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México D.F. Viernes 2 de enero de 2004

Jorge Camil

Cristianismos perdidos (y encontrados)

The Da Vinci Code, de Dan Brown (traducida recientemente al español como El código Da Vinci) pudiera ser una de las novelas más leídas de todos los tiempos (y una de las más influyentes, con 4 millones y medio de copias vendidas en 2003, año de su publicación). La obra adquirió enorme relevancia porque presenta, en un clima de suspenso escalofriante, la lucha entre el Priorato de Sion y el Opus Dei por el control de los explosivos secretos sobre los que descansa la fundación del cristianismo.

El Priorato es una sociedad secreta que pretende tener sus orígenes en los Caballeros Templarios, a la que pertenecieron, según pergaminos de dudosa autenticidad descubiertos en 1975 en la Biblioteca Nacional de París: sir Isaac Newton, Botticelli, Víctor Hugo y Leonardo da Vinci. Y el Opus Dei de la novela es, obviamente, la orden fundada por José María Escrivá de Balaguer (recientemente beatificado por la Santa Sede) e identificada por el autor como una "devota secta católica sujeta a controversia por reportes recientes que la involucran en actividades de lavado de cerebro, coerción y una peligrosa práctica conocida como "mortificación corporal". Los objetos de la lucha encarnizada entre las dos organizaciones son la ubicación del Santo Grial, la copa que, según los libros de caballería medievales, sirvió a Jesucristo durante la Ultima Cena para instituir el sacramento de la eucaristía, y la información contenida en los Evangelios gnósticos, eliminados del dogma cristiano como herejía durante los primeros siglos y descubiertos en 1945 en Nag Hammadi al norte de Egipto.

Los Evangelios gnósticos constituyen uno de los más importantes hallazgos de la era moderna, y medio siglo después de su descubrimiento (tras intensas batallas legales sobre derechos de propiedad entre coleccionistas privados que los adquirieron en el mercado negro y el gobierno egipcio) están siendo apenas objeto de concienzudos estudios, traducciones e interpretaciones por historiadores y teólogos de todas las Iglesias cristianas. Los códices contienen el cuerpo del gnosticismo (doctrina filosófica y religiosa mezcla de cristianismo y de creencias judaicas y orientales, que fundaba la salvación en el conocimiento intuitivo y misterioso de las cosas divinas) y consisten, entre otros valiosos escritos revelados, en los evangelios desconocidos de Tomás Apóstol, María Magdalena, Felipe y el llamado Evangelio de la verdad.

Como consecuencia del éxito de la novela de Dan Brown, los escritos egipcios, y el dogma de la Virgen María, fueron objeto la semana pasada de artículos publicados en Time y The Economist. Antes, por supuesto, esos mismos temas habían sido objeto de ensayos magistrales publicados por académicos como Bart Ehrman (profesor de la Universidad de Carolina del Norte, autor de Lost Christianities -Cristianismos perdidos) y Elaine Pagels (profesora de Princeton y galardonada autora de The Gnostic Gospels, -Los evangelios gnósticos).

Pagels, una de las precursoras en el estudio de los escritos de Nag Hammadi, publicó también hace unos meses Beyond Belief (Más allá de la fe), un ensayo sobre el evangelio de Tomás Apóstol, que revela las manipulaciones políticas del dogma cristiano para suprimir como herejía los Evangelios gnósticos, y basar el canon del Nuevo Testamento en los cuatro evangelios conocidos de Marcos, Lucas, Mateo y Juan.

El estudio sobre los Evangelios gnósticos, de Pagels, sostiene que el dogma de la resurrección carnal de Jesucristo (aceptada por algunas de las primeras comunidades cristianas como mero simbolismo que representaba el resurgimiento de la vida espiritual en quienes se convertían al "camino del bien") y la aparición del hijo unigénito a Simón Pedro después de la crucifixión, fue propagada y utilizada durante el primer siglo de la era cristiana para fundar y justificar el origen divino del Obispo de Roma y la autoridad del papado. Basada en ese misterio central del dogma católico, la Iglesia estableció la jerarquía existente entre obispos, sacerdotes, diáconos y laicos, todos sujetos a un dogma inflexible y universal. La imposición sin cuartel del dogma de "un solo Dios y un Obispo" (el de Roma, por supuesto) expandió el catolicismo y persiguió (para después destruir con la ayuda de emperadores conversos) a las sectas cristianas de los primeros años. Más aún, los evangelios egipcios convierten a María Magdalena, la prominente pecadora del Nuevo Testamento, en consorte y discípula de Jesucristo (teoría de repercusiones imprevisibles en esta era de igualdad sexual en muchas de las iglesias cristianas).

Hoy, en Estados Unidos, donde proliferan las sectas religiosas de todos los signos, el gnosticismo revelado en los evangelios de Nag Hammadi pudiese constituir una seria amenaza para las barreras impuestas por el dogmatismo institucional (como demuestran el éxito de The Da Vinci Code y la popularidad de obras académicas como las de Ehrman y Pagels).

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