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México D.F. Lunes 1 de diciembre de 2003

Armando Labra M.

Impuestos, Ƒquién manda?

Como era de prever, ya que así sucedió hace dos años, y dado que el homo hacendarius, de entre los sapiens, es el que más gusta en tropezar incesantemente con la misma piedra, parece que definitivamente fracasará la idea de eliminar la tasa cero en el IVA para alimentos y medicinas. Pero no quedó ahí la cosa. No Hacienda, sino el PRI (o en verdad Hacienda, el PAN, ya no se sabe quién es quién) propusieron algo que equivale a exentar del IVA al consumidor final, a cambio de gravar todas las etapas intermedias de la producción, importación y el comercio de alimentos y medicinas. Esa nueva forma de insistir se llama ahora IPI, es decir, el impuesto a la producción, importación e intermediación de... alimentos y medicinas. El IPI responde a la urgencia de la Secretaría de Hacienda de eliminar a toda costa la tasa cero sea para alimentos, medicinas o cualquier otro renglón. Pero Ƒpor qué la premura? La presión no es nueva, tampoco original.

El Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo se fusiló el único plan que cuenta y que elaboró el Banco Mundial en 2001, titulado México: una agenda integral de desarrollo para la nueva era (sic), que reza así en su página 27: "...si se eliminan las exenciones al IVA, al impuesto sobre la renta de las sociedades, al impuesto sobre la renta de las personas y se implementa un mejoramiento importante y gradual de la administración tributaria, el gobierno podría obtener ingresos equivalentes a entre 5 y 6 por ciento del PIB en cuatro años con un efecto inmediato de cerca de 3 por ciento (de crecimiento) del PIB... implica aplicar la tasa del IVA más alta existente (15 por ciento) a todos los productos, incluidos alimentos y medicinas..." La filosofía fiscal consiste en "ningún privilegio y mejor administración". Como se aprecia, no se han podido cumplir las instrucciones en ninguno de los temas, de ahí la premura y la presión. Vamos, no tenemos ni un padrón universal de causantes...

El nuevo IPI representa un IVA revolcado y tiene dos rasgos que es importante mensurar: es inflacionario porque independientemente de que no afecte, en tanto impuesto, al precio último al consumidor de alimentos y medicinas, repercute acumulativamente en todos los costos de materias primas y productos intermedios, y finalmente, en los precios de muchos otros productos, incluso los de alimentos y medicinas.

Es recesionario porque desalienta la producción y el consumo en la medida que los productores intermedios de alimentos y medicinas no logren repercutir el impacto del impuesto a la siguiente etapa o al consumidor, toda vez que aumentarán sus costos y disminuirá su competitividad.

El nuevo IPI distrae respecto a la discusión sobre la indeseable reducción del impuesto sobre la renta, cuyo único argumento es estandarizar la tasa con el nivel existente en la OCDE, que, como sabemos, es un grupo de países en los que el ingreso promedio por habitante es dos y medio veces mayor que el nuestro, la distribución del ingreso es radicalmente menos injusta, el nivel de las economías, su composición y crecimiento, muy superiores, lo mismo que la cultura tributaria y la eficiencia de las administraciones fiscales. México se encuentra, con Turquía, en los últimos lugares de la OCDE en todos los indicadores económicos y fiscales.

La atención del legislador debe ser no gravar al consumo -y menos al popular-, sino el ingreso y la riqueza de los segmentos privilegiados. Por ello es conveniente ampliar la base de causantes y la progresividad del impuesto sobre la renta, así como acumularle los ingresos de capital de las personas, igual que en todo el mundo. Reducir las tasas del impuesto sobre la renta no sólo aminora la recaudación, sino promueve la concentración del ingreso y el consumo suntuario en detrimento del mercado interno. Sólo los ingenuos aducen que la reducción abatiría la elusión y evasión fiscales.

Así como hay imaginación para improvisar de súbito nuevos impuestos, sería pertinente que (ƑHacienda, el PRI, el PAN?) alguien proponga nuevas medidas inmediatas para mejorar la administración tributaria que tenemos, que es una de las más ineficientes del mundo (rinde 12 por ciento del PIB, debiendo ser superior a 20 pore ciento). Los correctivos para mejorar la administración tributaria en México se han estudiado profusamente, pero no se mencionan al momento de proponer una reforma fiscal, aunque aseguran tener un aumento sustantivo en los ingresos públicos. No perdamos la visión del bosque hacendario por dos ramitas -o impuestos- torcidas, y no olvidemos quién quiere mandar... Ƒo manda? Al cumplir hoy tres años el gobierno del cambio, la pregunta no es nada ociosa.

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