Jornada Semanal, domingo 23 de noviembre del 2003        núm. 455

CANDOROSAS PICARDÍAS

Me piden algunos lectores que hable un poco más sobre las representaciones populares, las pastorelas y las recordaciones de la Pasión y muerte de Jesucristo.

Antes de entrar a terrenos mexicanos o hispanoamericanos, quisiera recordar algunas anécdotas de la península ibérica. Un viejo amigo, el poeta manchego Félix Grande que, antes del retorno de las derechas al poder, dirigía la excelente revista Cuadernos Hispanoamericanos (la recibió de manos de Luis Rosales, el poeta granadino de "La casa encendida"), me contaba que un famoso cura de Tomelloso, a principios del siglo xx, estaba decidido a conducir a su feligresía por los caminos de la fe, valiéndose de pequeñas coplas piadosas. El día de la Natividad improvisó unas totalmente memorables: "Nuestro Señor Jesucristo nació en un pesebre. Donde menos se piensa salta la liebre." El piadoso cura (recuerda un poco al don Camilo de Guareschi o al clérigo de "Monsieur Quixote" de Graham Greene) tenía una copla sobre la huida a Egipto: "Herodes le dijo a Cristo:/ si te cojo te hago pisto./ Y Cristo le dijo a Herodes:/ pues por esta vez te jodes/ porque yo me voy a Egipto." Los ejemplares recogidos de las coplas manchegas originarias de la zona colindante con el Jaén de los "aceituneros altivos" de Miguel de Orihuela, mezclan la picardía con la ingenuidad y la ternura. Hay una coplilla que entusiasma a Paco de Lucía y que mucho tiene que ver con los estoicos y con Séneca: "A mi corazón le dieron cuatrocientas puñaladas y se levantó diciendo: Aquí no ha pasado nada."

Hace muchos años se celebraba en Zacoalco, población vecina de Guadalajara, un desfile de carros alegóricos con motivo de la Semana Santa. Me contaba el dramaturgo tapatío Ignacio Arriola, que en una ocasión el campesino que hacía el papel de Jesucristo cayó súbitamente enfermo de diarrea. Los actores del carro alegórico improvisaron el siguiente diálogo: Soldado i: "¡Ay qué divino jedor sale del crucificado!" Soldado ii: "Sin duda se habrá cagado este divino señor." Todos: "¡No le buigan porque es pior!"

El ingenio popular puesto al servicio de la pasión amorosa, tanto la correspondida como la contrariada, está presente en una canción de los Altos de Jalisco en la cual, muy probablemente, metió la mano algún tinterillo de pueblo. La primera queja dice así: "Oyes, Pancha, por qué te juites con Pantaleón. Dejates herido a mi probe corazón." Siguen los reproches y, al final, como en "la chancla", el contrariado se enoja y manda al diablo a la ingrata: "Mejor sería que te jueras con tu mama, tan antipática y felónica mujer. Y ya te verás como yo me vide, con el hocico atrinchilado a la pader."

Bien conocidos son los poemas del bardo de Chamacuero (hoy Comonfort), Margarito Ledesma. Todos sabemos que el inventor del nombre y la biografía del poeta, así como autor de sus composiciones, fue el licenciado Leobino Zavala, ingenioso notario de San Miguel de Allende. Los poemas amorosos están cargados de un contenido tragicómico: "pues vámonos enyerbando como Julieta y Romero", le sugiere el amante pobretón a su amada, hija de una familia rica. Este triste poema lleva una nota a pie de página en la que el vate Margarito pide disculpas por no haber incluido el nombre del señor Romero y el apelativo de la señorita Julieta. En otro poema habla del cólico miserere provocado por el exceso de limas que trasegó en una comida campestre celebrada a orillas del río Lerma (precisamente en la zona en la cual Guanajuato empieza a robarse el agua del ahora un poco recuperado "mar chapálico"), y en otro cuenta su peregrinación a San Juan de los Lagos para pagar una manda. El pobre versificador la ofreció en una circunstancia comprometida que así describe: "Habiéndome sucedido la contingencia de quebrarse la tabla del excusado, vime de pronto anegado en un mar de bastante pestilencia." En el camino de San Juan pasaron muchas cosas y un peregrino mal portado sufrió un castigo ejemplar: "le dieron una tanda de garrotazos y de la garrotiza pasó a mejores".

Todos mis lectores conocerán sin duda "El ánima de Sayula", uno de los textos predilectos de Renato Leduc. En mis mocedades se vendía una edición popular del muy bien construido poema en la librería de Fortino Jaime en Guadalajara. Apolonio Aguilar, "trapero de profesión" tan jodido como un changarrista foxiano, acata el consejo de su compadre José y va a pasar una terrible noche en el panteón para interrogar al ánima del purgatorio sobre las talegas que contienen el tesoro del camposanto. A la medianoche suenan las campanadas fatales y el ánima panteonera aparece arrastrando el sudario por el sendero pedregoso. Le sale al paso el decidido y aterrorizado Apolonio y se entabla un tembloroso diálogo: "Si tienes talegas cuántas me puedes proporcionar." "Las talegas que tú buscas aquí las traigo colgando, ya te las iré arrimando a la puerta del fogón." Sorprendido, el trapero protesta: "¡Por vida del rey Clarión y de la madre de Gestas, qué chingaderas son éstas, las que me pasan a mí. No teniendo más alhaja que la alhaja del fundillo, y me la pide este pillo que dice que ya murió." Sin embargo, Aguilar sospecha: "Este cabrón es el diablo o es mi compadre José" y recomienda a todos los que vayan a seguir su ejemplo "llevar como buen cristiano, la cruz bendita en la mano y en el fundillo un tapón".

Digo estas cosas en recuerdo de Renato Leduc y de las tardes en que decíamos en voz alta el perfecto poema sayulense.
 

HUGO GUTIÉRREZ VEGA
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