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México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003

Patrick Cockburn

La estrategia de EU en Irak ya no funciona

Una columna de polvo y humo se elevaba la mañana de ayer de un campo en las afueras de Fallujah, al oeste de Bagdad, donde un gigantesco helicóptero estadunidense Chinook, tocado por un misil, se había estrellado e incendiado, acción en la cual perecieron por lo menos 18 militares, entre tripulantes y soldados transportados, y 20 resultaron heridos.

Fue el peor desastre militar para Estados Unidos desde el inicio de la guerra emprendida en marzo para derrocar a Saddam Hussein. Significa que las fuerzas estadunidenses en Irak tendrán que confiar menos en los helicópteros y usar los caminos, que en esta parte de Irak son igualmente peligrosos.

La destrucción del helicóptero debe subrayar la velocidad con la cual se intensifica la guerra en Irak: 16 soldados de EU fueron muertos en septiembre, 33 en octubre y van 16 más apenas en los primeros dos días de noviembre. También se está extendiendo más al norte, hacia las ciudades de Mosul y Kirkurk.

Todavía ayer por la mañana, cuando iba en automóvil hacia Fallujah, poco antes de que el helicóptero fuera derribado, escuché por la radio al presidente Bush repetir su viejo mantra de que "el pueblo iraquí entiende que hay un puñado de personas que no quieren vivir en libertad". Se trata de un puñado extraordinariamente activo.

En el centro de Fallujah oí decir a un tendero que un helicóptero Chinook había sido derribado al otro lado del Eufrates, que fluye hacia esa ciudad. Eran sólo entre 4 y 6 kilómetros, pero en el camino pasamos junto a los restos de un camión estadunidense que había sido volado dos horas antes por una bomba o una granada impulsada por cohetes. En el otro lado del puente que cruza el río había un minibús de transporte colectivo perforado por esquirlas y empapado de sangre en el interior. Pobladores locales dijeron que fue impactado por un misil estadunidense, que mató a un pasajero e hirió a nueve.

Sin embargo, la Casa Blanca y el Pentágono parecen incapaces de darse cuenta de la rapidez con que se deteriora la posición política y militar de su país. Incluso después que una docena de cohetes impactó en el hotel Rashid de Bagdad y estuvo a punto de matar a Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa y uno de los arquitectos de la guerra, los generales estadunidenses en esa ciudad siguen sosteniendo ante los incrédulos reporteros que la seguridad global en el país está mejorando.

En su ceguera ante la realidad militar, Bush se parece cada vez más en sus discursos al muy ridiculizado ex ministro iraquí de Información, el Cómico Alí, quien seguía hablando de gloriosas victorias cuando el ejército invasor entraba en Bagdad. Cada ataque se interpreta como evidencia de que los "remanentes" del régimen de Saddam se "desesperan" más, y que EU realiza grandes avances en Irak.

Dos argumentos se sacan a relucir a menudo para minimizar la seriedad de la resistencia. Uno es la teoría de los "remanentes": un pequeño grupo de fieles a Saddam ha creado toda esta revuelta. Es un poco sorprendente, puesto que la guerra mostró que Saddam Hussein tenía pocos partidarios dispuestos a luchar por él. De hecho el número de los "remanentes" del viejo régimen ha crecido desde que acabó la guerra. La autoridad de ocupación estadunidense ha sido el principal sargento reclutador. Se ha comportado como si Saddam Hussein hubiera sido un líder popular con multitud de adeptos. Ha disuelto el ejército iraquí, dejando sin empleo a 400 mil soldados entrenados, y ha destituido a los miembros del partido Baaz. Un amigo mío, que durante mucho tiempo fue opositor a Saddam, me dijo: "Dos de mis hermanos fueron asesinados por Saddam. Yo me exilié, pero ahora van a fusilar a cuatro de mis parientes porque los obligaron a afiliarse al partido Baaz para conservar su empleo".

Otro tranquilizador método de minimizar la resistencia es decir que todo ocurre en el "triángulo sunita". La palabra "triángulo" implica de algún modo que la zona es finita y pequeña. En realidad los árabes sunitas de Iran viven en un territorio casi del tamaño de Inglaterra. Ghassan Atiyah, distinguido historiador y activista político iraquí, cree que "si los árabes sunitas sienten que los están haciendo ciudadanos de segunda clase, van a desestabilizar a Irak en forma permanente, como hacían los kurdos".

