México D.F. Lunes 2 de febrero de 2004
La muerte de peregrinos, rutinaria en La
Meca
En la jornada del Festín del sacrificio
fallecieron 244 fieles arrollados y aplastados
Robert FISK Enviado especial
en Irak
Es casi tan rutinario como el mismo Haj, la peregrinación
ritual a La Meca. Hace siete años la cuota de muertos en La Meca
fue de 402; tres años después llegó a la extraordinaria
cifra de mil 426. En 1994 murieron 270 peregrinos en una estampida en el
Haj, entre ellos mi peluquero de Beirut. No hubo versión oficial
de lo ocurrido. Sencillamente jamás volvió a Líbano.
Tres años después, un incendio se desató
en la ciudad de tiendas de los peregrinos y quemó vivos a 340 hombres
y mujeres. En 1998 perecieron pisoteadas 180 personas, al igual que otras
35 en 2001. Y ayer 244 peregrinos fallecieron aplastados y arrollados.
La cifra, si las pasadas catástrofes sirven de
referencia, llegará hoy a 300. Todos los peregrinos murieron cuando
se acercaban a los pilares de piedra de La Meca, los cuales representan
-simbólicamente, como los sauditas señalan de manera constante-
al demonio. Se supone que ese sitio marca el lugar donde el Diablo se le
apareció a Abraham. Los peregrinos apedrean los pilares y, si bien
musulmanes más intelectuales desdeñan tales tonterías,
lanzar piedras al ''demonio'' ha sido durante siglos parte tradicional
del Haj.
Mil
frustraciones pueden explicar este ritual, por lo demás bastante
extraño, pese a lo cual el lanzamiento de piedras, zapatos e insultos
-después de una noche de oración en vela- sigue siendo peligroso.
Como de costumbre, los sauditas culparon a Dios del desastre.
"Se tomaron todas las precauciones para prevenir un incidente así",
señaló el ministro saudita de Peregrinaciones y Donaciones,
Iyad Amín Mandani. "Pero es la voluntad de Dios. La seguridad no
es tan fuerte como el destino".
Sin embargo, cada vez más peregrinos heridos -y
los parientes de quienes sencillamente no vuelven del Haj- culpan de las
muertes a la irremediable burocracia saudita y al temor de ésta
a la policía religiosa, cuyos funcionarios deberían evitar
estas tragedias. De hecho, cuando casi mil 500 peregrinos perecieron en
1990 durante una estampida en un túnel, los sauditas se las ingeniaron
para culpar tanto a Dios como a la compañía que construyó
la instalación.
Dos millones de peregrinos -y para ser justos, los sauditas
tienen que controlar una verdadera ola humana de religiosidad en el Haj-
caminaban y corrían ayer, ataviados con batas blancas, hacia el
puente Jamarat, en Mina, para lanzar piedras a los pilares en el día
del Eid al-Fitah, el Festín del sacrificio. Y, como ocurre
a menudo, las autoridades, más temerosas de los atentados con bomba
y los disturbios que de las catástrofes humanas, resultaron rebasadas.
La mayoría de las víctimas murieron aplastadas,
con los huesos destrozados por las decenas de miles que empujaban en su
marcha inexorable hacia los pilares; los cuerpos fueron sacados a jalones
de entre la muchedumbre, que lanzaba gritos mientras continuaba la lapidación
ritual.
Casi todos serán sepultados en La Meca, lo cual
se considera un privilegio en el Islam, si bien muchas familias sólo
se enterarán en los próximos días de la pérdida
de sus seres queridos. Se cree que la mayoría de los fallecidos
ayer eran de Arabia Saudita.
No hubo violencia deliberada en el Haj, pese a que los
clérigos sauditas pasaron mucho tiempo acusando a los ''guerreros
santos'' -léase Osama Bin Laden, también saudita- de ser
una afrenta a la religión. "¿Es guerra santa derramar
sangre musulmana?", preguntó el jeque Abdul-Aziz a-Sheikh, sumo
pontífice saudiárabe, en un sermón pronunciado en
la mezquita de Namira. "¿Es guerra santa derramar sangre
de no musulmanes, a quienes se da santuario en tierras musulmanas? ¿Es
guerra santa destruir posesiones de musulmanes?"
Su sermón, observado en televisión por millones
de musulmanes en Arabia Saudita y el golfo Pérsico, habrá
provocado casi tantas preguntas como las que respondió. ¿Están
los soldados estadunidenses -los objetivos de Bin Laden- entre los "no
musulmanes", a quienes se ha dado "santuario" en tierras islámicas?
¿Las "posesiones" de musulmanes serán una referencia a los
complejos sauditas en Jeddah, atacados en fecha reciente por Al Qaeda?
La mezquita de Namira se levanta al lado del monte Ararat,
donde el profeta Mahoma pronunció su sermón final en el año
632, con un exhorto a los fieles a recordar que "todo musulmán es
hermano de los musulmanes y todos los musulmanes son hermanos: deben evitar
luchar entre ellos".
La guerra de ocho años entre Irán e Irak,
y la historia de cinco décadas de supresión de opositores
internos en las dictaduras árabes sugieren que las palabras del
profeta no precisamente han ganado la adhesión de los líderes
de Medio Oriente en los años pasados. Y los ataques suicidas en
Irak, Turquía y Arabia Saudita demuestran que los adherentes más
doctrinarios del Islam pueden diferir de los jeques en su interpretación
del Corán.
De hecho, uno de los pilares que con tanta furia apedreaban
las emocionadas multitudes ayer en La Meca tenía garrapateadas las
letras "USA". Sacrificar camellos, vacas y ovejas -y comer sus restos en
barbacoa- no es, al parecer, la única forma en que los peregrinos
pueden celebrar el Festín del Sacrificio.
© The Independent
Traducción: Jorge AnayaA
|