La Jornada Semanal,   domingo 14 de diciembre  del 2003        núm. 458
La epopeya de la poesía irlandesa

Alberto Blanco

Este número está dedicado a tres aspectos fundamentales de la cultura irlandesa: la poesía, el teatro y el relato breve. Contiene un notable ensayo de Alberto Blanco sobre la poesía de Irlanda y sus excelentes traducciones; un ensayo de Bruce Swansey y un relato de Neil Jordan. Las sombras vivas de Wilde, Shaw, Joyce, Yeats, Beckett y tantos otros grandes irlandeses se proyectan sobre este recuento de algunos aspectos de la vida de uno de los principales países literarios.

A Pura López Colomé
traductora ejemplar de Seamus Heaney
A Daniel Dultzin
anfitrión generoso y preceptor de Eire

 Hablar de la poesía irlandesa contemporánea es punto menos que imposible sin tomar en cuenta la historia toda de una tradición poética que –como la literatura irlandesa en general– abarca ya más de dos mil años. Y es que, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, con la poesía en nuestra lengua, el español, que recién cumple sus primeros mil años de vida, para hablar de la poesía irlandesa no basta con hablar de siglos; hay que hablar de milenios. No queda otro remedio si es que hemos de hacer caso a los estudiosos que –tal vez un poco aventuradamente– atribuyen algunos primeros poemas a un nebuloso Amergin: uno de aquellos legendarios "hijos de Milesius" que invadieron con escudo y espada en mano las tierras de Irlanda en tiempos anteriores al cristianismo. Estos "hijos de Milesius" fueron los que les arrebataron el poder a los Tuatha Dé Dannan (los más que humanos, sobrenaturales "hijos de la Diosa Dana"), expresión de los dioses celtas en la Irlanda precristiana. Ahora bien, ¿en qué medida están los orígenes de la literatura irlandesa fincados en la mitología celta, y en qué medida lo están en la historia del cristianismo? Creo que leyendo los versos de sus poetas queda claro que lo que tenemos aquí es un árbol de raíces gemelas.

Baste con dar un ejemplo, extraído de El Táin, la más antigua saga de la literatura irlandesa, cuyo personaje principal es el rey Conchobor. La tradición quiere que Conchobor haya llegado a Irlanda en el año 30 antes de Cristo, y que su muerte haya acaecido en el año 33 de nuestra era. Como puede apreciarse a simple vista, las fechas denotan ya una clara influencia cristiana (la muerte de Conchobor en el año 33 coincidiría con el año en que la tradición cristiana acepta que aconteció la muerte de Jesús), lo que hace sospechar que El Táin haya sido escrito por monjes cristianos.

Es por ello que en uno de sus estudios acerca de la mitología celta el poeta Robert Graves afirma: "Al utilizar la literatura celta como fuente de su mitología, uno debe recordar siempre que aun los textos más antiguos datan ya de la era cristiana, y que resulta de lo más probable que éstos hayan sido escritos por monjes." Así, pues, no es para nada extraño que ya en los primeros textos encontremos algunos añadidos cristianos, como tampoco es de extrañar –nos dice el poeta nacido en Londres, pero de origen irlandés– "la posibilidad de que ciertas evidencias importantes hayan sido suprimidas para que el texto pueda conformarse a la ética cristiana".

La figura misma de Cuchulainn, el héroe humano a la vez que divino cuyo nacimiento milagroso se relata en El Táin, aun siendo un temible guerrero, recuerda, a veces, ciertos aspectos de la figura de Jesús. No es por casualidad que esos tres siglos –del vii al ix– en que toma cuerpo El Táin tal y como lo conocemos, marquen también el apogeo de la cultura monástica y católica en Irlanda. Tampoco es una mera coincidencia el hecho de que el famoso Book of Kells haya sido manuscrito e ilustrado en Eire durante esos mismos años.

El célebre Book of Kells, una copia bellísimamente iluminada de los cuatro Evangelios, corona del arte medieval y verdadera piedra de fundación de Irlanda, como todos los evangeliarios producidos en Iona y Lindisfarne, está casi vacío de símbolos cristianos, a la vez que, como todos ellos, pertenece –las palabras son de Kenneth Clark– "a un estilo que, con razón, consideramos irlandés".