La solución de Bush a todo esto es poner a los iraquíes a combatir a la resistencia. La Autoridad Provisional de Coalición, dirigida por Washington y aislada en su cuartel fortificado en Bagdad, dice que planea tener desplegada, para septiembre del año próximo, una fuerza de 222 mil policías, militares, agentes de la defensa civil y otras corporaciones de seguridad en Irak. Suena impresionante, pero sólo 35 mil de estos efectivos serán soldados del nuevo ejército iraquí entrenado por los estadunidenses. Hay muchos policías en las calles de Bagdad, y han tenido éxito en reducir el crimen, pero en entrevistas siempre han dejado claro que consideran que su trabajo es proteger a los ciudadanos iraquíes de los criminales. De manera bastante razonable, no tienen deseo de que se les asigne una función paramilitar, para la cual carecen de entrenamiento y equipo. Además, tampoco desean que se les pinte como colaboracionistas, en particular en zonas donde la resistencia es más fuerte y donde los estadunidenses los necesitan más.

En Fallujah, quizá la ciudad más militante de Irak, la policía dice abiertamente que no patrullará ni tripulará puestos de revisión donde haya soldados estadunidenses. La semana pasada iba saliendo de una estación de policía en esa ciudad cuando oí a un policía que ocupaba una caseta de vigilancia entonar un canto patriótico lleno de loas a Saddam Hussein.

Estados Unidos pudo ahorrarse muchos de sus problemas actuales si hubiera conferido mayor legitimidad a la ocupación en una etapa temprana. Sólo puede reclutar una fuerza de seguridad iraquí efectiva, capaz de combatir a los guerrilleros, si existe un legítimo gobierno iraquí provisional. Sencillamente los iraquíes no van a combatir si se les pide alistarse en una fuerza a la que ven como adjunta al ejército estadunidense. No ven razón para ser carne de cañón para un régimen extranjero.

Washington pudo legitimar la reconstrucción política de Irak si a los ojos de los iraquíes hubiera colocado el proceso bajo los auspicios de la ONU. Pero en repetidas ocasiones rechazó la idea. Ahora, cuando el último personal que quedaba del organismo mundial se está yendo del país, probablemente ya es demasiado tarde.

Paul Bremer, jefe de la autoridad de ocupación, suplicó esta semana ceder más poder a los iraquíes. Pero no hay indicios en Bagdad de que esto vaya más allá de cambios de aparador. El Consejo de Gobierno designado por Washington está formado en su mayoría por antiguos exiliados y desconocidos. Sólo sus miembros kurdos han demostrado representatividad en el país. Tiene poca autoridad. Los ministros se quejan en privado de que los funcionarios estadunidenses simplemente se los saltan y toman por sí solos las decisiones importantes.

Como Estados Unidos ha procurado monopolizar el poder en Irak, tiene pocos aliados verdaderos aparte de los kurdos, que son la más pequeña de las comunidades iraquíes. Los árabes sunitas son hostiles en su mayoría, y los chiítas lo son cada vez más. La única forma en que Estados Unidos puede salir de aquí -aunque también para eso se está haciendo tarde- es realizar elecciones para crear una autoridad iraquí, un verdadero gobierno provisional que los iraquíes reconozcan como elegido por ellos mismos. Será difícil organizar comicios generales en poco tiempo, pero incluso un consejo de delegados elegidos por líderes locales en cada demarcación política tendría cierta representatividad como vocero del país.

Estados Unidos jugó con la idea de realizar elecciones generales a medio verano. Pero su entusiasmo se enfrió al pensar que el nuevo órgano de gobierno quedaría bajo el dominio de los clérigos chiítas o sus partidarios. Los chiítas, que forman al menos 55 por ciento de la población, están ansiosos por mostrar su fuerza electoral.

El fracaso en crear un gobierno provisional electo y legítimo en Irak, aunque sea de carácter interino, hará imposible que Washington pueda organizar una fuerza de seguridad que la mayoría de los iraquíes no mire como colaboracionista. Fallujah, donde el odio a los estadunidenses es casi palpable, no es todavía una típica ciudad iraquí, ni siquiera en las zonas sunitas. Pero puede llegar a serlo.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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