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P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 14 de diciembre de 2003

Antonio Gershenson

Balance

Por un lado, la mayoría de los diputados federales rechazó el paquete fiscal que reflejaba la política económica vigente, y se consumó el cambio de la coordinadora de los diputados priístas que había, a espaldas de sus coordinados, apoyado ese paquete. Al mismo tiempo, el Senado, con una división que incluyó a cada partido, pero con una amplia mayoría, ratificó al gobernador del Banco de México que, junto con el secretario de Hacienda, ha conformado la mancuerna que ha aplicado esa misma política económica.

Esa política económica vigente ha sido la causa principal del estancamiento que, en el fondo, lleva ya tres sexenios y medio. Mientras que el producto interno bruto (PIB) de nuestro país aumentó en promedio 6.2 por ciento anual entre 1939 y 1982, en el periodo 1983-2002 sólo subió 2.1 por ciento anual, aproximadamente un tercio del que tuvimos en el periodo anterior. Hubo momentos, antes del actual gobierno, en los que, pese al gran peso de los tecnócratas, prevaleció la política en el ejercicio presupuestal y otras medidas de política económica. Fue el caso, aunque fuera por razones electoreras, de 2000, año en que el crecimiento fue de 6.6 por ciento. Esto no fue suficiente para evitar la caída de la votación del PRI, entonces gobernante, pero confirmó que la política económica impulsada por los tecnócratas era la causa del estancamiento.

En los tres años del actual gobierno, sin embargo, no ha habido excepciones. Incluso en el presente año, las elecciones no fueron motivo para inducir crecimiento, aunque el PAN, ahora gobernante, haya sufrido bajas importantes en el campo electoral. Los nuevos gobernantes, cuyo partido no tiene política económica propia, dejaron el paquete a los tecnócratas, que ahora tienen un predominio incluso mayor que cuando gobernaba el PRI, del cual ellos mismos provienen. No es casual que el porcentaje de senadores del PRI que apoyaron la ratificación del citado gobernador fuera muy superior al que se observó en el grupo parlamentario del PAN. El interés de grupo, de partido, pesó más que la posición política del ratificado.

Al mismo tiempo, ese predominio tan notorio de los tecnócratas en el actual gobierno fue una de las fuentes de la debilidad del mismo ante el Congreso. Veíamos que fue la política económica la que quebró al antiguo sistema. Ya en 1988, el resultado del primer sexenio bajo los tecnócratas fue claro en las elecciones. En las primeras entidades cuyos resultados se conocieron, la victoria de Cárdenas fue notoria. Cuando los que operaban el proceso electoral vieron esto, es claro que quedaron sorprendidos; esperaban una victoria de Salinas sin necesidad de recurrir al fraude. Vino entonces la famosa caída del sistema, y a partir de ahí un fraude muy desaseado por la falta de preparación.

Salinas llegó con una imagen golpeada por este proceso. Optó por tomar medidas al respecto y, sin abandonar su política económica original, agregó elementos ajenos a la misma como la aceptación de que se rompiera el tope salarial a raíz de la huelga magisterial, y como el Pronasol. De algo le sirvió, y pudo fortalecer en alguna medida el control sobre la situación.

Zedillo ya prescindió de esos elementos ajenos y tuvo dificultades serias para llevar adelante la política económica a la que nos referimos. Fracasó la venta de la petroquímica de Pemex y luego, también, el intento de cambiar la Constitución en materia eléctrica. La derrota electoral de 2000 fue la puntilla. Pero los tecnócratas, causantes directos de esas derrotas, no salieron del poder; sólo cambió la persona del Presidente, cambió el partido de su procedencia, pero los tecnócratas siguieron ahí, y siguieron gobernando en lo sustantivo: la política económica.

Sin embargo, si Zedillo tuvo los tropiezos mencionados, del actual gobierno ni qué decir. El revés que acaba de tener es sólo el más reciente de una larga serie. Y el único triunfo, la ratificación del gobernador al que nos referimos, lo fue de los tecnócratas como tales, al conservar ese puesto tan importante, pero no de su política económica.

Además, en el plano político, el destino de esa política económica tampoco se ve muy brillante. Es claro el tamaño de la división del PRI. El PAN, aunque al estar en el gobierno tiene en el gobernante un punto central de referencia, como lo tuvo antes el PRI, muestra también divisiones. Y el intento de conformar una candidatura presidencial que capte votos del PAN y del PRI al mismo tiempo sólo ha acentuado las divisiones dentro de cada uno de estos dos partidos, y se ha visto muy deslucida. A estas alturas, entonces, se sientan las bases para una política económica alternativa que, entre sus objetivos, deberá tener necesariamente la recuperación de un ritmo de crecimiento aceptable para el país.

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