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México D.F. Jueves 19 de febrero de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

La unidad de los de abajo

La marcha del lunes pasado, pese a no haber sido muy numerosa, demuestra que hay una decidida voluntad de los sectores democráticos y nacionalistas de los trabajadores por impedir a toda costa que el país siga desmantelándose y que al pueblo se le restrinja su derecho a servicios básicos.

La participación de los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se inscribe en los tiempos del proceso de revisión de su contrato colectivo. El SME ha tenido la virtud, a diferencia de otros muchos sindicatos de larga vida, de mantener y defender la democracia interna y de no afiliarse como gremio a partido político alguno. Ha sido, por lo mismo, un ejemplo para otros de lo que debe ser un sindicato que, además, ha sido hostigado por los gobiernos neoliberales para privatizar la empresa en la que trabajan.

Recientemente el SME organizó una mesa de conferencias titulada, significativamente: La unidad de los de abajo. Por un México libre, justo y democrático. Un tema como el mencionado revela la importancia de los adjetivos en la propuesta inicial. La unidad de los de abajo no es asunto fácil. A mí, personalmente, se me antoja muy poco probable en condiciones de la relativa pasividad social que vivimos en la actualidad. Pero con la parte adjetiva del título de la mesa redonda, las cosas cambian o pueden cambiar. Se está proponiendo, en el título y en la ponencia de José Antonio Almazán (secretario del Trabajo de ese sindicato), que tal unidad se dé por un México libre, justo y democrático. Y esta propuesta sí puede unir a mucha gente que, en los hechos, está marginada de la justicia social que, para la mayoría de la población, se ha restringido más que nunca a partir de los gobiernos tecnocráticos de orientación neoliberal, que, como bien sabemos, no inauguraron Fox ni los panistas (aunque muchos de los priístas se den ahora golpes de pecho).

Ser marginado de la justicia social tiene mucho que ver con la deficiencia de libertades y de democracia para los de abajo. Formalmente hablando todos los mexicanos gozan de libertad y de democracia, pero en los hechos la libertad consagrada en nuestra legislación sólo tiene vigencia para los de arriba, al igual que la democracia. Esta última, como cada vez es más evidente, es una democracia de elites que, además, se ha querido restringir (y se ha logrado) a lo electoral partidario (porque sigue siendo inexistente en la vida de casi todos los sindicatos, como demuestra el planteamiento por la democracia esgrimido por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en el interior de su numeroso sindicato).

Los de abajo, precisamente por ser los más pobres, han visto disminuir sus salarios, las oportunidades de empleo, la seguridad social, la educación pública eficiente, sus posibilidades de jubilación, la tierra productiva, los créditos para sacarle frutos y otras conquistas logradas antes de la globalización neoliberal. A cambio, lo único que han recibido son migajas repartidas con criterios clientelistas y de caridad de fundaciones privadas que son negocios de sus directivos. Dicho de otra forma, los de abajo han recibido una rotunda negativa de justicia social, concepto borrado del diccionario en su edición neoliberal.

Quien no se beneficia de políticas deliberadas de justicia social, que sólo puede ofrecer el Estado, es víctima de las nada misteriosas fuerzas del mercado y de la vertiginosa lógica de acumulación y concentración de capital. Para estas víctimas del capitalismo contemporáneo y de los gobiernos que le sirven, y le han servido, no hay libertades que valgan, ni siquiera para protestar (Tlalnepantla, Morelos, por citar un ejemplo reciente), ni mucho menos democracia.

La democracia de la que tanto se ufanan los gobiernos neoliberales, comenzando por el de Estados Unidos, es la que ellos han validado como tal, y que excluye, obviamente, su sentido social y económico. Para los defensores de la democracia de los de arriba el concepto quiere decir elecciones exclusivamente mediante partidos y alternancia de gobiernos. Para los de abajo, en cambio, la democracia quiere decir elección, por diversas formas y no sólo mediante partidos, de representantes salidos de sus filas, de gente identificada con ellos y no con los intereses de quienes los han hecho más pobres. Pero la democracia por la que luchan los de abajo es social y económica, también es decir justicia social y distribución de la riqueza; si no Ƒpara qué les sirve la democracia formal? Todos sabemos que la democracia formal se ha extendido como nunca en el mundo, pero esta democracia ampliada no ha servido para disminuir la pobreza ni la desigualdad social; todo lo contrario.

Unidad de los de abajo, sí, pero por las libertades, por la democracia y, sobre todo, por la justicia social. Esta unidad sí es posible, y los trabajadores electricistas y otras fuerzas sociales y políticas están convocando a ella. Pero también es necesaria, si no queremos que continúe la entrega del país (y de sus habitantes) a las empresas trasnacionales.

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