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México D.F. Jueves 27 de noviembre de 2003

Octavio Rodríguez Araujo

Resurgimiento social

Hoy culmina la primera parte de la Jornada Obrera, Campesina y Popular en Defensa de la Soberanía Nacional y Contra el Neoliberalismo. Esta primera parte se inició el 20 de noviembre con ocho caravanas que partieron de distintos puntos del país para llegar a la ciudad de México el martes pasado. La composición de las caravanas es de trabajadores, urbanos y rurales, de gente que ha visto disminuido su ingreso, de mexicanos que hemos venido observando cómo se desmantela el país y cómo se le entrega poco a poco a los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Los objetivos de esta jornada son muy fáciles de entender: defender la soberanía nacional que los gobiernos neoliberales han querido cambiar por vidrios de colores y crear conciencia de que el neoliberalismo es una política que ha dañado a la mayoría del pueblo mexicano.

Dos fenómenos quisiera destacar de esta jornada: 1) que los partidos políticos, como tales, tienen muy poco que ver en la organización de esta protesta nacional, y 2) que hace muchos años no había una movilización nacional como la que hemos presenciado. (Deberá reconocerse que Fox ha tenido la virtud de unir a los mexicanos en su contra.)

Preocupados por sus cargos y puestos, los dirigentes de los partidos han olvidado que en las elecciones vota el pueblo, no las elites dirigentes. Este dato, que parece secundario, es muy importante, tanto que ha llevado a los partidos a una de las mayores crisis en su historia. Nadie fuera de los partidos ha propiciado su crisis. Han sido los dirigentes quienes no han sabido ganarse al pueblo que, además de no creer en declaraciones sino en hechos, ve cómo se pelean entre sí y cómo pervierten la función que deberían cumplir. No es difícil entender que un partido puede ganar popularidad si, como gobierno, hace cosas en favor de las mayorías, y si, como partido, oye, entiende y hace suyas las demandas de esa parte de la población que aspira a ganar para que vote por él. Sin simpatizantes, en estos tiempos en que más o menos hay elecciones limpias, no hay votos. Así de sencillo, pero al parecer incomprensible para los dirigentes partidarios. Los partidos están en crisis porque sus dirigentes viven en otro planeta o no saben cómo conciliar sus devaneos con el poder con la oposición de la gente a ese mismo poder.

Han sido algunos políticos, con o sin representación en el Congreso, los que han manifestado oposición a las políticas privatizadoras y entreguistas del gobierno. Si lo han estado haciendo para ganarse el cielo o para ganar liderazgo personal, poco importa en estos momentos. Son opositores, quizá poco creíbles, pero voces que, al menos en la apariencia, se han enfrentado a la línea de sus partidos, si es que éstos tienen línea. Pero los partidos, o más bien sus dirigentes, han ignorado no sólo al pueblo en general sino a sus propias bases militantes (más bien afiliadas).

Esta crisis de los partidos explica en parte que organizaciones e individuos de la sociedad se hayan agrupado para protestar masivamente a lo largo de sus recorridos como caravanas y ahora en el centro político del país. La otra parte de la explicación es que después de actuar defensivamente y en una aparente apatía (en realidad temor a sufrir todavía más las consecuencias de la concentración de capital y del aumento del desempleo), ciertos sectores organizados socialmente, y en general al margen de los partidos, han decidido participar, oponerse, enfrentarse y, sobre todo, han decidido arriesgarse en una propuesta subyacente que es la reorganización de la oposición en el país y actuar en consecuencia.

Ha habido en el pasado experiencias similares a la actual: por ejemplo el Frente Nacional en Defensa del Salario, Contra la Austeridad y la Carestía (FNDSCAC), que a su vez dio lugar a la Coordinadora Nacional de Defensa de la Economía Popular (CNDEP), pero nunca de la magnitud de la actual. Y no me refiero al número de personas, sino más bien al de organizaciones y, sobre todo, al tipo de agrupaciones que están participando. Sólo los resabios del pasado, con características de senilidad mal encauzada, se han ubicado en contra de esta jornada de defensa/protesta que se ha concentrado en la capital del país, con ecos en otras ciudades.

En otros países, en el pasado muy reciente, ha habido también expresiones populares como la que estamos presenciando. Y esas expresiones han llevado a la renuncia de los gobernantes. Quizá Fox entienda este doble mensaje: que si no atiende las demandas de esta significativa jornada lo mejor sería que renuncie, pues aunque él haya dicho que el suyo es un gobierno de empresarios para empresarios, constitucionalmente es el Presidente de todos los mexicanos, y decir todos los mexicanos significa la mayoría y no unos cuantos favorecidos por las políticas neoliberales.

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