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México D.F. Sábado 31 de enero de 2004

Miguel Concha

Nueva hora de gracia

Con motivo de los 44 años de su ordenación como obispo, el pasado fin de semana don Samuel Ruiz -obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal de las Casas- dio a conocer un mensaje que lleva por título "Una nueva hora de gracia", en el que desde la crisis del sistema y su rechazo creciente apunta el surgimiento de una nueva etapa de la humanidad, y con el que delínea los nuevos alcances de su acción pastoral. Con ello se suma espontáneamente a la práctica renovada de 30 obispos católicos eméritos de Brasil -los más activos en la defensa de los derechos humanos durante y después de la dictadura-, quienes con su palabra siguen acompañando el difícil proceso de construcción de una democracia realmente representativa y popular en América Latina, sin confrontar a los obispos que todavía tienen jurisdicción territorial.

En su texto, don Samuel recuerda que hace 10 años le escribió al Papa un documento en el que expresaba por un lado la angustia que le causaban las condiciones de injusticia y marginación de las comunidades indígenas de Chiapas, las que por lo demás no han quedado estructuralmente resueltas, pero también las "luces de esperanza" que iluminaban senderos de futuro. Con perspicacia don Samuel descubre y juzga hoy desde su fe las señales de muerte de la globalización neoliberal, que identifica con la estatua de los pies de barro -de la que habla en la Biblia el profeta Daniel (Cfr. Daniel 2:31-44)-, pero también indica e interpreta desde el Evangelio las señales de vida que representan la organización y las luchas de los indefensos por la paz y sus derechos humanos en México y en el mundo.

Entre las señales de muerte don Samuel destaca la evidencia de que el actual modelo de desarrollo "para existir necesita robar, y para robar necesita matar", así como el patente alejamiento creciente que hay "entre los gobiernos y los pueblos, entre la sociedad civil y la sociedad política". Ante el hecho aún más grave de que el sistema "no se limita a destruir la vida, sino también sofoca las razones de vivir, operando como un rodillo compresor de los valores, culturas y espiritualidad", don Samuel enfatiza que urge una nueva alternativa, "para construir una sociedad donde quepan todas y todos, sin que se tenga que sacrificar a nadie para conservar la paz y el orden", que ya se anuncia en la emergencia de los pobres, de los pueblos indios y de los movimientos sociales, que entre otras cosas se expresan y manifiestan en las luchas altermundistas "(desde Seattle 1999, hasta Cancún 2003)", y en la lucha internacional por la paz.

"Se anuncia ya -expresa don Samuel- una sociedad cuya unidad no tenga un carácter monolítico, como lo impone la globalización, sino donde se comprenda y ejerza el derecho a ser sujeto de su propia historia, y se acepten las identidades específicas; donde se reconozca la autonomía de las naciones y de los pueblos originarios con su unidad y su diversidad".

Contrariamente a lo que pudiera pensarse, para don Samuel éste "no es un sueño irreal e irresponsable", pues somos testigos "de una inesperada y recíproca solidaridad mundial", provocada más que nada por la convergencia en la conciencia a escala mundial de los sufrimientos, problemas, reivindicaciones y esperanzas que produce el sistema a escala global, y la confluencia en el análisis que revela "la relación de causalidad estructural y dominadora con la que el sistema neoliberal vincula al primer mundo con el tercero en los aspectos económicos y políticos".

Reconociendo que en este marco el conflicto en Chiapas no ha sido resuelto en sus causas, don Samuel hace, sin embargo, un balance positivo de lo que ocasionó en nuestro país y en el mundo el levantamiento del EZLN y su posterior evolución política hace 10 años: favoreció la conciencia y la organización de muchos pueblos indios en México; facilitó en el país una nueva conciencia respecto a los derechos y significado de los indígenas; animó el crecimiento y la participación de la sociedad civil; retó a la sociedad política para que busque nuevos caminos; incidió en algunos de los muy pocos avances en la reforma del Estado; hizo más visible la necesidad de transformación de las instituciones y de las relaciones sociales y económicas; evidenció las graves deficiencias del sistema político y el largo camino que hay que recorrer para lograr una democracia digna; exigió una respuesta responsable de los poderes del Estado (todavía pospuesta) a las causas del conflicto; cuestionó a las iglesias sobre su disponibilidad histórica en la búsqueda de la justicia; puso en la palestra internacional el tema de los pueblos indios, así como la denuncia del sistema neoliberal y sus consecuencias.

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