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México D.F. Lunes 27 de octubre de 2003

En Arcadia, Florida, escuela para rebeldes

En el sitio, cuna de las acciones contra la OMC en Seattle, se preparan nuevos activistas

JIM CASON /I ENVIADO

Arcadia, Florida, octubre. Bienvenidos a la escuela de los rebeldes, cuyos alumnos hicieron temblar al mundo y donde nace el nuevo movimiento social en este país. Aquí, un lugar poco visitado en la parte central del estado de Florida, algunos de los que lograron clausurar la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle y congelar el centro de Washington durante las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, capacitan activistas para las próximas sorpresas del altermundismo.

Se pudo observar cómo se prepara el ''caos organizado'', las tácticas y acciones no violentas que caracterizaron las protestas en Seattle, con lo que se estrenó en el mundo lo que ahora se denomina ''movimiento por la justicia global''.

En dos días de octubre La Jornada estuvo en un ''campamento'' de adiestramiento y reflexión para integrantes de diversos movimientos sociales, en el que se intercambiaron experiencias y tácticas, se evaluó el futuro del movimiento de justicia global y se trazaron estrategias para guiarlo.

Aquí se entrena la rebelión

El sudor corre por la cara de Nelson Soza, quien se esfuerza por librar el último tramo de una cuerda de 12 metros de largo, gruñendo al intentar dominar los músculos de las piernas y las manos, escalando los nudos y carabineros, para movilizar su cuerpo de 85 kilos hacia arriba y luego hacia abajo sin hacerse daño.

''Esto sí es duro'', se queja. Un instructor lo mira desde abajo, le ofrece unas palabras de aliento y explica cómo esta técnica podría servir para colocar una manta sobre un edificio, en un puente o en un muro de una fábrica.

Soza, organizador sindical de la oficina de la central obrera AFL-CIO en Chicago, con más de 40 años de edad, parece estar lejos de tener la capacidad para este tipo de acciones. Pero cuando se le pregunta si podría escalar un edificio para colocar mantas de protesta denunciando la avaricia empresarial y en apoyo de la lucha sindical, de inmediato responde, optimista: "absolutamente".

Soza es uno de más de 150 activistas que bajo el sol opresor de Florida sudan, se entrenan para escalar edificios, hacer títeres gigantes, caminar en zancos, construir aparatos que permitan a manifestantes ocupar calles y avenidas, asísozaa como establecer comunicaciones seguras para acciones clandestinas de protesta.

La Ruckus Society, con sede en San Francisco, ha invitado a veteranos de las famosas protestas de Seattle, Washington DC y otros lugares, al campamento de capacitación en este espacio silvestre del centro de Florida, en parte para preparar a activistas que se manifestarán en Miami en la reunión ministerial del Area de Libre Comercio de las Américas, a mediados de noviembre. A La Jornada se le permitió observar las sesiones de entrenamiento y de estrategia bajo la condición de que cierta información no se divulgara antes de la reunión en Miami.

La Ruckus Society (cuya traducción sería algo así como la Sociedad de Alboroto) surgió como uno de los grupos claves en el movimiento contra la globalización empresarial; la agrupación dice que impulsa el movimiento global por la justicia social.

La organización, con ocho años de existencia, fundada por ex integrantes de Greenpeace y algunos veteranos militares de fuerzas especiales, entrenó y desarrolló las estrategias empleadas por los activistas en las protestas contra la Organización Mundial de Comercio en Seattle; estas mismas tácticas obligaron a la policía a sellar una zona de 90 cuadras en el centro de Washington durante una reunión del Banco Mundial y del FMI, que detonaron una serie de masivas movilizaciones en el planeta.

La currícula de Ruckus incluye multitud de acciones, algunas muy conocidas y otras no tanto. Pero los historiales de algunos de los entrenadores en este "campamento" ofrecen ejemplos del mosaico de resistencia. Entre las personas que entrenaban a Nelson Soza está una mujer que logró colgar una manta de 25 metros en el edificio Time-Life en Nueva York, para protestar contra el daño ambiental de las fábricas de papel, y otra joven que se mantuvo seis días colgada en un puente para obstaculizar la salida del puerto de los barcos-fábricas pesqueros.

El director de Ruckus, John Sellers, ha sido clasificado de ''peligroso'' y de ''amenaza'' por las autoridades de seguridad pública en varios lugares, a pesar de un estricto apego a su principio, compartido por todos los de Ruckus, de la no violencia en sus acciones de desobediencia civil.

Sellers fue "permanentemente expulsado" de Canadá por encabezar protestas, y pocos meses después fue arrestado y acusado de conspiración en Filadelfia, donde se le impuso una fianza de un millón de dólares, durante la Convención del Partido Republicano ahí (meses después se anularon los cargos).

Caminando por el campamento y hablando con los participantes, uno se encuentra con activistas indígenas de Canadá, Estados Unidos, Costa Rica y Brasil, así como con militantes que protestan por el encarcelamiento masivo de afroamericanos en este país, ambientalistas, activistas estudiantiles, sindicalistas, gente de agrupaciones comunitarias y de grupos de organización de los desempleados, entre otros.

En una de las noches, un grupo se reúne para planear acciones de desobediencia civil no violenta en Miami, pero también hay un debate vigoroso sobre qué tan efectivas son las tácticas de obstruir tránsito, colgar mantas de edificios y cerrar pasos a las sedes de las reuniones oficiales.

El "campamento", que dura una semana, se desarrolla en una especie de parque silvestre e incluye una cocina vegetariana, un centro de salud, áreas para reuniones, un andamiaje para enseñar a escalar estructuras y un sistema eléctrico solar que se empleaba más que nada para recargar teléfonos celulares para los organizadores del campamento y para aparatos de música que ofrecían rocanrol de los ochenta para los trabajadores en la cocina.

