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México D.F. Jueves 15 de enero de 2004

Carlos Monsiváis

La sociedad civil y el EZLN

Antes del 12 de enero de 1994 la violencia múltiple es un gran obstáculo para examinar las razones y el impulso de la rebelión. El 12 de enero, convocada por el ejemplo, y no todavía por el discurso del EZLN, una parte muy significativa de la sociedad civil mexicana, a la que sigue casi de inmediato, en temporada de estreno, la sociedad civil global, inicia con el EZLN el intercambio de experiencias, conocimientos, desencuentros, entusiasmos, frustraciones, y buenas y malas vibras, como se decía en épocas anteriores al Internet.

Pronto se dispone de certezas: por ejemplo, el EZLN y su líder, el subcomandante Marcos, contribuyen enormemente a que se capte la realidad indígena como lo invisibilizado que revela lo falso por parcial de las representaciones autorizadas de lo visible, y a ver en la nación (la Patria, en la retórica del EZLN) a la entidad monopolizada por una minoría, que a lo largo de la historia sólo se abre a golpes de protesta, de sobrevivencia y de lucidez.

Sin el EZLN, y me refiero aquí no sólo a la organización sino a la cadena de hechos que desencadena, no se habrían aceptado irreversible y progresivamente la profundidad del racismo, la imposibilidad de aceptar la deshumanización de los radicalmente pobres, la orfandad conceptual y moral de los gobernantes, la internacionalización de la solidaridad como prerrequisito de su existencia, el impulso de docenas de miles de personas que en Chiapas conocen lo verdaderamente oculto: el mundo de la escasez sin límites. En diez años, el EZLN y Marcos han ayudado a entender lo que en realidad se vive, porque la ignorancia voluntaria o involuntaria de las tragedias causadas por el neoliberalismo oscurece dramáticamente la comprensión del mundo.

También en una década, el EZLN y el universo indígena de México y América Latina han "tomado cursos" con la sociedad civil, esto es, con las organizaciones, las personas, los grupos de extranjeros y nacionales que consideran su deber responder a una causa. Además de aportaciones concretas, esta sociedad civil ha ido a encuentros, marchas, reuniones, conciertos, tocadas, sesiones intergalácticas, y repeticiones insaciables del rollo (el martirio de la sociedad civil se inicia en los discursos de los que explican todo desde el principio, como si nadie jamás dijese antes una palabra al respecto), y mermada o acrecentada, según el caso, ha persistido. La sociedad civil ha dado lecciones, admito que intermitentes pero entrañables, de solidaridad, entrega, cordialidad, sentido del humor y, en momentos, de sana discrepancia expresada como reticencia o alejamiento. (La incondicionalidad desintegra la solidaridad.)

El discurso de ambas entidades ha ido cambiando en estos años. El EZLN y su vocero han sido cada vez más específicos y, cuando no, han incurrido en planteamientos que hallo incompartibles y distanciadores. En su turno, y en su expresión más brillante, la influencia de la sociedad civil en el EZLN se deja ver en numerosas intervenciones, entre ellas el alegato excepcional de la comandante Esther en el Congreso, y el llamado a la ampliación generosa de la idea de México, formulada por Marcos en el Zócalo. Y los acuerdos de San Andrés Larráinzar, con los desniveles del caso, son el producto de la interacción, de la unidad en la diversidad que marca las dos aportaciones, la del EZLN y la de esa entidad más bien indefinible pero necesarísima que nombramos sociedad civil democrática o de izquierda.

Rebeldía, resistencia, anticipación visionaria del altermundismo, incorporación explícita de lo indígena a la vida de todos (la discriminación, así no lo percibamos, también discrimina a quienes la aceptan), rechazo tajante de la versión del Mercado Libre como esclavitud laboral y opresión del consumo. Los desafíos son impresionantes: humanizar la política y la sociedad para humanizar la economía; creer en los demás para no imaginarse el futuro como la explosión demográfica de arcas de Noé; hacer del diálogo la condición indispensable del desarrollo civilizatorio... Lo ocurrido y lo vivido y lo pensado y lo aprendido en estos diez años -el intercambio desigual y siempre solidario de pedagogías- no cabría en un saludo doble al EZLN y a la sociedad civil nacional e internacional, al grupo guerrillero que a lo largo de estos años es también, y esto a un pacifista como yo le importa sobremanera, un movimiento social, y al espíritu solidario que, en el auge o en el reflujo, se opone frontalmente a la guerra contra los pobres, una guerra económica para empezar.

Por eso, a la pregunta clásica: "ƑQué te llevarías de una casa en llamas?", toca responder: el fuego, sin duda, pero además de ello la palabra.

Texto (revisado) para la celebración de la marcha del 12 de enero de 1994, en el Museo de la Ciudad de México.

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