Pero la literatura irlandesa es un árbol de raíces gemelas en más de un sentido. Porque no sólo hay que tener en cuenta esa doble vertiente, celta y cristiana que se manifiesta desde sus inicios, sino el hecho fundamental de que en esta literatura, y también desde un principio, han convivido –con grandes dificultades, hay que decirlo– dos idiomas: el gaélico o irlandés, y el inglés.

Es cierto que desde fines de la Edad Media (1300), la literatura en general, y la poesía cantada y escrita en inglés, en particular, dio cuenta de los cambios sociales, políticos y culturales que a la bella isla trajo consigo la colonización, el nacimiento y desarrollo de la conciencia postcolonial, la independencia de Irlanda y, en tiempos mucho más recientes, la globalización. Los poemas "I am of Ireland" (Soy de Irlanda) y "The Land of Cockayne" (La tierra de Cockayne) (ca. 1330) datan de un periodo en que se hablaba ya de modo corriente un idioma inglés de fuerte carácter normando, "con grandes manchas de lengua irlandesa" junto con el francés y el irlandés.

Es por ello que el trabajo de la traducción ha ocupado un lugar tan importante en la historia de la poesía irlandesa. Prácticamente todos los grandes poetas irlandeses han sido también traductores de excelencia. Primero que nada, claro, del gaélico al inglés y viceversa. Pero no nada más.

La traducción en la poesía irlandesa ha sido siempre un pendón de su nacionalismo cultural, y en épocas cruciales –como en el siglo xix– sirvió para alimentar el gran Renacimiento Literario Irlandés capitaneado por Yeats, que buscó, entre otras cosas, evitar que la lengua materna siguiera decayendo. Es evidente que, desde hace siglos, la traducción poética en la isla ha buscado reconciliar el espíritu de la nación irlandesa con la presencia del inglés.

Poetas como John Montague y Brendan Kennelly, Michael Longley y Michael Hartnett, lo mismo que Derek Mahon y Thomas Kinsella, han logrado capturar con notable éxito en inglés el espíritu de muchos de los antiguos poemas medievales irlandeses escritos en gaélico. Mención aparte merece el caso más conocido de todos: el del Premio Nobel Seamus Heaney, cuyas traducciones de Sweeney Astray y Beowolf, así como de Las metamorfosis de Ovidio y sus homenajes a Dante, nos hablan –como atinadamente dice Mary Shine Thompson– "de su convicción de que la poesía en diversos periodos y en distintas lenguas puede tender un puente entre las realidades políticas y una realidad de orden trascendental."

Y es que la traducción sigue planteando en Irlanda una serie de desafíos estéticos, políticos y semánticos que, hasta el día de hoy, no hacen sino subrayar el carácter bífido de esta tradición poética. Para muestra basta un botón: el caso paradigmático de la excelente poeta Nuala Ní Dhomhnaill, que escribe sobre la experiencia de las mujeres, exclusivamente en irlandés, y cuyos apasionados poemas, profundamente enraizados en su tierra natal, exigen de todas las habilidades de sus pares en Irlanda –Michael Hartnett, Michael Longley, Medbh McGuckian– para ser recreados en inglés.

El hecho de que Irlanda haya padecido a lo largo de su historia varias invasiones –celtas, vikingos, normandos, ingleses– además de la cristianización que comenzó en el siglo v con San Patricio, hace que –como bien lo explica Seamus Heaney– "Irlanda sea uno de esos lugares donde el escritor se encuentra en el cruce de las ambiciones artísticas y las implicaciones políticas". Esta dicotomía –así como aquellas otras que ya he mencionado: el idioma irlandés y el inglés; la herencia celta y la cristiana– se encuentra presente siempre, de un modo u otro, en toda la poesía y el arte de Irlanda.

Pero, ¿qué tan vieja es la poesía irlandesa? Sabemos que para el siglo ii de nuestra era –al mismo tiempo en que se consolidaba el cristianismo– las aventuras de Cuchulainn, por dar un significativo ejemplo, ya habían cobrado su primera forma literaria. Y esta habría de mantenerse en la tradición oral por muchos siglos. ¿Cuántos? Las apreciaciones varían: desde siete hasta nueve siglos… y hay quienes piensan que el lenguaje de las versiones más antiguas del cuento que relatan las acciones que constituyen el núcleo del llamado "Ciclo del Ulster", se remonta al siglo viii, y que una parte de los pasajes en verso bien podría fecharse hasta dos siglos antes.

