Ojarasca 80  diciembre de 2003


 
 

talabartero


España la desmemoriada

Eduardo Subirats


 


En la historia española de las ideas abundan los grandes eslabones perdidos, las huellas borradas, los nombres olvidados, los apretados silencios. Américo Castro ha sido uno de esos casos. Introducir su obra y señalar brevemente sus centros de interés quiere decir, por tanto, señalar aquellas posiciones y oposiciones que la han silenciado. Ciertamente no es un caso único. No es tampoco el último caso.

Lo primero que es necesario señalar a este propósito es, sin duda, lo más irritante para la ciudad letrada española, siempre enquistada en su autocomplaciente poder impotente en nombre de ortodoxias estériles, y siempre dispuesto a atrincherarse frente a cualquier revisión crítica del presente, y por tanto también del pasado. Esta circunstancia irritante es el carácter de ruptura que distingue a la obra de Castro: una ruptura paradigmática y programática que ha revolucionado categorías centrales de la historiografía política, en la literatura y en lingüística españolas, así como la revisión de la expansión colonial hispánica sobre América, aunque siempre por debajo del silencio oficial.

Las características elementales de esta ruptura castriana con el tradicionalismo español pueden resumirse en dos o tres categorías. La primera de ellas tiene que ver con los centros de gravedad de la historia cultural española. Deseo recordarlo en dos palabras: para el nacionalcatolicismo español que atraviesa a autores como Menéndez Pelayo, Unamuno u Ortega, y sus expresiones políticas en el fascismo español de los años treinta, y en el nacionalcatolicismo democrático de hoy, la historia cultural española gravita en torno al "Siglo de Oro". La consolidación de la ortodoxia contrareformista y del Imperio español de ultramar, y el teatro propagandista del xvi son los grandes ejes de su concepto patrimonial de cultura nacional. Sus dos grandes pilares son cristianismo y latinidad. Es la bandera militar y militante que erigió Nebrija, la que inspiró el incendio de la biblioteca islámica de Granada y la que celebra en la fecha de 1492 la momificación de España bajo el yugo de un sólo Dios y una sola lengua.

Castro le dio la vuelta entera a esta constitución. El renacimiento cultural ibérico, en su arquitectura lo mismo que en las ciencias, la filosofía y la literatura, hay que ubicarlos en los siglos 12 y 13, de acuerdo con su mirada histórica. Es decir, en la edad del apogeo de la cultura islámica y hebrea en la Península ibérica. Este apogeo lo representan autores como Maimónides, Ibn Arabí y Ramón Llull. Es la edad del florecimiento de capitales intelectuales cosmopolitas como fueron Córdoba, Toledo y Gerona. Y es, en fin, la península que hablaba árabe y hebreo como lenguas cultas, y el latín vulgar.

Para hebraístas e islamistas esta perspectiva histórica castriana no suponía precisamente la revelación de un gran misterio. Para ellos la fecha histórica de 1492 ha significado desde hace mucho tiempo, efectivamente, el final de una edad exuberante. Eventualmente significó también un final de la historia en un sentido apocalíptico, como lo recoge el misticismo hebreo después de la expulsión, según Gershom Sholem. Sin embargo, para el hispanismo y también para el historiador de la llamada civilización occidental este giro significa una revolución paradigmática.

La segunda revisión que plantea la obra de Castro es consecuencia de la primera. Se rompe la concepción uniforme y monolítica que ha cristalizado el ideario tradicionalista de "España" hasta el día de hoy, en provecho de una mirada multicultural y plurireligiosa sobre el pasado y, subsiguientemente, sobre el presente de sus comunidades. No es irrelevante que la ruptura de esta vigente concepción monolítica de la historia hispánica la lleve a cabo Castro a partir de una reconstrucción textual de los entrecruzamientos y filtraciones de voces, cultos y valores en las oraciones y en las novelas, en las comidas y en el léxico, en fin, a partir de un diálogo secreto entre la España cristiana, árabe y judía visible en la arquitectura, en la literatura o en el léxico castellano, allí donde la ortodoxia no prestaba ni presta oídos más que al heroísmo, ciertamente triunfante, del ¡Santiago y cierra España!

Mi tercer punto es una conclusión. De la mayor importancia en el contexto de nuestras guerras del "final de la historia" y del "choque de civilizaciones", de acuerdo con los clichés en uso de los patéticos exponentes intelectuales del renovado colonialismo norteamericano.

A este respecto, Castro arrojó también una visión crítica de la construcción del Occidente cristiano y del concepto de Europa por el simple hecho de haber puesto de manifiesto su reverso, es decir, los amplios procesos de desislamización y deshebraización de la ciencia, el misticismo, la filosofía y el arte. Al mismo tiempo, su obra plantea la posibilidad hermenéutica y la realidad literaria del diálogo entre las tres religiones, y sus respectivas culturas y lenguas. Se trata de un diálogo hermenéutico en primer lugar, pero de un diálogo que es también teológico y político en sus últimas consecuencias.
 
 

Texto de presentación para Américo Castro y la revisión de la memoria.

España y el Islam (Ediciones Libertarias, Madrid 2003), de Juan Goytisolo, Christopher Britt, James Fernández, Francisco Márquez Villanueva, Frank E. Peters, Georgina Dopico, D. Fairchild Ruggles, Georgina Dopico y María Rosa Menocal. Eduardo Subirats (editor).


regresa a portada