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México D.F. Jueves 26 de febrero de 2004

Orlando Delgado Selley

Cuestión de calidad

ras conocerse el dato que da cuenta del magro crecimiento alcanzado en 2003, el Ejecutivo federal se ha ocupado de tratar de convencer a diferentes grupos de que pese a que en el trienio sólo crecimos 0.63 por ciento en promedio anual, éste ha tenido un ingrediente nuevo: inflaciones de un solo dígito, reducciones generalizadas en las tasas de interés y niveles de desempleo muy por debajo de los prevalecientes en países tanto desarrollados como en vías de desarrollo.

Independientemente de la imprudencia presidencial, vale recordar que en el mundo entero se utilizan indicadores que han sido aceptados como representativos del avance logrado en el bienestar social y que, por ello, dan cuenta de la calidad del crecimiento.

El primer indicador es el producto per cápita, que resulta de dividir el producto interno bruto, medido en términos de una moneda que pueda servir de comparación internacionalmente y que mantenga su capacidad adquisitiva entre la población. Así, el dato del tamaño de nuestra economía a precios constantes se traduce a dólares y luego se deflacta con un factor que mide la variación de los precios de 118 países, llegándose a un dato en dólares constantes. El número obtenido entre el dato poblacional de mediados del año será el producto, pero en dólares PPP (por sus siglas en inglés: power purchasing parity, paridad del poder adquisitivo). Para 2003 el producto por persona en México es menor de lo que era en 2000.

Un segundo indicador tiene que ver con la distribución del ingreso y del consumo. Sobre este indicador hay abundante información que ilustra que en años recientes ha habido concentración del ingreso. El asunto puede ilustrarse a partir de dividir a la población en 10 partes iguales, llamándole decil a cada parte, y conocer la parte del ingreso nacional de la que se apropia cada decil. Así, si comparamos el decil de mayores ingresos con el de menores y revisamos su evolución en el tiempo, se conocerá la evolución de nuestra distribución. También en esto la situación actual es peor que en la década pasada.

En tercer lugar está el tema del empleo. Tres asuntos son fundamentales: debieran crearse los nuevos empleos necesarios para absorber la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo, el total de los empleos debe ser equivalente al tamaño de la población en edad de trabajar y los empleos deben ser decentes. Carece de importancia el indicador del desempleo, que en México es particularmente poco representativo dada la enorme presencia de la economía informal y la carencia de un registro directo de los desempleados, lo que puede tener relevancia es su evolución. En cualquier caso, la situación es desastrosa: la economía informal ha crecido enormemente, lo que afecta el futuro de quienes están ocupados en este sector, ya que carecen de seguridad social; en el propio sector formal la precariedad de los puestos de trabajo es cada vez mayor y, finalmente, el mismo dato del desempleo abierto aumenta. No hay, por supuesto, ninguna duda del deterioro.

A partir de la declaración de Naciones Unidas sobre los objetivos del milenio, el Banco Mundial ha empezado a dar cuenta de información agrupada en cinco temas: erradicación de la pobreza y el hambre, educación primaria universal, igualdad de género y mejoría de la situación económica de las mujeres, reducción de la mortalidad infantil y, finalmente, mejora de la situación maternal.

En estos temas hay información que ilustra una clara mejoría: el porcentaje de niños menores de cinco años con problemas de nutrición ha disminuido de 17 en 1990 a 8 por ciento en 2001; en el acceso a educación primaria se ha alcanzado 100 por ciento; la mortalidad infantil de niños menores de cinco años ha pasado de 46 de cada mil a 29 en los años referidos; la participación de las niñas en primaria y secundaria ha crecido. Se trata de tendencias de largo plazo y no de resultados del trienio foxista. Ilustran importante mejoría, pero todavía no precisan el impacto de las acciones de este gobierno en estos temas.

Por supuesto que haber logrado reducir la inflación a niveles cercanos a los prevalecientes en los países más desarrollados es importante. Tener tasas de interés que se han reducido drásticamente ha sido un logro incuestionable, pero lo central sigue siendo si la población ha mejorado sus condiciones de vida, si nuestros hijos tendrán un México mejor. Y eso no se ha logrado. Así que al magro crecimiento alcanzado hay que agregar que se ha dado sin calidad.

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