De la diversidad biológica y sus detalles

Ana Catalina Juárez Oechler

Coordinadora de Monitoreo Ambiental Participativo de la Remuceac

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Los habitantes de esta enorme zona metropolitana pocas veces nos percatamos de la riqueza biológica que, por increíble que parezca, aún comparte su hábitat con nosotros, la disfrutamos como ese ruido de fondo o ese detalle de olor, color y formas que nos regalan las áreas verdes urbanas.

Entre la fauna silvestre que nos acompaña día con día, sobresalen las aves y las mariposas. Además de desempeñar una de las funciones ecológicas más importantes (son responsables de polinizar casi todas las plantas con flor y ocupan un lugar muy importante en la cadena trófica) también desempeñan la maravillosa función de alegrarnos la vida y contribuir con sus colores y sus cantos a embellecer el paisaje urbano.

 
Golondrina tijerilla  

Existe un montón de detalles por descubrir cada vez que nos topamos con una oruga, una mariposa, un gorrión mexicano o un pájaro carpintero; a pesar de los cambios ambientales existen muchos procesos que persisten y nos permiten contar con una rica población de aves locales, transitorias y migratorias; esos procesos estacionales también enmarcan los ciclos de vida de las mariposas, siendo la época de floración la de mayor avistamiento de adultos en nuestra ciudad.

Una acción importante para darle un lugar de existencia a los seres y las cosas tiene que ver con darles nombre. La práctica de observar a las mariposas y aves urbanas será más enriquecedora si nos damos a la tarea de conocerlas, reconocerlas y nombrarlas. La relación que tenemos con nuestros vecinos cambia en la medida en que nos vamos conociendo, sabemos nuestros nombres, respetamos nuestros espacios, costumbres y diferencias, ¿por qué no podría ser igual con el resto de los seres vivos que nos acompañan?, ¿qué pasaría si supieran que esa población de aves que ven todos los días frente a su casa, escuela o trabajo, generalmente es la misma, que son parejas que tienen su nido en el árbol cercano y están criando una familia, tal como lo hacemos muchos de nosotros? Entonces… ¿qué podemos hacer para conocer sus nombres, sus necesidades y sus costumbres?

Para empezar, tendremos que agudizar nuestra vista y ejercitar nuestra capacidad para observar el todo y rescatar algunos detalles, algo similar al esfuerzo que hacemos cuando armamos un rompecabezas. Así como hacemos ejercicio para tener mejor condición física, así debemos fortalecer nuestra capacidad de observación, nuestra curiosidad y nuestra posibilidad de sorprendernos al poder reconocer por su nombre científico a esa mariposa o ese colibrí que viene a alimentarse del néctar de las flores en nuestro balcón.

Aves: su diversidad y sus detalles

Al leer la memoria del taller de capacitación del programa de Monitoreo Ambiental Participativo de Aves Vuelo de canto y color escrita por la bióloga Gabriela Meza Márquez (Remuceac - FID1490, México 2003), me encuentro con que se realizó un enorme esfuerzo por introducirnos al mundo de la ornitología y de esa manera ayudarnos a conocer todos esos detalles que pueden guiarnos para poder reconocer las especies de aves con las que compartimos nuestro entorno.

Para poder distinguirlas, debemos observar con atención su estilo de vida, su morfología y su comportamiento. Por ejemplo, debemos fijarnos en el hábitat en que se encuentran. También en la forma que tienen ciertas partes de su cuerpo. Observaremos su pico, sus patas, sus alas y sus formas de vuelo. Además es importante estar atentos a sus actividades, observar cómo se comportan cuando se alimentan, cuando se cortejan o cuando están en peligro, escuchar su voz y los sonidos que producen, además de ver el color de su plumaje. Cada uno de esos detalles encierra una enorme cantidad de información que nos ayuda a conocerlas y a saber de qué especie se trata.

De acuerdo a su estilo de vida y al tipo del lugar en el que habitan, podremos descubrir que existen aves no voladoras, como el avestruz; aves acuáticas, comoel pato, la garza y el pingüino; existen también las aves rapacesdiurnas y nocturnas, como águilas, halcones, lechuzas y tecolotes; gallináceas, como guajolotes y faisanes; aves de pantano, como las grullas; aves de costa y playa, como chorlitos y chichicuilotes; aves del medio terrestre, como palomas, colibríes y carpinteros; y las aves canoras, el grupo más grande y variado de todos, que incluye tres quintas partes del total de las aves del mundo. En este grupo encontramos a gorriones, golondrinas, cezontles y primaveras. Si reconocemos el hábitat en el que nos encontramos estaremos reconociendo los límites de nuestro horizonte y podremos saber a qué tipo de aves tendremos la posibilidad de observar.