En todo caso lo que sí es un hecho ya aceptado es que hacia el siglo VI de nuestra era existía ya una poesía que podríamos llamar "irlandesa", altamente formalizada y muy codificada, que hacía uso de una técnica sumamente conservadora –tal y como suele suceder con todo arte tradicional– y que servía como vehículo para relatar ciertas historias de aventuras, como el Immram Snédgusa ocus Maic Riagla, "El viaje de Snédgus y MacRiagla" que relata las peripecias de un peregrinaje monacal.

Entre las muchas creaciones poéticas anónimas de los monjes irlandeses surge, hacia el siglo IX, el primer poeta irlandés del que tenemos noticia, Fland MacLonáin, que se nos presenta ya con un perfil perfectamente diferenciado e individual. De este mismo siglo IX data el famoso poema anónimo donde un monje erudito de Leinster se compara a sí mismo con su gato, "Pangur Bán", y que muchos poetas y estudiosos irlandeses consideran como el primer ejemplo de poesía lírica irlandesa donde el poeta nos habla de una situación vivida y comunicada a título personal.

Un poco posterior es el famoso ciclo épico de El Táin, una de las indiscutibles obras maestras que la antigua literatura irlandesa nos ha legado. El Táin es una epopeya originalmente escrita en prosa que constituye el corazón del "Ciclo del Ulster", donde se relatan las proezas increíbles del monarca Conchobor, así como las hazañas de los campeones de la Rama Roja, cuyo caudillo era el célebre héroe Cuchulainn, "El lebrel de Ulster".

Como tristemente ha sucedido en nuestro país con una inmensa parte de la literatura prehispánica, gran parte de la vieja literatura irlandesa se ha perdido para siempre, a pesar de que en el periodo de los bardos en Irlanda (de 1200 a 1600, aproximadamente) muchas de las familias nobles mantuvieron poetas hereditarios, fomentando el desarrollo de una intensa actividad poética. Lo que conocemos hoy en día sobrevive en un grupo reducido de extensos manuscritos que han sido cuidadosamente conservados –en su mayor parte– en el Trinity College de Dublin, y que conforman cuatro conjuntos de relatos. Uno de estos relatos es, precisamente, el ya citado "Ciclo del Ulster", al cual pertenece El Táin.

Una literatura que comenzó hace ya tantos siglos, que nos ha legado una serie impresionante de obras insignes, y que ha llegado con una fuerza y una vitalidad extraordinarias hasta nuestros días, es digna de ser mucho mejor conocida y apreciada en el mundo de habla hispana. La lista de los mayores escritores irlandeses es tan impresionante que su sola enumeración basta para comprender por qué Borges, que era tan ferviente admirador de esta literatura, al hablar de su prodigiosa riqueza decía: "sí, es una riqueza que parece opuesta a toda estadística".

La constelación que forman los nombres de Juan Escoto Erígena (el filósofo panteísta cuyo nombre quiere decir "irlandés nacido en Escocia"); Jonathan Swift, a quien le debemos los célebres viajes de Gulliver; George Berkeley, maestro de Hume y Schopenhauer; George Bernard Shaw; el inconfundible Oscar Wilde; William Butler Yeats, a quien muchos consideran el máximo poeta de lengua inglesa del siglo xx; los revolucionarios poetas y novelistas Samuel Beckett y James Joyce, y Seamus Heaney, a quien muchos consideran el mayor poeta vivo de lengua inglesa, por mencionar sólo a los más brillantes, resplandece con una luz singularmente intensa y propia. Una luz que durante muchos siglos resplandeció en la poesía irlandesa en su propia lengua, el irlandés, y que sólo en los últimos dos siglos lo ha hecho primordialmente en inglés.

Y es que no podemos olvidar que en 1601, con la derrota de las fuerzas irlandesas en Kinsale y la subsecuente dominación isabelina, llegó a su fin el viejo orden aristócrata irlandés, y con él el sistema de patronazgo que ayudó a sostener a los poetas y a la poesía escrita en irlandés, con traumáticas consecuencias para su literatura.

