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México D.F. Sábado 17 de enero de 2004

Bush aprovechó el foro para recordar a la región quién tiene el poder

Kirchner, ejemplo de dignidad ante EU en Monterrey

BLANCHE PETRICH

Cuando el gerente director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Horst Koehler, pasó cerca de las sillas que ocupaban los presidentes de Estados Unidos, George Bush, y de Argentina, Néstor Kirchner, durante un receso de la Cumbre Extraordinaria de las Américas, en Monterrey, el poderoso mandatario del norte le dijo a su homólogo del Cono Sur: "mira, ahí va tu amigo". Kirchner replicó: "A éste no me lo mandes para torturarme. Mira que yo me preocupo por los derechos humanos".

Más tarde, en la reunión bilateral, Bush pidió a Kirchner que le desmintiera "habladurías" que había escuchado de que Argentina estaba dispuesta a no pagar su enorme deuda externa. El jefe de la Casa Rosada contestó que su gobierno "está cumpliendo paso a paso" pero, para poder seguir así, le está pidiendo al FMI que acelere la revisión del acuerdo. Luego, en su mensaje de la sesión plenaria solicitó un Plan Marshall, basado en la reducción sustancial de las deudas externas. Porque nadie debería estar obligado a pagar, dijo, "lo que comprometa su desarrollo".

En la reunión con el FMI no se arredró e insistió en una quita de 75 por ciento de los intereses. En la bilateral con Bush reiteró que no variará su determinación de recomponer sus relaciones con Cuba -congeladas durante dos años por los arranques anticastristas del ex presidente Carlos Menem-, y más aún, recomendó a su par de Washington que no se empeñe en aislar al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, porque le podría salir contraproducente.

"Yo a Bush -explicó Kirchner- le voy a hablar siempre con sinceridad".

ƑCómo reaccionaron los superpoderosos estadunidenses ante esas expresiones de uno de los integrantes del eje del mal latinoamericano? Con respeto. El estilo Kirchner, digno y natural, demostró en Monterrey que quien se da a respetar obtiene eso, precisamente.

Esa fue, quizá, la lección más interesante de esta cumbre fuera de programa.

En contraste, otros presidentes sólo se inclinaron al paso de la caravana de unos 30 vehículos, con automóviles de custodia, dos limusinas negras, una ambulancia, un micrómnibus y camionetas con antena de transmisión satelital, de donde emergió, con su tranco de general pasando revista a sus tropas, el presidente Bush, indudablemente el foco principal de la cumbre.

Un botón de muestra fue el discurso del hondureño Ricardo Maduro, lleno de "gracias, señor presidente Bush", por una serie de pequeños e insustanciales programas asistenciales que no han ayudado ni un ápice a mover a Honduras de los cuadros de mayor miseria en las estadísticas de la pobreza mundial. O el del coronel Lucio Gutiérrez, de Ecuador, quien pidió "al hermano mayor" mirar hacia abajo y contemplar las necesidades de sus "hermanos menores". No en otro orden podemos entender las muestras de agradecimiento del presidente Vicente Fox por el nuevo Plan Bracero que ofreció Bush, las reiteradas felicitaciones al mandatario estadunidense por tener en prisión a Saddam Hussein, después de lo cual "México y el mundo están mejor", y otras adhesiones similares.

En el ala crítica -que hoy pasa por Caracas, Brasilia y Buenos Aires, con ganas de desviarse también por La Paz- brilló por el subido tono de sus declaraciones antimperialistas el previsible presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien remató su viaje a Monterrey con una escala en La Habana, para visitar al excluido de este encuentro, el presidente cubano Fidel Castro. Más peso y eficacia se esperaba del mandatario de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien prefirió jugar al bajo perfil y reservar fuerzas para el duelo de fichajes recíprocos de viajeros en el que se ha enzarzado con Estados Unidos. A final de cuentas, los reflectores sobre Bush y otros protagonistas restaron atención a temas que los mandatarios del hemisferio debieron haber enfocado. Uno no menor es el de si la Carta Democrática debe ser aplicada al presidente de Haití, Jean Bertrand Aristide, quien para sostenerse en el poder ha recurrido al fraude electoral y a la represión masiva, o si en la OEA existe un doble rasero, uno para Cuba y otro para los países que Washington no etiquete en el eje del mal.

Otro detalle fue la ausencia del presidente guatemalteco, Alfonso Portillo, quien estuvo representado por su canciller, Edgar Gutiérrez. No hubo explicación oficial de esta ausencia, que coincidió con la inclusión en la Declaración de Nuevo León de la Carta Anticorrupción y con el anuncio de la Casa Blanca de que no permitirá la entrada a su territorio a funcionarios del hemisferio que ese gobierno caracterice como corruptos. Es sabido que varios hombres del gabinete de Portillo, y él mismo, son investigados en Estados Unidos por ese delito.

George Bush necesitaba remozar la fachada de su diplomacia hemisférica, descuidada en los dos años recientes, en los que se centró en recomponer el mapa imperial de Asia central y Medio Oriente, y demostrar cómo la mayor potencia bélica del mundo, la mejor armada de la historia, hace cumplir sus propósitos por encima del orden legal internacional.

A su regreso a Washigton, llevaba la tarea a medio cumplir. La temporada de tormentas en el hemisferio sur apenas empieza. Y a los ojos atentos, esa fachada quedó apenas mal maquillada.

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