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México D.F. Viernes 13 de febrero de 2004

Jorge Camil

"Todos estábamos equivocados"

Con esas tres palabras, el científico estadunidense David Kay renunció en enero pasado a sus funciones de inspector de armas de destrucción masiva (ADM) en Irak ante el senado de Estados Unidos.

La consigna presidencial no había sido fácil: Kay, auxiliado por cientos de inspectores vestidos como soldados de la Guerra de las Galaxias y armados con el equipo más sofisticado, debía buscar debajo de las piedras para encontrar a toda costa el arsenal de supuestas armas químicas, bacteriológicas y nucleares que sirvió de justificación para la invasión de Irak y el derrocamiento de Saddam Hussein. Del éxito de su misión dependía la credibilidad del presidente.

Hoy, meses después de su designación, la renuncia del metódico científico texano y la confirmación de lo que todos sabíamos (que las ADM de Hussein fueron "un cuento chino" urdido por vaqueros que codiciaban el petróleo iraquí) constituyen un duro golpe a las aspiraciones electorales de Bush en el año que buscará la relección. Sin embargo, no todos estuvieron equivocados, recordó la semana pasada el politólogo estadunidense Fareed Zakaria (Newsweek 9/2/04).

Los inspectores de Naciones Unidas, dirigidos por Mohamed El Baradei y Hans Blix, llegaron a la misma conclusión después de 700 inspecciones realizadas entre noviembre de 2002 y marzo de 2003. Su reporte final al Consejo de Seguridad aseguró que "no había prueba alguna" de las supuestas "actividades nucleares" de Hussein. No obstante, la reacción de Bush frente a las recomendaciones del consejo es bien sabida. El cowboy se lanzó de toda suerte a una invasión anunciada desde su campaña presidencial. En pie de guerra, este moderno llanero solitario acusó a Naciones Unidas de abdicar de sus obligaciones, y de paso arremetió contra Francia y Alemania, pisoteando la alianza del atlántico y ofendiendo a civilizaciones milenarias descalificadas por Donald Rumsfeld como "representantes de la vieja Europa".

Imposible disuadir al ranchero de Crawford, Texas: era un iluminado enfrascado en una misión divina que vociferaba a los cuatro vientos la amonestación bíblica: "šquien no está conmigo está con los terroristas!" (porque en ese entonces Hussein, el príncipe de las tinieblas, estaba acusado además de ser uno de los principales instigadores del 11 de septiembre).

Los "equivocados" exhibidos y desprestigiados por la renuncia de David Kay comprenden a todo el kitchen cabinet de Bush (un grupo compacto dedicado desde la toma de posesión a asegurar la relección presidencial que les fue negada durante la administración de Bush padre): Condoleezza Rice, Dick Cheney, Colin Powell, George Tenet y el enigmático Donald Rumsfeld.

Las revelaciones de Kay tuvieron repercusiones del otro lado del Atlántico, poniendo también en graves aprietos a Tony Blair (cuyo futuro político pende de un hilo). A propósito del líder británico, La Jornada (4/2/04) publicó un artículo de Robin Cook, ministro de Relaciones Exteriores en el primer gabinete de Blair, que hace un balance desolador de la "guerra contra Irak". En resumen, dice Cook, no se eliminó una sola ADM, ni la amenaza terrorista contra intereses británicos. Lo que sí se logró, mediante una decisión que el político laborista califica de "el más grave error en la historia de la política exterior británica desde Suez", fue socavar la autoridad de Naciones Unidas, distanciar a Gran Bretaña de sus más importantes aliados y arruinar el prestigio ancestral de Inglaterra frente a los países árabes.

Inmediatamente después de la renuncia de Kay algunos medios estadunidenses, atizando la hoguera, difundieron de nueva cuenta el informe presidencial de Bush de septiembre de 2002, cuando engañó al Congreso y al mundo afirmando mañosamente, y en posible contubernio con Blair, que el gobierno británico tenía pruebas que implicaban a Hussein en la compra de uranio africano y materiales para la fabricación de armas nucleares.

Tras la comparecencia de Kay los precandidatos demócratas a la presidencia exigieron de inmediato una investigación independiente que llegase hasta la oficina oval de la Casa Blanca. El problema es que Bush, quien de vez en cuando tiene buenas ideas, aunque sea desmañado para ejecutarlas, se adelantó y designó una complaciente comisión "independiente y bipartidista" con minoría de miembros del Partido Demócrata.

Todo eso está muy bien, si se tiene confianza en el tradicional fair play anglosajón. El único problema es que la comisión anunció desde su designación que el reporte sobre posibles fallas de inteligencia estadunidense y las supuestas ADM de Hussein (el leitmotiv de la invasión) sería entregado al "ocupante" de la Casa Blanca muy convenientemente en marzo de 2005, después de las elecciones presidenciales de noviembre de 2004 (šeso se llama tapar el sol con un dedo!). No cabe duda, šlos pueblos tienen los gobiernos que se merecen!

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