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México D.F. Martes 27 de enero de 2004

Jorge Santibáñez Romellón*

Migración: discutamos lo importante

El presidente Bush lanzó recientemente su propuesta migratoria y en México nos hemos dedicado sobre todo a analizar si la reacción del gobierno mexicano representa una subordinación a Estados Unidos o, bien, si la propuesta esconde fines perversos y electorales. Hemos criticado que en Estados Unidos el tema migratorio y las dolorosas tragedias que lo acompañan se utilicen políticamente; sin embargo, nuestra clase política no es mucho mejor que la estadunidense y también ha pretendido la utilización, unos a favor y otros en contra, de la propuesta de Bush o de la reacción de nuestro gobierno.

Parece que aún hay quien cree que estar en contra de Estados Unidos es estar en favor de México o, bien, que si se debilita al Presidente y al gobierno que encabeza se fortalece la propuesta política propia. Estas afirmaciones podrían ser falsas en general, pero tratándose del tema migratorio la situación es aún más inaceptable.

La migración de mexicanos hacia Estados Unidos continuará. Al menos en los próximos 15 años, México no tiene cómo retener toda la mano de obra joven que buscará empleo en nuestro país, y Estados Unidos no tiene cómo ocupar todos los espacios de su mercado laboral. Si de todas formas muchos mexicanos tendrán que abandonar sus regiones y familias al menos de manera temporal, ya que una abrumadora mayoría desea regresar a México, ¿qué no es nuestra obligación como sociedad cuidar que eso ocurra en las mejores condiciones posibles, aunque ideológica y culturalmente no nos guste?

Los migrantes mexicanos, según encuestas que El Colegio de la Frontera Norte aplica, tienen voluntad de arraigo, pero no tienen condiciones de arraigo, es decir, si por ellos fuera preferirían permanecer en sus regiones de origen. Es la carencia de buenos empleos la que los lleva a migrar a otro país.

En esta lógica, la propuesta de Bush (y México debería recordárselo a los congresistas que la analizarán) debiera distinguir entre los nuevos migrantes, ésos sí temporales, que después de un tiempo van a regresar a México, y los migrantes que ya están establecidos en Estados Unidos, muchos desde hace años y con redes familiares y sociales que los arraigan en ese país. Pedir a estos últimos que dejen el carácter subrepticio, que hasta hoy han tenido, en virtud de su condición de indocumentados, sin tener las garantías de que su situación será regularizada, no de manera temporal como contempla la propuesta de Bush, sino de manera definitiva, es tanto como pedirles que se arriesguen a dejar de ver a sus familiares y amigos o que regresen a una región en México con la que sin duda tienen lazos culturales, pero no económicos ni sociales, y en la que probablemente no han estado en los últimos años. Muchos de ellos viven en Estados Unidos como indocumentados desde hace muchos años.

Aun aceptando que todo lo malo que se ha dicho de la propuesta de Bush fuera cierto, y a sabiendas de que no resuelve el complejo proceso migratorio, sería mucho más benéfico y productivo estar discutiendo los efectos de su implementación, viendo qué hacer para que se apruebe lo más rápidamente posible, qué tipo de cabildeo habrá que realizar en Estados Unidos o generando los mecanismos para que la conexión entre los dos mercados laborales ocurra de manera más ordenada y no seguir permitiendo que esa labor la desarrollen los polleros, las líneas aéreas u otros actores del proceso que lucran con el mismo, de manera legal e ilegal, y que cientos de migrantes sigan muriendo año con año en su intento de cruzar al otro lado.

De la misma forma, deberíamos hoy estar discutiendo los programas que México va a establecer para proteger a los cientos de miles de migrantes que buscarán irse a Estados Unidos, distinguiendo las regiones y sectores de la economía en los que es necesario aceptar que el mercado mexicano no es suficiente y que el estadunidense es una opción. No se trata de analizar la moral de Bush o la destreza política de nuestro Presidente; mientras hacemos eso, los migrantes se están muriendo en la frontera.

Los que vivimos en la frontera ya no deseamos ver cruces que representan migrantes muertos. Si algo se puede hacer, hay que hacerlo ya.
 
 

* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte
[email protected] 

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