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México D.F. Viernes 6 de febrero de 2004

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Un caso más de corrupción y abuso policiaco

SIEMPRE QUE UN funcionario busca en su quehacer sólo la proyección personal, va indefectiblemente al encuentro del lucimiento, con tareas de relumbrón, y olvida el servicio a la ciudadanía.

CASO TAL VEZ único en el gobierno de la capital es el del jefe de la policía, Marcelo Ebrard. En su obsesión por crear terror a diestra y siniestra, ha dejado de lado, por más que se diga lo contrario, el más grave de los muchos problemas que acarrea ese cuerpo de seguridad: la corrupción.

LAS HISTORIAS A ese respecto son comunes. Así como en las reuniones de sobremesa casi siempre se encuentra a una víctima de algún asalto, también hay alguien que habla del abuso policiaco.

AHORA LE TOCO a un amigo, un buen amigo. Resulta que a principio de semana este ciudadano se quedó dormido dentro de su automóvil por ahí del mediodía. Despertó a los llamados de un par de azules. El ciudadano había ingerido alcohol y al detectarlo los preventivos le hicieron bajar del vehículo y lo metieron en el asiento trasero de la patrulla.

POR HORAS Y horas los miembros de la agrupación que manda Ebrard llevaron al detenido por una y otra parte de la ciudad sin remitirlo a la autoridad competente, en caso de que se le acusara de alguna falta.

DURANTE ESAS HORAS, el individuo era interrogado, una y otra vez, sobre sus bienes, y se le preguntaba constantemente por el dinero que llevaba en ese momento.

POR FIN, EMPEZADA la noche, Enrique, que así se llama el ciudadano, fue llevado hasta la instalación policiaca que se ubica detrás de lo que se conoció como Parque del Seguro Social, dedicado al beisbol.

ALLI UN MEDICO lo examinó y se lo regresó a los policías, que lo volvieron a meter en la patrulla. Recomenzó entonces el viaje, que para entonces ya parecía un secuestro.

EL INTERROGATORIO ERA el mismo. Los policías querían saber cuánto dinero traía encima. Enrique les pedía una y otra vez que lo llevaran a su casa y que allí les daría el dinero que tuviera. Los guardianes del orden, que dentro de poco usarán esposas para acentuar su poder, no accedieron a su petición.

ENRIQUE CEDIO. SIN saber de qué estaba acusado o cuál era la falta que merecía su detención o secuestro por cerca de 12 horas, les ofreció mil 500 pesos que tenía escondidos en su pantalón y que los agentes no habían encontrado en las constantes revisiones.

SEGURAMENTE LA CANTIDAD "hizo el día" de los patrulleros, que ya con el dinero en las manos lo regresaron a la delegación de la avenida Cuauhtémoc. Ya en el lugar el ciudadano pudo hacer una llamada a su casa.

ANTES DE LA MEDIANOCHE salió libre, con una multa de poco más de 300 pesos, y allí mismo le entregaron las llaves de su automóvil, que se hallaba estacionado en una calle de la colonia Narvarte.

LA SORPRESA FUE grande. En el lugar donde se dijo que estaba su coche no había nada. Entonces él emprendió un nuevo viaje entre las calles de la Narvarte. Su vehículo había desaparecido.

DESPUES DE UN buen tiempo de búsqueda decidió ir a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y allí, además de levantar el acta con la que daba por desaparecido su automóvil, se le dio una recomendación: "Busque su coche en las calles cercanas a la delegación a la que fue remitido".

CUMPLIDO EL TRAMITE, Enrique salió de la agencia de la procuraduría e inició una nueva búsqueda. Unos minutos después, halló el automóvil estacionado en los alrededores de la delegación policiaca.

LA HISTORIA DEJA en claro cuál es la forma de operar de los policías de Ebrard. El automóvil, de no ser hallado por su dueño, pronto quedaría en manos de los policías y sería un número más en la lista de los coches desaparecidos. Y los policías, pronto podrán esposar a sus secuestrados. ¡Qué bien!


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