 
Mariposa ojo de venado  

Cuando describimos qué forma tiene su pico podemos conocer entonces cuál es su régimen alimenticio, ya que junto con las patas, el pico suele utilizarse para recoger alimento; además de que también lo usan para construir un nido, asearse y pelear. Las patas también nos dirán mucho sobre el ave que estamos observando. La mayoría cuenta con cuatro dedos y varían de acuerdo al estilo de vida que tengan. A simple vista podemos saber si se trata de una ave terrestre o una acuática, ya que las aves terrestres se clasifican con base en la posición de los dedos y la mayoría de estas aves presentan tres dedos al frente y el dedo posterior atrás. Mientras que las aves acuáticas se clasifican de acuerdo a las características de los dedos ya que se encuentran unidos por una capa membranosa de grosor distinto según la especie de que se trate.

Al verlas volar es importante prestar atención a la forma en que lo hacen: puede ser que vuelen buscando alimento, huyan de algún depredador, se exhiban en cortejo frente a una posible pareja o bien emprendan su migración. Existen dos tipos de vuelo. El más común es el batido y consiste en llevar las alas constantemente hacia arriba y abajo, esto les permite sostenerse, avanzar y maniobrar en el aire; otra forma de vuelo es el planeo, el cual puede ser en tierra o planeado en donde aprovechan corrientes de aire para elevarse y luego volar en círculos, o también puede tratarse de un planeo en alta mar o veleo en donde después de tomar altura dejan de mover las alas y se deslizan con movimientos espirales muy cerca de la superficie. El viento les permite sostenerse y cambiar de velocidad y altura. Si nuestro encuentro con las aves es en un hábitat urbano, seguramente observaremos básicamente el batido a menos que la especie de ave que observamos, el espacio y la situación ameriten el tipo de vuelo planeado.

También la forma de las alas nos ayudará a distinguir de qué ave se trata, pues refleja el estilo de vuelo que tienen. Las aves que viven en un hábitat con vegetación muy cerrada presentarán alas elípticas para poder hacer un batido constante y maniobrar en espacios pequeños con gran rapidez. En cambio, las aves marinas poseen alas muy delgadas y largas (llamadas alas largas planeadoras o de veleo) y pueden llegar a medir de punta a punta hasta tres metros y medio.

Muchas aves migratorias, como las golondrinas y los halcones, cuentan con alas conocidas como rápidas o de alta velocidad. Son largas, delgadas y rígidas, terminan en punta, son aerodinámicas y les permite tener gran velocidad y maniobrar en espacios amplios.

Las águilas y los zopilotes que planean en los espacios abiertos tienen las llamadas alas anchas planeadoras, son redondeadas, muy anchas en la base y con los extremos de las plumas separadas. Si observamos el hábitat en el que realizamos nuestra observación podremos saber qué tipo de alas tendrán las aves que ahí encontraremos; o bien, al encontrarnos en espacios urbanos podemos ver la forma en que vuelan las aves para distinguir el tipo de alas que tienen. De esa manera podemos saber si se trata de alguna especie migratoria.

La voz, los cantos y la producción de sonidos es uno de los aspectos más sorprendentes en las aves y que ayudan mucho a conocerlas. Los sonidos que emiten pueden clasificarse en sonidos breves de estructura simple, como los gritos, llamadas y voces de reclamo, que se componen de una o dos sílabas, sin un patrón definido y que pueden tener distintos significados: si se manifiesta en paradas nupciales tiene un sentido sexual; será de contacto si con ellos el emisor esta indicando su ubicación; puede ser de reacción o alerta ante depredadores; sirven también para avisar que encontraron alimento, para mantenerse unidos durante la migración o para mantener los lazos entre una pareja, grupo o colonia.

Además existen sonidos más estructurados, compuestos por una serie larga de notas con patrones definidos, conocidos como cantos ya que son una melodía bien construida y tiene la función de mantener las relaciones entre los dos sexos y para defender el territorio. Además de participar activamente en la función reproductora, el canto tiene una función social e individual. Por ejemplo, la de permitir la identificación del individuo emisor pues equivale a la voz en los seres humanos. También sirve para educar a las crías de la población o la colonia, para indicar el estado emocional del ave y permitirle descargar energía o emociones, festejarse a sí misma el haber realizado bien alguna actividad o bien disfrutar del simple gusto de cantar.

