siglo de Torreón, cuentan sus experiencias y analizan tendencias.

De cómo en el norte se tomó distancia del oficialismo
En los últimos años, distintos medios regionales han ganado independencia y prestigio frente al Poder. Alejandro Irigoyen explica lo ocurrido en el norte del país: "Desde mediados de los ochenta, los dueños de periódicos líderes de plaza, incentivados por el éxito de El Norte de Monterrey y El Diario de Ciudad Juárez, apostaron por un periodismo que buscaba rescatar al lector (y también al anunciante: el empresario en guerra contra el gobierno y un tanto pro-panista) como el primer y único interlocutor válido". Esta experiencia se consolidó en Ciudad Juárez, Monterrey, Hermosillo, Chihuahua, Reynosa y Torreón. "Los periodistas de El Diario, El Mañana, El Imparcial, El Siglo y El Heraldo de Chihuahua –dice Irigoyen– encontraron como exigencia propia del oficio el eliminar complacencias hacia la autoridad y marcar una diferencia con la ‘prensa oficialista’". Según el directivo de El Siglo, "esto fue posible por el éxito comercial de los medios que abrazaron esta estrategia, que a la vez (en la mayoría de los casos) se traducía en un mejor salario para los periodistas y eliminaba la necesidad de buscar acuerdos remunerados con gobernadores y alcaldes".

En un contexto que les demandaba independencia, estos medios privilegiaron la circulación y la publicidad comercial sobre los convenios de publicidad con las instancias de gobierno.

Fundado hace 80 años, El Siglo de Torreón mantuvo, como pocos, "una sana distancia del poder público". Irigoyen recuerda que "se llegó al extremo hasta hace tres años de que no se publicaba nada, ni siquiera fotografías de candidatos o funcionarios, incluyendo alcaldes y gobernadores de Coahuila y Durango, si no era pagado y con su respectiva leyenda de ‘inserción pagada’. Hoy se mantiene intacto ese periodismo crítico, con agenda propia y de servicio al ciudadano, al lector y al anunciante". El caso de El Siglo es singular, aunque admite anotaciones. Irigoyen aclara: "Más allá de acuerdos puntuales que correspondían al interés del dueño del periódico con determinado personaje político, nunca se convirtió la negociación en política editorial ni se sostuvo más allá de la coyuntura. Mi experiencia –agrega– es ajena a lo que fue la realidad para la mayoría de los periodistas en la República."

No obstante, el diario se enfrenta al Poder: "Las frecuentes demandas penales contra reporteros y el mismo medio –que nunca prosperan–, dan cuenta de que resultamos incómodos para las autoridades municipales y estatales (algunas panistas, como la de Torreón; o priístas como la de Gómez Palacio)"

Estos ejemplos –dice– "dejan clara la vocación autoritaria y antidemocrática" de gobernantes que se molestan "ante cualquier expresión que escapa al rígido planteamiento de que ‘si no estás conmigo entonces eres mi enemigo’". Esta actitud, puntualiza, "por simplista y primitiva, se antojaría superada desde hace décadas, pero no es así".

Según Irigoyen, la única limitante que asume El Siglo es "ponderar la conveniencia de matizar ciertas informaciones (sin violentar la línea editorial) cuidando a nuestros grandes anunciantes y que se traduce, por ejemplo, en escribir ‘conocida cadena de autoservicio’ en lugar de Soriana, Gigante o Wall Mart". Alejandro Irigoyen celebra el periodismo que practica El Siglo, donde "el poder público es una fuente fundamental de información, ya que es obligación del periodista el someter al escrutinio ciudadano todo lo que sucede en la esfera de poder para que así pueda tomar decisiones", pero donde al mismo tiempo, el diario "encuentra en los ciudadanos comunes una fuente rica de información, elabora su agenda mediante trabajos especiales de investigación y explora el periodismo narrativo, la ‘crónica urbana’ y las radiografías de colonias. Cubre tragedias e historias de éxito; entrevista lo mismo al alcalde que al bolero". En Zacatecas, Monreal manda en las redacciones.

La trayectoria de Francisco Barradas ejemplifica las contradictorias relaciones de la prensa con el poder. Actualmente es director de la Revista Bi–una de las pocas publicaciones binacionales dedicadas al tema migratorio–; antes fue reportero, jefe de información y director de un diario zacatecano.

Barradas reside desde hace siete años en Zacatecas aunque se formó como periodista en la capital del país –obtuvo el premio nacional de periodismo con la famosa filtración del pase de charola de Carlos Salinas a los empresarios en apoyo a la campaña presidencial priísta. Por su labor periodística ha sido brevemente encarcelado, amenazado y hasta despedido de su medio.

