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México D.F. Sábado 27 de diciembre de 2003

Los soldados británicos, horrorizados por los métodos de los estadunidenses

"Dosis de miedo y violencia" para que iraquíes informen sobre la guerrilla

En su intento por denostar a Saddam Hussein, los invasores ofenden a musulmanes

ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL

Bagdad, 26 de diciembre. Algo muy desagradable anda suelto en Irak. Tan sólo esta semana un comandante de la primera división de infantería, desplegada en el norte del país, admitió que para obtener información sobre la guerrilla, que está matando a tropas estadunidenses, es necesario "infundir temor" entre los habitantes de los poblados de la zona. Un intérprete iraquí al servicio de los estadunidenses acababa de sacar a una anciana de su casa para asustar a sus hijas y nietas, haciéndoles creer que la señora estaba bajo arresto.

iraqi_prisioner_cazEl comandante de un batallón apostado en la misma zona lo expresó de peor manera: "Con una fuerte dosis de miedo y violencia, y también mucho dinero para proyectos, creo que podemos convencer a estas personas de que estamos aquí para ayudarlas", dijo. Estaba hablando de un poblado que sus hombres han rodeado con alambre de púas. También colocaron un letrero que dice: "Esta valla está aquí para su protección. No se acerque o trate de cruzarla, porque se le disparará".

Trate usted de explicar a los soldados que este trato -y estas palabras- ofende la humanidad básica de las personas a quienes los estadunidenses afirman que han venido a "liberar", y se encontrará con el pretexto de siempre: que un muy pequeño "remanente" de hombres "leales hasta la muerte" al ahora capturado Saddam Hussein, etcétera, etcétera, deben ser separados de los civiles a quienes ahora están "intimidando".

También resulta inútil tratar de señalarles que esta intimidación, que proviene sobre todo de las fuerzas estadunidenses, horroriza con toda razón a las tropas británicas en el sur de Irak, pues temen que la venganza iraquí caiga sobre ellos, como ya cayó sobre italianos y españoles.

En cambio, se nos señala que las tropas estadunidenses están ganándose esos famosos corazones y mentes con el espíritu navideño. Hay un grotesco ejemplo de esto y del racismo inherente que prevalece cuando los medios reportan desde aquí, como en un cable de la agencia Ap.

Al describir a un soldado estadunidense ataviado con un gorro de Santaclós que estaba repartiendo animales de peluche a los niños, el reportero Jason Keyser escribió que un niño de 11 años "parecía confundido y después sonrió" cuando un soldado le dio una pequeña cabra de juguete. El reporte continuó diciendo que "otros en la multitud, en su mayoría musulmanes, trataron de agarrar con codicia los regalos". El cable añade la observación del militar, quien señaló: "no saben reaccionar a la generosidad".

No dudo de las buenas intenciones del soldado, pero ¿qué debe uno pensar de que se diga que eran "en su mayoría musulmanes" los que "trataban de agarrar con codicia los regalos"? ¿Qué debe uno pensar de la insensible observación del militar sobre la generosidad?

Los periódicos iraquíes han estado publicando en su primera plana la tarjeta de Navidad de las tropas estadunidenses en Bagdad: "El primer batallón de la segunda división de infantería les desea a todos muy feliz Navidad". Pero la ilustración es la fotografía, tras su captura, de Saddam Hussein con su descuidada barba y con un gorro de Santa sobrepuesto en la cabeza.

De seguro es una imagen chistosa para nosotros -no puedo imaginar a alguien mejor para burlarse de él comparándolo con San Nicolás-, pero es un claro insulto para los árabes sunitas, quienes por mucho que desprecien a la bestia de Bagdad leerán en la tarjeta un intento deliberado de humillar a los musulmanes iraquíes. Corresponde a los iraquíes denostar a su ex presidente, no a los invasores estadunidenses.

Es casi como si las potencias de la ocupación quisieran ver a través del espejo de Alicia. Esta semana tuvimos esa extraña declaración del general británico Greame Lamb, quien expresó que Saddam es comparable al emperador Calígula.

