.. | México D.F. Viernes 12 de diciembre de 2003
LAS DERROTAS
El
rechazo que la propuesta fiscal elbista-foxista sufrió ayer en la
Cámara de Diputados es un hecho positivo por cuatro razones: porque
despeja la grave amenaza que esa iniciativa representaba para la precaria
economía de los sectores mayoritarios de la población; porque
constituye un ejercicio de pluralismo, sensatez y dignidad del Legislativo
ante el Ejecutivo;porque hizo abortar uno de los enjuagues políticos
más turbios que se recuerden, y porque marca un severo descalabro
para uno de los promontorios del poder charro que aún subsisten
en el país: el que encabeza Elba Esther Gordillo, secretaria general
del PRI, hasta ayer coordinadora de la diputación de su partido
y fracasada gestora presidencial en materia de leyes hacendarias.
La eliminación de la llamada "reforma" fiscal cocinada
por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y
el grupo elbista, y que era en realidad una simple miscelánea draconiana
e injusta, conjuntó a diputados de PRI, PRD, PT, PVEM, Convergencia
y hasta un legislador panista. No debe perderse de vista, sin embargo,
que el factor decisivo fue el grupo mayoritario del primero, y que el voto
de las dos terceras partes de la fracción tricolor en contra
de la iniciativa no necesariamente obedeció a un genuino interés
por proteger los bolsillos populares de una serie de medidas fiscales infames,
como el impuesto disimulado a los alimentos y a las medicinas, sino que
fue parte de un mecanismo para disputar posiciones de poder y el recurso
para un ajuste de cuentas interno que había sido anunciado desde
el momento mismo en que una negociación de coyuntura colocó
en la cúpula del mando priísta a Roberto Madrazo y Elba Esther
Gordillo. El fracaso de la segunda es, pues, reconfortante, pero la consolidación
del liderazgo del primero resulta, en cambio, un elemento de justificada
inquietud.
Más allá del cisma priísta y su espectáculo
deprimente y ominoso, la sesión de ayer en el Palacio Legislativo
de San Lázaro representa una severa derrota para el proyecto tecnocrático,
empresarial y fondomonetarista que se pretende imponer, desde Los Pinos,
al país. La desolada reacción presidencial posterior a la
votación hace suponer que el titular del Ejecutivo federal, acaso
mal informado por su aliada priísta, pensó, hasta el último
momento, que la iniciativa fiscal conjunta iba a ser aprobada. El desconcierto
y la desazón presidenciales no justifican, sin embargo, frases equívocas,
impropias y preocupantes pronunciadas por Fox en su mensaje de anoche.
"La democracia no justifica el desacuerdo", dijo, por ejemplo, el mandatario.
Pero fue más allá, hasta la emisión, ojalá
que involuntaria y equívoca, de algo que puede interpretarse como
una amenaza de desobediencia a las leyes que elabora el Congreso de la
Unión: "El Ejecutivo -afirmó- no aceptará una propuesta
que provoque distorsiones en la economía y que reduzca la competitividad.
No aceptará una propuesta que no garantice los recursos suficientes
para atender las responsabilidades del gobierno ante los grupos que permanecen
en la pobreza y la exclusión social".
El momento demanda una explicación y una corrección
de lo expresado ayer por Fox: ¿Qué quiso decir exactamente
con la expresión de que "no aceptará" una ley de ingresos
que no sea de su gusto? ¿Acaso piensa que puede emplear atributos
legales para rechazarla? ¿Pretende el mandatario llevar el celo
neoliberal hasta el punto de un conflicto entre los poderes de la Unión
y hasta una controversia institucional?
En la circunstancia presente lo deseable sería
que los protagonistas de la escena política calmaran sus ánimos,
con la perspectiva de, una vez dirimido el episodio de la guerra interna
priísta, construir en el seno del Legislativo y en un periodo extraordinario
de sesiones una ley de ingresos más sensata, equilibrada y justa
que el engendro elbista-foxista. El país no se encamina a la catástrofe
por el rechazo de esa iniciativa. Por lo demás, la postración
económica dura ya tres años y resulta injusto, desproporcionado
y hasta malintencionado argumentar que la derrota de la iniciativa fiscal
oficialista posterga la reactivación. El entorno democrático
debiera llevar a los protagonistas políticos a evitar la tentación
de sobreactuar y dramatizar sus derrotas y de sobredimensionar sus consecuencias.
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