Jorge Alberto Manrique

Las "tentaciones" de Rivelino

El artista Rivelino se aventura por caminos intrincados: sus piezas de cerámica, se presentan en series de tableros y con aplicaciones, superficies matizadas, que incluyen a veces unas cabecitas extrañas.

Sus obras empiezan a tener sentido, sus intenciones, aunque siempre enigmáticas, cubren otras verdades.

Unas series, tal vez la mayor parte de ellas, comprenden unas formas de alfarería en relieve, sin color -o con poco color parco, como sepia, o rojizo, que parece el barro natural. Estas afectan una hechura medio oblonga u ovoide: en las plaquetas hay unos como glifos de una escritura esotérica -a lo que más se pareciera es a cartuchos mayas, alineados en ringleras como en el timbre de un blasón, que tienen la función de una ''ilustración". El ejemplo podría ser Relatos eróticos (2002), políptico de siete plaquetas, cinco ilustraciones, cada una con una vulva -dos vírgenes- y dos más en cada uno).

En uno, Cercanía (2002), hay terracotas, en cuadrados acomodados en seis hileras de tres, y en el centro de cada espacio hay una cacha o cuerno; o en Dos códigos (2003), tiene sepia y rojo.

El Retablo II es un rectángulo con conchas de tortuga, un gran oblongo con afectaciones, sobre el que aplicó la hoja de oro. En algunas obras de 2003 (Secretos III, El testimonio del espíritu) aparecen cabecitas repetidas, con unos rasgos chinescos y con las muecas más diversas. También hay pescados -a veces seccionados- o conchas invertidas o llaves (Esencia). En una estela, Rosario de la pasión, asoma la llaga que gotea, negra.

Es un universo variado pero limitado, con colores sobrios, y las formas vacilan en hechuras repetidas. Se puede decir que en su fuerza tiene esas limitaciones y por eso es tan fuerte. Las ''tentaciones" de Rivelino tientan a entrar a ese mundo sígnico y esotérico y abstraer sus esencias y, por otra parte, en algunas ocasiones son muy explícitas, como el sexo.

Este es su riesgo: vale hacer el ensayo.