A ese estado llegó como jefe de información del diario Imagen –meses después sería nombrado director–, cuando el dueño Luis Enrique Mercado y su equipo, apostaron al candidato priísta a gobernador José Olvera, que perdió ante Ricardo Monreal, ex priísta que contendió por el PRD.

A partir de entonces, Imagen se enfrentó al nuevo gobernador; por lo mismo, el año pasado, tras presiones de Monreal el dueño despidió a Barradas. Siete meses después, funda la Revista Bi, apoyado por otro grupo influyente en el estado que encabeza el investigador Miguel Moctezuma y Guadalupe Gómez, presidente de la Federación de Clubes Zacatecanos en California.

En su trabajo como jefe de información en Imagen, Barradas padeció el trato de la clase política local a los periodistas: "En 1997 el PRI destapó a sus candidatos a diputados federales en Zacatecas. El hoy senador José Bonilla, uno de ellos, llamó al diario y me informó que acababa de rendir protesta como candidato. Me aclaró que era amigo del dueño del periódico y comenzó a ordenarme: ‘Quiero que la nota diga que en mi evento hubo más gente que en cualquier otro, que mi discurso fue muy bueno y que me aplaudieron mucho, que voy a ganar’." Barradas no lo hizo. Según el director de Bi, "los políticos suponen que los periodistas no piensan. Creen que uno siempre dice lo que otros dictan. Esta suspicacia es producto del menosprecio. El periodista es visto como un muerto de hambre, un pobre diablo al que se complace embriagándolo; y cuya única función es la de ser el más barato de los publicistas. Los propios periodistas lo propician por su incultura, su incontrolable rapiña y esa dignidad de perros de taquería que los caracteriza –me refiero específicamente a los zacatecanos y no a todos, claro. Así nos ven y así nos tratan".

El ex director de Imagen revela que "como antaño lo hacían los priístas, hoy los perredistas –y panistas– en el poder contemplan al periodista como estenógrafo, y si alguno llega a molestarlos con su crítica, entonces intentan comprarlo o acallarlo".

Confirma que a pesar de la alternancia, las prácticas con la prensa siguen intactas: "Los convenios de publicidad con el gobierno estatal son correas de sujeción. El periódico que no atienda los dictados desde Palacio, el que desoiga las sugerencias para suavizar determinada información, el que insista en contar la historia no oficial, pierde ingresos de publicidad".

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Con ironía, Francisco Barradas refiere: "Me río cuando el Presidente de la República dice que en México hay plena libertad de expresión. No hay plena libertad porque sobre los periodistas pesan leyes que pueden motivar excesos de autoridad. No hay libertad plena porque el narcotráfico y las autoridades cómplices imponen silencios difíciles de romper. No hay libertad plena porque el propio gobierno propicia desigualdad en la competencia entre medios, al entregar mayores montos de publicidad oficial a los medios afines. El ‘no pago para que me peguen’ sigue vigente". El 26 de agosto pasado, la policía encarceló a Barradas acusado de calumnia por el síndico municipal de Zacatecas, Rafael Medina Briones. Lo curioso es que no elaboró ni firmó la crónica que motivó el proceso. En cambio –cuenta–, el procurador de Justicia perdonó al síndico ya denunciado por vecinos de robo de agua y allanamiento de morada. Se trata, explica, del primo hermano de la diputada federal perredista Amalia García y de la subprocuradora Concepción García Medina.

Como parte de su trabajo periodístico, Barradas relata que desde 1999 la Procuraduría estatal presionó al diario con requerimientos judiciales por no revelar las fuentes de sus reporteros. También se le amenazó luego de publicar las nóminas secretas del Congreso y los salarios millonarios de los diputados locales.

Sin embargo, para el director de Bi, las peores censuras a los periodistas en México se dan en el medio futbolístico; "con excepción del narcotráfico. Si hablas mal del equipo de fútbol que es patrocinado por tal o cual marca, de inmediato amenazan con cortar la compra de publicidad en el medio".

Eso mismo ocurre con los anunciantes, afirma que "no les gusta que un periodista diga que vende productos de mala calidad. Si ocurre, presiona retirando la publicidad. Es autocensura donde el interés comercial liquida al reportero".

Como se ve, estos males no son exclusivos del llamado, a veces despectivamente, periodismo de provincia.

De cualquier manera, estas experiencias reflejan, en parte, el momento que vive el periodismo regional, enfrentado a la exigencia de ser crítico o de perder lectores.