Esmeralda, Violeta Mabel y Juanita, las víctimas

Un año de impunidad de los asesinos del Cerro del Cristo Negro, en Ciudad Juárez

* El padre de Esmeralda Juárez, considerado “sospechoso” luego de hacer su propia investigación

Rosa Isela Pérez Torres -- A un año del hallazgo de tres mujeres asesinadas en el Cerro del Cristo Negro, en Ciudad Juárez, Chihuahua, el padre de una de las víctimas, el único que emprendió su propia investigación y exigió la detención del posible asesino, fue considerado por las autoridades como sospechoso de los crímenes.

Manuel Juárez, padre de Esmeralda Juárez Alarcón fue sometido al detector de mentiras por la Fiscalía Especial de Homicidios contra mujeres, luego de exigir que se siguieran las pistas que aportó.

En cambio, las familias de Juanita Sandoval Reina y Violeta Mabel Alvídrez Barrios, también encontradas en ese “cementerio de mujeres” el 17 de febrero del 2003, han decidido confiar en que dios les hará justicia y castigará a los culpables, dado que las autoridades no han resuelto los homicidios de sus hijas.

Esta actitud no es aceptada por Manuel Juárez, un guardia de seguridad privada que no le teme a la muerte si se trata de vengar la de su hija, a quien encontraron sin vida en el Cerro del Cristo Negro, desnuda y estrangulada.

“A mí ya no me interesa nada, sólo quiero que detengan al asesino y si no lo hacen ellos lo voy a hacer yo, porque ella era mi tesoro, lo más valioso, no tenían derecho a matarla”, afirmó.

Cuando Manuel Juárez fue sometido al detector de mentiras, aceptó la prueba porque creyó que sólo así convencería a la fiscalía especial de creer los resultados de su investigación.

Sin embargo, se dio cuenta de que la intención de aquel interrogatorio fue el inicio de una supuesta línea de investigación que enfocaron en su contra. “Me han orillado a pensar en que debo buscar venganza por mi propia mano, porque ellos no hacen nada”, dice.

Después del hallazgo, él confió en las autoridades y siguió al pie de la letra la recomendación que le hicieron en el sentido de no hablar con los medios de comunicación sobre el caso.

“Ahora ya no me voy a callar porque de nada ha servido callarse, voy a decir todo y no me importa que a mí también me maten”, afirma.

Esmeralda, de 16 años, Violeta Mabel de 18 y Juanita de 17, fueron encontradas asesinadas por un grupo de niños el 17 de febrero del 2003, en un terreno contiguo al cerro del Cristo Negro, al poniente de la ciudad.

Las jóvenes se encontraban desnudas y fueron violadas y estranguladas.

Desde entonces, los padres de las tres jóvenes tomaron caminos distintos, aunque el asesinato de sus hijas se encuentra ligado.

Además de haberlas encontrado muertas al mismo tiempo y en el mismo sitio, existe semejanza en las actividades que realizaban y la zona donde fueron secuestradas podría ser la misma.

Juanita Sandoval Reina y Esmeralda Juárez Alarcón dejaron inconclusa su educación en la Academia Comercial Osillo, ubicada en el centro de esta frontera.

Esmeralda continuó estudiando en la escuela de computación ECCO, y además trabajaba en una tienda de ropa del mercado Carranza, a un costado de donde tomaba sus clases.

Juanita decidió inscribirse en la escuela de belleza “Glamour”, ubicada a 4 cuadras de donde estudiaba Esmeralda.

Violeta Mabel, estudiaba en la preparatoria Ignacio Allende, que también se encuentra en la zona centro.

Las tres víctimas acudían por las tardes a tomar clases.

En el caso de Violeta Mabel, la joven llegaba a la escuela a las 4 de la tarde, después de cumplir una jornada de trabajo en la maquiladora Venusa.

Juanita Sandoval Reina nació en Zacatecas, pero cuando tenía 7 años sus padres decidieron traerla junto con sus 7 hermanos a esta frontera, con la finalidad de encontrarles un mejor futuro.

La familia llegó a Ciudad Juárez hace 10 años, cuando empezó la pesadilla de los homicidios contra mujeres.

Los padres de Juanita nunca imaginaron que su hija sería una de las víctimas.

Graciela Reina, madre de Juanita, dice que desde que su hija se inscribió en la escuela de belleza tuvo un mal presentimiento. “Le dije muchas veces que ya no fuera a esa escuela, me quedaba nerviosa al ver que tenía que regresar de noche, pero ella me decía que quería aprender a poner uñas y a cortar el pelo bien”, apunta.

Durante el primer año después del hallazgo del cuerpo de Juanita, sus padres pensaron en varias ocasiones en abandonar esta frontera; sin embargo no encontraron otro lugar mejor para vivir que la casa desde la que alcanzan a ver el cementerio donde sepultaron a su hija, a un costado del Cerro del Cristo Negro.

La madre de Juanita enfermó desde la desaparición de la joven, en septiembre del 2002. “Me han tenido en tratamiento, pero no me he compuesto, siento que tengo espinas encajadas en todo el cuerpo y duré mucho tiempo sin comer, no podía, sentía que el alimento se me atoraba en la garganta”, señala Reina.

Arturo Sandoval Lara, padre de Juanita se fue a Zacatecas hace dos semanas.

Quiso evitar encontrarse en la misma ciudad y en el mismo mes en que su hija apareció muerta hace un año, justo en el cerro que se encuentra detrás de su casa, en la colonia Fronteriza Alta.

Violeta Mabel Alvídrez Barrios, nació en Santa Bárbara, Chihuahua, pero sus padres decidieron venir a esta frontera en busca de empleo. Desapareció el 4 de febrero del 2003, y se determinó que estuvo secuestrada varios días. Peritos de la Subprocuraduría de Justicia del Estado calcularon que había muerto sólo dos días antes, aunque ya tenía 13 días desaparecida.

Emilia Barrios, madre de Violeta Mabel Alvídrez Barrios, tomó con resignación la muerte de su hija.

Cuando la sepultó, parada frente al féretro, Emilia Barrios agradeció a dios haberle permitido encontrarla, “porque otras madres llevan años buscando a sus hijas”.

Sin llorar, Emilia Barrios, despidió a su hija y confió en que dios haría justicia. En cambio, Benjamín Alvídrez, padre de la joven, dice que nunca dejará de llorar el asesinato de su hija y de exigir que se haga justicia.

Violeta Mabel tenía planes de continuar con sus estudios. Antes de su desaparición había decidido que su trabajo en la maquiladora Venusa sería sólo temporal, mientras concluía una carrera.

La joven fue encontrada atada de manos, cerca de donde fueron encontrados los restos de Juanita y Esmeralda.

Las tres jovencitas fueron sepultadas en el cementerio Jardines del Recuerdo.

Desde sus criptas es posible ver el área donde los asesinos abandonaron sus cadáveres, a un costado del Cerro del Cristo Negro, al que ahora los vecinos llaman el “cerro de la muerte”.