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México D.F. Jueves 26 de febrero de 2004

Padecen exclusión cultural, económica y política, revela informe del organismo

Sin derechos humanos básicos, millones de niños indígenas: Unicef

Viven en condiciones de pobreza extrema, sufren acoso, racismo y explotación, añade

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 25 de febrero. Son los "niños invisibles", "los pobres entre los más pobres del planeta", los que viven en condiciones de miseria extrema bajo el permanente acoso de la xenofobia, la usurpación de sus tierras, el racismo y la explotación. Son los millones de niños indígenas que, según el informe presentado hoy por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Madrid, no cuentan con los derechos humanos más básicos en 70 países del orbe, desde el próspero y hegemónico Estados Unidos hasta las naciones más paupérrimas de Asia, Africa subsahariana y América Latina.

Los menores indígenas de México también se encuentran entre los llamados "niños invisibles".

Edith, una niña mazahua mexicana de siete años, resumió en una frase las condiciones en las que viven a diario millones infantes en el mundo: "El vestido que llevo es el traje de mi comunidad, el vestido mazahua. Me gusta vestirme así, pero me han discriminado cuando llevo este traje. También me han discriminado las personas rubias porque mi piel es un poquito negra".

El Unicef presentó hoy en el Museo de América de esta ciudad el primer informe sobre las condiciones de vida de los "niños indígenas", que son los que más sufren de la "opresión, la exclusión y la extrema miseria". Asegurar los derechos de los niños indígenas es el título del primer informe de un órgano internacional que aborda de forma exclusiva la situación de este sector de la población.

Según las cifras del organismo, en el mundo hay unos 300 millones de indígenas, lo que significa que alrededor de 70 millones son menores de edad, que están repartidos en países de todo el mundo, pero sobre todo en Asia y América Latina, las dos regiones con mayor presencia indígena del mundo.

Carol Bellamy, directora ejecutiva del Unicef, explicó a La Jornada que "los niños indígenas son un mosaico increíble, formado por parte de grupos muy débiles que sufren el racismo, la opresión, la exclusión y la extrema miseria. Y en los países en guerra la situación es todavía peor. Por eso si se permite a niños y niñas indígenas vivir en paz, en seguridad y libres de la discriminación, tienen un enorme potencial, no solamente para realizar contribuciones en su propia comunidad, sino también en la sociedad de sus países y de todo el mundo".

El informe del Unicef defiende en gran medida los preceptos del artículo 30 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que establece: "en los estados en que existan minorías étnicas, religiosas o lingüísticas, o personas de origen indígena, no se negará a un niño que pertenezca a tales minorías el derecho que le corresponde, en común con los demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar y practicar su propia religión, o a emplear su idioma". Un derecho universal que, según se ha constatado, se viola de forma sistemática en los países con presencia indígena.

Los dramas cotidianos que detectó el informe en la población infantil indígena se resumen en tres: "la exclusión cultural, por la cual las culturas indígenas son percibidas como inferiores, llegando a intentarse, en algunos casos, reprimirlas activamente; la exclusión económica, que no deja que las comunidades indígenas se beneficien del desarrollo económico nacional y participen en él, y la marginación política, que impide a los indígenas disfrutar de una ciudadanía plena, participar en los procesos de toma de decisiones y tener representación adecuada en los ámbitos local y nacional".

El citado informe además alerta que los niños indígenas raramente disfrutan del mismo nivel de salud o tienen las mismas posibilidades de acceso a los servicios de atención sanitaria que los no indígenas. Por lo que, tanto en los países de alto rédito como en los de rédito bajo, las tasas de mortalidad neonatal e infantil entre grupos indígenas sobrepasan significativamente las cifras indicadas para la población nacional.

Otro dato es que "las tasas de suicidio son más elevadas en poblaciones indígenas, a menudo relacionadas con el trauma del fracaso social, la baja autoestima y la depresión, provenientes de la falta de oportunidades, la discriminación cultural, el insuficiente apoyo social, la pérdida de tierra o la dificultad de integrarse en la cultura dominante".

El informe del Unicef calcula que en México hay unos 13 millones de indígenas, lo que representa 14 por ciento de la población nacional, de los cuales más de 4 millones son niños que conviven a diario con la exclusión, el racismo y la pobreza.

El documento ofrece un dato que pone en evidencia la situación sanitaria de este colectivo en nuestro país: "Se calcula que en los hospitales de México hay, a escala nacional, 79.3 camas y 96.3 médicos por cada 100 mil habitantes, pero en las zonas donde los indígenas constituyen 40 por ciento o más de la población, la proporción baja a apenas 8.3 camas y 13.8 médicos por el mismo número de personas".

Silvia Vargas, una niña indígena boliviana, señaló durante la presentación del informe que "los indígenas somos los más marginados, nuestros derechos son los que más se incumplen, sobre todo porque muchas veces ni siquiera los conocemos. Pero nosotros queremos que se nos respete con nuestra cultura indígena, que nos traten como sujetos de derecho y no como objetos de derecho, pues nos esforzamos a diario en salir adelante y vivir con dignidad".

El investigador José Juan Ortiz, responsable de documentar la situación de los niños indígenas en América Latina, añadió: "el hilo conductor de la historia de los 50 millones de indígenas en América Latina ha sido la opresión y la explotación durante los pasados 500 años. Hay soluciones para mejorar la situación pero, como siempre, falta la voluntad política y que los países desarrollados asuman su responsabilidad moral".

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