Algunas aves que no producen sonidos vocales, como las cigüeñas, zopilotes o pelicanos, en cambio emiten sonidos mecánicos mediante el movimiento de su pico, alas y patas. Los tecolotes comunican señales de alarma golpeando las mandíbulas de su pico y los colibríes utilizan las plumas de sus alas y su cola para producir sonidos, mientras que las cigüeñas se comunican entre sí a través de posturas o castañueleos al mover rápidamente su pico. Los carpinteros se comunican mediante los ruidos que hacen al taladrar los árboles. Estar atentos a estos particulares sonidos también nos ayudará a descifrar de qué especie se trata.

Mariposas: sus detalles y su diversidad

A diferencia de la observación y monitoreo de aves (actividad que tiene ya una larga tradición en nuestro país y en distintas partes del mundo), en lo que se refiere a mariposas podría decirse que estamos ante un inédito. Pareciera que ha sido una labor exclusiva de los especialistas y, sin embargo, a través de la información que nos proporciona el manual del taller de capacitación para el programa de Monitoreo Ambiental Participativo El vuelo de la flor escrito por Eneida Montesinos (Remuceac -FID1490, México 2002) podemos descubrir que la observación y reconocimiento de algunas de las especies de mariposas más comunes en la zona metropolitana del valle de México puede ser realizada por cualquier ciudadano, previamente capacitado en la metodología y el uso de materiales que propone este programa.

Para empezar es importante señalar que existen básicamente dos grupos de mariposas que se distinguen entre sí por la forma que tienen sus antenas, sus hábitos de vuelo y la forma que toma su pupa. Las mariposas nocturnas o palomillas vuelan de noche, tienen antenas en forma de abanico o de pluma, cuando descansan se posan con las alas en posición horizontal y cuando pupan lo hacen en capullos. Por su parte, las mariposas diurnas pueden volar desde la mañana hasta que el sol se ha metido, sus antenas terminan en forma de clava (como la forma de los cerillos), si descansan o se posan lo hacen con las alas cerradas en posición vertical, su cuerpo tiene menos pelo que las mariposas nocturnas.

Uno de los procesos más extraordinarios en la naturaleza es, sin lugar a dudas, el de la metamorfosis de las mariposas. Su ciclo de vida tiene cuatro etapas: huevo, larva u oruga, pupa (crisálida o capullo) y adulto o mariposa. En cada una de estas etapas es posible encontrar detalles significativos que nos permitirán reconocer de qué especie se trata.

La manera en que se ponen los huevos es distintiva de cada especie: se les puede encontrar en el haz o en el revés de la hoja, se les puede localizar aislados o en grupos, sobre una sola especie de planta hospedera o en diferentes, y lo que les va a caracterizar es la forma que tenga el huevo ya que pueden ser esféricos, elípticos o en forma de tambor.

En lo que se refiere a las orugas o larvas, estas presentarán una gran diversidad en colores, tamaños y pelos, pero la gran mayoría se alimenta principalmente de hojas y sólo en algunos casos pueden comer flores y frutos. Tendremos así mayor probabilidad de encontrarlas cuando las plantas hospederas están en crecimiento y sus hojas están frescas. En la zona metropolitana de la Ciudad de México esto ocurre generalmente en la época de lluvias.

La oruga se alimenta para acumular la energía necesaria para poder realizar el increíble proceso de transformación que la llevará a convertirse en adulto. Durante su periodo larvario cambia varias veces de piel, este estado generalmente puede durar de tres a cuatro semanas, aunque hay variaciones según la especie de la que se trate.

Cuántas veces hemos pensado que nuestros árboles o arbustos están siendo atacados por una plaga de azotadores o gusanos y pensamos que deben ser fumigados sin entender que son orugas que muy pronto se convertirán en mariposas. En esta etapa es mucho más fácil la identificación de las especies pues generalmente podemos encontrar varias en cada planta hospedera, las podemos observar detenidamente e identificarlas en alguna guía de larvas y de mariposas.