Así nos lo recuerda el poeta Thomas Kinsella en su antología bilingüe An Duanaire (Los desposeídos):

La literatura de Irlanda, tanto en prosa como en verso, ha sido escrita, desde los tiempos más remotos hasta el siglo XIX de modo predominante en el idioma irlandés. Desde mediados del siglo XIX –los años de la Gran Hambruna irlandesa– el idioma vernáculo de Irlanda ha sido el inglés. Es por ello que la mayor parte de la rica tradición literaria irlandesa viene a ser como un libro cerrado para todos con la única excepción de una muy pequeña minoría que habla o lee y escribe el irlandés.
El escritor irlandés de nuestros días habla en inglés y convive con el gaélico. Toda la toponimia de su país está expresada en ese idioma que es de enseñanza obligatoria en la República de Irlanda; hay estaciones de radio y canales de televisión en ese idioma. Hasta ahora la mezcla –como dice Viviana O’Connell, directora de la revista The Shamrock– "ha dado un producto riquísimo que sigue alimentando a la literatura mundial y posiblemente nos siga sorprendiendo".

La muestra de poesía irlandesa contemporánea que se ofrece a los lectores incluye poemas de doce poetas contemporáneos. Todos los poemas han sido traducidos del inglés al español. La antología comprende trabajos de poetas que oscilan entre los setenta y los cincuenta años de edad.

La muestra incluye a tres mujeres (Leland Bardwell, Eavan Boland, Nuala Ní Dhomhnaill), a poetas que escriben en gaélico (el caso de Michael Hartnett y el de la misma Nuala Ní Dhomhnaill), y a tres poetas originarios de Irlanda del Norte (Michael Longley, Derek Mahon y Paul Muldoon).

Hay que recordar que la isla se dividió en 1923 y que el límite entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda se trazó en 1925, lo que produjo dos realidades diferentes. La gente en el sur ha vivido en una democracia relativamente estable en los últimos setenta años, mientras que en el norte la gente ha vivido en una sociedad que está dividida y enfrenta de continuo situaciones tensas y difíciles. Como dice Peter Sirr, uno de los mejores poetas jóvenes de Irlanda, director del Irish Writers’ Centre:

Las circunstancias en que Seamus Heaney creció, y algunos de los otros escritores (de Irlanda del Norte) eran bastante distintas de aquellas que se daban en el sur; esto provocó actitudes diferentes. Hay por lo tanto muchas diferencias extremadamente sensibles… La gente en el norte es menos romántica, se lleva menos por la retórica, son más cortantes, gente de pocas palabras, no tan locuaces como los del sur. Esto refleja varias formas de endurecimiento en una sociedad que está dividida. Deben ser muy cuidadosos con el lenguaje para no ofender a nadie. Heaney dice: "Cualquier cosa que digas, no digas nada", lo que es una especie de cliché en el norte, donde el lenguaje puede provocar la muerte. Los escritores en el Sur, en cambio, están lejos del conflicto, están en un lugar pacífico, están seguros. Es por esto que un escritor que haya crecido dentro de la clase trabajadora en Dublín escribe de manera diferente a otro escritor creciendo en la Belfast ocupada por los soldados británicos.
De todos los poetas incluidos, muy probablemente sólo se conocen en México (y poco), los poemas de Eavan Boland, algunos de Paul Muldoon (los que yo mismo he traducido antes, y los que se encuentran incluidos en la antología La generación del cordero, de Pedro Serrano y Carlos López Beltrán), y algún poema de Nuala Ní Dhohmhnaill traducido por Blanca Luz Pulido.

No incluyo poemas de Seamus Heaney. Toda la obra poética del Premio Nobel ha sido traducida ya –y muy bien– por Pura López Colomé, y es bien conocida en México.

Ofrecemos esta muestra de poesía irlandesa, más que como una presentación de una tradición poética mayor –que no necesita a estas alturas de grandes presentaciones– como una invitación abierta a la lectura y a las enseñanzas de la poesía.

Pero, ¿qué enseña la poesía? Como dice el remate del poema de Patrick Kavanagh: "¡Ah! Allí está la pregunta para especular en vez de una respuesta."

Alberto Blanco, DF, 1951, poeta, editor y traductor. Ha publicado, entre otros, Cromos (Premio Carlos Pellicer 1988), Canto a la sombra de los animales (Premio Nal. de Literatura José Fuentes Mares 1989) y Las voces del ser.