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México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003

MEXICO SA

Carlos Fernández-Vega

El proyecto Fénix, prolongación de directrices heredadas por Fox

EU predijo la tendencia de políticos mexicanos

POSTERGADO EN VARIAS ocasiones durante su administración, el presidente Vicente Fox finalmente oficializó el arranque del llamado proyecto Fénix, el cual no hace más que retomar las directrices y "facilidades" legales heredadas por los tres más recientes sexenios priístas, pero que ratifica la decidida voluntad privatizadora del autodenominado gobierno del "cambio".

CON FENIX, EL INQUILINO de Los Pinos pretende matar varios pájaros de una sola pedrada: garantizar el cumplimiento de sus verdaderos compromisos de campaña -especialmente en materia de trasnacionalización-, "colgarse" de los eventuales cambios que se reporten en materia energética y lanzar una positiva y presurosa señal al Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus secuaces, sobre todo ahora que el directorio ejecutivo del organismo financiero le exige acelerar el paso en materia de "reformas estructurales" y le patentiza su "desaliento" por la tardanza y la falta de efectividad como operador político.

LAS PIEZAS CLAVE PARA la puesta en marcha del mencionado proyecto fueron aportadas por los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, los que modificaron la legislación e "interpretaron" el artículo 27 constitucional, no sin la complicidad de los legisladores priístas y panistas, quienes -dicho sea de paso- hoy ratifican su proceder en el caso de los consejeros electorales del Instituto Federal Electoral (IFE).

FUE EL GOBIERNO DE Adolfo López Mateos el que, por medio de la Ley Petroquímica de 1959, ratificó la exclusividad del Estado -vía Pemex- para procesar y comercializar la petroquímica básica y para ello estableció que alrededor de 70 serían los productos que la conformarían. La decisión no fue gratuita, porque una "oleada" empresarial -de adentro y de afuera- pretendió forzar la privatización del sector. Sin embargo, la respuesta fue contundente, y el mandatario advirtió "en el petróleo nacionalizado, ni un paso atrás". En 1960 oficialmente se puso en marcha la industria petroquímica paraestatal, propiedad íntegra de la nación.

LA "OLEADA" PRIVATIZADORA no cejó en su empeño y el primero en proceder fue Miguel de la Madrid, quien en 1986 "reclasificó" alrededor de 40 productos petroquímicos, transformándolos de básicos -reservados al Estado- en secundarios -con amplia participación empresarial-, de tal suerte que no sólo abrió la puerta para que el capital privado le clavara el diente a este negocio, sino que restó margen de maniobra financiera y comercial a la industria petroquímica operada por Pemex y hasta ese momento reservada al Estado.

LOS CAMBIOS REALIZADOS por De la Madrid únicamente provocaron mayor rapacidad del capital privado, y en 1992 Carlos Salinas de Gortari le dio gusto: no sólo aumentó el número de productos petroquímicos secundarios (y, por ende, redujo el correspondiente a los básicos), sino que autorizó la partición ("reestructuración", le llamó, en la nueva Ley Orgánica de Petróleos Mexicanos) de Pemex en cuatro empresas "subsidiarias" (Exploración y Producción, Refinación, Gas y Petroquímica Básica y Petroquímica), con el fin de "romper el esquema de monopolio" y dar inicio formal a la privatización de la paraestatal y del sector. Con dichas modificaciones se restringió más el margen de maniobra de la empresa del Estado, la inversión pública en el sector desapareció y exclusivamente ocho productos petroquímicos permanecieron clasificados como básicos. No es gratuito, pues, que alrededor de 90 por ciento de esta actividad productiva esté controlada por particulares, nacionales y extranjeros.

ERNESTO ZEDILLO, CON EL experto privatizador Guillermo Ortiz en la Secretaría de Hacienda, quiso dar la puntilla a la industria petroquímica estatal y promovió una nueva "ley reglamentaria" del artículo 27 constitucional -aprobada, obviamente, por priístas y panistas en octubre de 1996-, por medio de la cual se autorizaba la venta de 61 plantas petroquímicas propiedad de la nación, de las que el gobierno conservaría 51 por ciento por cinco años (plazo que venció en 2001, fecha de origen del proyecto Fénix) y el 49 por ciento restante pasaría a manos privadas.

LAS "NUEVAS REGLAS" SOLO aplicaban, y aplican, en el caso de las plantas petroquímicas existentes -es decir, las "viejas" a las que en esa década (1986-1996) no se les invirtió un solo centavo-, porque para las de nueva creación se autorizaba -autoriza- inversión privada extranjera a 100 por ciento. He aquí la "novedad" de la iniciativa foxista y su proyecto Fénix.

EN 1996, EL ENTONCES secretario de Hacienda Guillermo Ortiz explicaba los "considerables avances" que el gobierno de Zedillo obtenía en su "programa de privatización", muy atado a los compromisos que el gobierno había asumido con el FMI y su respectiva la carta de intención firmada en 1995. Aprovechando las modificaciones legales hechas en los dos sexenios precedentes, lo poco que habían dejado de la Madrid y Salinas de Gortari lo puso en venta el zedillato: ferrocarriles, puertos, aeropuertos, telecomunicaciones (...), por presentar, aseguraba el hoy gobernador del Banco de México, "un alto grado de concentración". Además, desde luego, electricidad y petroquímica.

ESE ES EL SUSTENTO del programa Fénix y las "tres líneas estratégicas" del presidente Fox ("es el plan de Pemex en el área de la petroquímica"), pero obvio es que "el plan" data de tiempo atrás y que su autoría corresponde a la nomenclatura política y financiera que de dos décadas atrás, con o sin cambio, gobierna este país.

Las rebanadas del pastel:

FUTURISMO PURO: "EN el caso de México tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia a un ciudadano americano, ya que esto llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita más tiempo: debemos abrir a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y el respeto al liderazgo de Estados Unidos. Con el tiempo esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes, finalmente se adueñarán de la Presidencia y entonces, sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros" (Richard Lansing, secretario estadunidense de Estado, 1924).

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