Árboles como el fresno, sauce, trueno, naranjo, capulín, aguacate, magnolia, álamo y encino, y arbustos o plantas como tréboles, retama, frijol, alfalfa, dalia, lantana, mastuerzo, hojas de girasol, pasionaria, gordolobo, perrito, pensamiento, lechuguilla, violácea y verbena son utilizadas como plantas hospederas por las larvas de las 20 especies más comunes de mariposas en la zona metropolitana del valle de México propuestas en el programa de monitoreo ambiental participativo. Así que si contamos con algunos de estos árboles o plantas podemos buscar huevecillos o larvas para identificarlos, e incluso documentar el tiempo que le toma al ejemplar realizar su ciclo de vida completo hasta el momento en que sale de la pupa ya como adulto.

Cuando llega la hora de pupar puede ser que la oruga se aleje de las plantas hospederas para buscar un lugar seguro donde hacerlo, debido a que durante esta etapa, que puede durar de 10 a 20 días, no le será posible alejarse ni defenderse de los depredadores.

La forma, el material y la consistencia del saco en el que se refugiará esta oruga para transformarse en adulto también nos darán información precisa sobre la especie que estamos observando. Si encontramos un tejido suave entonces podemos hablar de una pupa; si lo que encontramos es una cápsula con manchas metálicas o doradas entonces se le llama crisálidas, y si es una cápsula formada por hojas, el propio pelo de la oruga y seda entonces es propiamente un capullo y de él surgirá una mariposa nocturna.

De acuerdo a la forma y los colores de las alas se hace la clasificación de las mariposas. Estas alas son membranas que cuentan con estructuras tubulares que funcionan como un armazón con cierta rigidez y están cubiertas por escamas de diferentes tamaños, formas y colores que se sobreponen de diferente manera, refractan la luz y les dan colores metálicos.

Poder reconocer a una mariposa en pleno vuelo no es tarea fácil, es por ello que debemos prestar atención a ciertos detalles que nos ayudarán para la identificación. La mayoría de ellos están ligados al color, las formas y el patrón de las escamas en las alas, de tal manera que conviene prestarles mucha atención. Las mariposas cuentan con dos alas delanteras o anteriores y dos alas traseras o posteriores; algunas especies presentan picos alargados en las alas traseras o posteriores que se llaman colas, de tal manera que la presencia o no de este detalle nos ayuda a iniciar la identificación.

Será importante fijar nuestra atención en el patrón o dibujo de las alas, de tal manera que podamos reconocer la existencia ya sea de un margen de color tanto en alas anteriores o posteriores o sólo en alguna de ellas; o la presencia de franjas verticales u horizontales. También podemos encontrar manchas irregulares, puntos, puntos en forma de ojos u ocelos, manchas que semejan a una red o bien un patrón reticulado muy bien definido.

Aunque puede ser que algunas especies presenten un color predominante, por ejemplo el café, debemos observar las posibles diferencias entre ellas y eso lo podemos reconocer si nos fijamos a qué tipo de patrón responde la distribución de los otros colores. En algunas ocasiones tal vez sólo podremos reconocer el color más llamativo y sólo un detalle del patrón. Por ejemplo, si se trata de una mariposa amarilla con unas manchas anaranjadas en las alas anteriores, entonces con sólo esos detalles podremos buscarla en la guía e identificar a la Phoebis philea philea.

Lo que diferencia a una especie de otra no sólo tiene que ver con sus características físicas sino también con su comportamiento: cada especie tiene comportamientos precisos cuando, por ejemplo, realiza búsqueda de pareja y cortejo, por los tiempos de vuelo y las distancias de dispersión, por la forma en que deposita sus huevos en las plantas hospederas. También si el sitio en que los deposita es elegido o la oviposición se da casualmente; en algunas especies las larvas tienen un proceso de alimentación especializado en algún grupo de plantas y en otros casos se alimentan de plantas en general. La manera en que se defienden de sus depredadores también diferencia a las especies entre sí: existen mariposas que avisan con los colores de sus alas que pueden ser venenosas para algunos depredadores y algunas otras pueden pasar inadvertidas al mimetizarse con el entorno en el que habitan.

Cuando prestamos atención a estos detalles, nos damos cuenta que la riqueza de la diversidad biológica es extraordinaria; que hay motivos para sentirnos afortunados de contar con esta fauna silvestre en nuestro entorno urbano y que vale la pena realizar el esfuerzo de conocerlas, reconocerlas y nombrarlas.