Aunque muchos de los participantes son veteranos de las protestas contra la OMC y de acciones directas contra otros objetivos empresariales, también hay un contingente sustancial de personas como el sindicalista Soza, quien jamás había participado en algo como esto, y que probablemente no conocen a muchos vegetarianos, y menos a anarquistas. Es también punto de encuentro entre sectores de lo que se llama movimiento contra la globalización empresarial, y un eje para su evolución.

Acción directa en defensa de tierras siux

"Me imagino que 90 por ciento de la gente no sabe nada de lo que nos está ocurriendo", expresa Charmaine White Face, lideresa indígena siux de las Black Hills, en Dakota del Norte. Los Defensores de las Black Hills, la organización que encabeza, explicó, esperan concientizar a otros activistas de su lucha contra la explotación forestal y mineral en las tierras indígenas, y a la vez aprender nuevas formas y tácticas de resistencia.

Después de siglos de negociaciones, tratados violados e intentos de generar publicidad por conducto de los medios, White Face afirma que los indígenas hablan ahora de cómo emplear técnicas de acción directa para defender sus tierras y derechos.

No hay duda que este es el lugar para aprender tácticas de acción directa. En una esquina del campamento, un veterano activista describe cómo una de las exitosas tácticas en Seattle y otros lugares ha sido la creación de una cadena humana: los activistas entrelazan brazos dentro de tubos, creando una cadena difícil de romper. Estas "cajas con candado" frustraron a la policía y dificultaron romper círculos creados por unas 20 personas obstaculizando cruces de calles y avenidas.

"Las herramientas de la revolución son todo: desde una máquina de escribir hasta un tubo de plástico", señala el entrenador, pidiendo a este reportero no usar su nombre o tomar fotos de su equipo. Este cuate sabe de lo que habla, reconoce otro participante. Es uno de los tipos que diseñaron el equipo de las protestas de Seattle que logró clausurar la sede de la reunión, al no permitir que los líderes mundiales llegaran ni de cerca al sitio.

La encargada del taller de acciones masivas, Kai Lumumba Barrow, es una activista de la agrupación Critical Resistance en la ciudad de Nueva York, que protesta contra el creciente nivel de encarcelamiento en Estados Unidos. "Casi nunca tenemos la oportunidad de hablar sobre estrategia, ya que el ritmo del trabajo es muy intenso", explica entre sesiones. Barrow insta a un grupo diverso de unos 40 participantes -desde activistas puertorriqueños del Bronx, sindicalistas blancos del sur, estudiantes de Miami, ambientalistas y activistas gay de todas partes y trabajadores negros que organizan a los desempleados en San Francisco- a hablar sobre la acción directa que a veces enajena a las mismas "masas" que supuestamente uno está intentando organizar.

Comunicaciones: usar las armas de tus adversarios

A unos 100 metros de ahí, John Parnell ha instalado un panel solar y explica la importancia de una estrategia efectiva de comunicaciones. Parnell, quien coordinó el centro de comunicaciones para las protestas en Seattle, investiga las frecuencias de radio que utilizan las autoridades locales y organiza a grupos de voluntarios que se dedican a monitorear esas frecuencias durante las acciones. "Hay cierto número de herramientas específicas", explica el alto y flaco activista en los cincuentas. Radios de dos canales, escáneres, teléfonos celulares y celulares Nextel, que tienen un radio de dos vías que utiliza las frecuencias de telefonía celular.

Es trabajo difícil y detallado, y Parnell explica que dedicó tres meses a planear la estrategia de comunicaciones para Seattle, clave para coordinar las acciones que abrumaron la seguridad pública y sorprendieron al mundo oficial. Los radios comunes son buenos para comunicación rápida y pasar información, como movimientos de la policía. "Intervenimos las comunicaciones de la policía, y ellos a nosotros", explicó Parnell. Por tanto, se necesitan claves para comunicar movimientos tácticos, y señala que los celulares Nextel son particularmente útiles, ya que la policía tiene que obtener una orden judicial para intervenir las conversaciones en estos instrumentos.

Y eso de usar las armas de los adversarios: poco antes de las protestas de Seattle, la policía de esa ciudad adquirió nuevos radios para sus oficiales y vendió sus radios viejos en subasta. Parnell compró los radios y los modificó con nuevas frecuencias. "Estaban baratísimos", dijo. Pero la policía no parecía divertida cuando arrestaba a activistas que tenían radios marcados "policía de Seattle".

Por cierto, no hay mucho en este campamento que satisfaga a las autoridades. Cerca de la entrada, Choco Luna da sus primeros pasos tentativos sobre zancos, acompañado por tres personas que le ofrecen apoyo cada vez que tambalea. Momentos después, el puertorriqueño y músico de bomba que vive en Oakland, California, empieza a caminar de un lado para otro sobre la arena cada vez con más confianza y empieza a pensar en cómo podría combinar tocar tambores al caminar sobre los zancos. "Así de alto, el sonido llegaría lejos sobre una manifestación", dice sonriendo.

Pero mientras ata los zancos de madera al siguiente alumno, el instructor Nick Leider advierte que lo mejor es practicar durante varios días. "La mayor diferencia entre zancos y caminar es la falta de dedos, es como balancearse sobre los talones de los pies", aconseja a Luna y otros 20 que esperan su turno. "Pero, eso sí, se van a caer y tienen que practicar."

Como casi todos los instructores, Leider es veterano de muchas protestas. Hace varios años encabezó a un grupo de 50 personas en zancos que ingresaron a la Escuela de las Américas del Ejército de Estados Unidos para protestar contra lo que ellos afirmaban es una institución de capacitación en represión y tortura para oficiales militares de América Latina.

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