Ahora bien, el buen general probablemente está tomando sus ideas sobre Calígula de Los doce Césares, de Cayo Suetonio. Pero, en todo caso, el romano era un enfermo mental mucho peor que Saddam y aún más indiferente hacia la vida humana. El loco de Uday Hussein, hijo de Saddam, habría sido un paralelo más apropiado, pero ¿cuál se supone que es el objetivo de todo esto? Un juicio serio por crímenes de guerra -preferiblemente celebrado fuera de Irak y lejos de este país contaminado judicialmente- es la única forma de definir la naturaleza del repulsivo régimen de Saddam.

Es infantil cualquier comparación entre el ex dictador y Hitler, Stalin, Atila el huno o Calígula, como también lo son las sugerencias de que Tony Blair y George W. Bush son como Winston Churchill. Y nuevamente esto aparece como un insulto hacia los musulmanes sunitas en Irak, que es la comunidad que los estadunidenses deben querer aplacar especialmente, puesto que son ellos quienes están resistiendo principalmente la ocupación.

Pero el efecto de espejo parece haber poseído a toda la autoridad, encabezada por el procónsul Paul Bremer. Al igual que el presidente Bush, Bremer ya adoptó la costumbre de repetir el absurdo de que entre mayor sea el éxito de Occidente en Irak las tropas estadunidenses serán atacadas con mayor frecuencia.

"Creo, personalmete, que tendremos aún más violencia en los próximos seis meses", declaró hace un par de semanas. "Esta violencia se deberá precisamemente al hecho de que estamos ya en el camino del éxito".

En otras palabras, entre mejores sean las cosas peor van a ponerse. Entre más violencia haya, será más efectivo nuestro desempeño en Irak. Esta estupidez no me preocuparía tanto si no se reflejara fielmente en el terreno en Irak. Tomemos como ejemplo la aseveración estadunidense -ya aceptada como un absurdo- de que los soldados mataron a "54 insurgentes" en Samarra hace un mes. La verdad es que asesinaron al menos ocho civiles y no existe la mínima evidencia de que hayan ejecutado a alguien más, pero los estadunidenses insisten en sostener el cuento de su gran victoria.

La semana pasada promovieron una versión similar del mismo cuento. Esta vez había 11 "insurgentes" muertos en Samarra, pero cuando The Independent investigó el hecho sólo se pudo encontrar registro de cuatro civiles muertos y muchos heridos. Ninguno de estos heridos -presumiblemente también "insurgentes", si es que los invasores se creen su propia historia- recibió visitas de las fuerzas estadunidenses, que si bien no iban a interrogarlos al menos podían haberse disculpado.

Existe un hábito aún más peculiar que se manifiesta en los voceros de las autoridades de ocupación. Cuando un tanque arrolló a un importante clérigo chiíta musulmán en un suburbio de Bagdad, hace tres semanas, dijeron que se trató de un "accidente de tránsito", como si conducir un tanque M1A1 Abrams por encima de un automóvil y un clérigo de túnica fuera lo que suele suceder en una calle congestionada del centro.

Días más tarde un camión-cisterna se estrelló contra un automóvil y mató a 17 civiles. Los muchachos de la ocupación pretextaron la misma basura otra vez. Fue, dijeron, un "accidente de tránsito" con un camión-cisterna, salvo que este vehículo no llevaba ningún remolque con combustible.

Las primeras tropas de Estados Unidos en el lugar encontraron granadas que se usaron para detonar una bomba y las víctimas volaron en pedazos, no se quemaron como habría ocurrido si la cisterna simplemente se hubiera incendiado.

Los que llegamos a la zona, poco después de esta matanza, aún podíamos percibir el olor a explosivos. Pero fue un "accidente de tránsito".

El pasado jueves tuvimos un incidente igualmente extraño. Se informó que jets y aviones C-130, equipados con ametralladoras y artillería pesada, habían atacado "bases guerrilleras" durante la operación Martillo de hierro, al sur de Bagdad.

No obstante, una investigación reveló que el objetivo de dicha acción fueron campos desiertos y que algunas de esas armas pesadas dispararon balas de salva, como parte de una rutina para ahorrar municiones.

Entonces, dejemos claras las cosas: los insurgentes son civiles. Los camiones-cisterna y los tanques que aplastan a los civiles son "accidentes de tránsito". Los civiles "liberados", quienes viven en poblados rodeados por alambre de púas, deben soportar una "fuertes dosis de miedo y violencia" para mantenerlos a raya.

En algún momento, probablemente, también nos van a empezar a hablar de democracia.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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