324 ° DOMINGO 7 DE MARZO  2004

 En sus memorias, reconoce que Salinas se declaró triunfador sin datos
Los tiempos peligrosos
de Miguel de la Madrid

Nadie tenía cifras. Sin embargo, para no romper la tradición, el presidente Miguel de la Madrid ordenó, el 6 de julio de 1988, que se proclamara el triunfo de Carlos Salinas en la elección presidencial. Después de hablar con Jorge de la Vega, Manuel Bartlett y el propio Salinas, De la Madrid tomó la decisión luego de la siguiente reflexión: “Me imaginé encabezados de periódico aterradores, que dijeran algo así como: ‘Cárdenas proclama su triunfo y el PRI calla’”. En Cambio de rumbo, editada por el Fondo de Cultura Económica, que comienza a circular en estos días, Miguel de la Madrid detalla algunos de los momentos culminantes de la jornada electoral de 1988. “La declaratoria de triunfo del PRI, sin datos sólidos, dio pie a un gran malestar”, dice, por ejemplo. Aquí presentamos pasajes del capítulo correspondiente a los comicios presidenciales (en cursivas), contrastadas con un breve recuento de los testimonios periodísticos de aquel momento

FUE UN ACTO DE CANDIDEZ creer que la ciudadanía está lo suficientemente capacitada para poder realizar el recuento y llenar las actas, así como transportarlas a los puntos de acopio, en sólo un par de horas.

Este error de cálculo nos ha costado mucho, pues como todo mundo esperaba información, Gobernación tuvo a bien decir que se había caído el sistema de cómputo, lo que hizo que aumentara enormemente la suspicacia de quienes de por sí consideraban que habría fraude.

A las diez y media de la noche la información que me dio (Manuel) Bartlett me resultó escalofriante. Me dijo: “Lo que tengo es poco, pero señala que el Valle de México viene en contra y fuerte. No tengo datos suficientes, y no quiero dar a conocer los que tengo hasta que la información sea más representativa”.

Sentí que me caía un cubetazo de agua helada. Me surgieron temores de que los resultados fueran similares en todo el país, esto es, que el PRI perdiera la elección presidencial.

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El 5 de julio de 1988, mientras Cuauhtémoc Cárdenas participa en el sepelio de Francisco Xavier Ovando, uno de sus más cercanos colaboradores asesinado, el director del Registro Nacional de Electores (RNE), José Newman Valenzuela, informa que la misma noche de la votación se conocerían los resultados preliminares (cosa que nunca sucedió).

Un día antes de los comicios, el PRI había presumido su equipo de cómputo, con el que supuestamente adelantaría los resultados la misma noche de las votaciones.

El domingo 6, el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, descalifica el pronunciamiento de los tres candidatos de oposición en el sentido de que no reconocerían ninguna autoridad emanada del fraude: “No es válido participar en una elección y condenarla cuando ésta aún no concluye. Responderemos a cada una de las acusaciones”.

Ese 6 de julio, el centro de cómputo del RNE suspende sus actividades aduciendo fallas técnicas en el sistema de información (la famosa caída del sistema). Sin embargo, la versión de De la Madrid es que los datos no se dieron a conocer porque no favorecían al candidato del PRI.

Entonces, los representantes de la oposición que trabajaban en el sistema de cómputo de la Comisión Federal Electoral fueron expulsados cuando, por accidente, descubrieron un banco de datos que daba resultados cuando aún no terminaban las elecciones. Minutos después del descubrimiento se informó que el sistema se había caído.

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Miguel de la Madrid habla con Jorge de la Vega Domínguez, entonces presidente del PRI, quien recomienda:

“Hay que proclamar el triunfo del PRI: es una tradición que no podemos romper sin causar gran alarma en la ciudadanía. Es seguro, con base en las conversaciones que he tenido con los gobernadores, que la votación nacional le dará el triunfo a Salinas; pero si no lo declaramos ahora, después será imposible convencer a la ciudadanía de su victoria”. (...)

Pasado un tiempo, hablé de nuevo con Jorge de la Vega, quien me insistió en que si esa misma noche Salinas no declaraba su triunfo, al día siguiente no habría forma de componer las cosas. Además, existía información de que Cárdenas y Clouthier pensaban proclamar sus respectivos triunfos.

De nuevo hablé con Salinas, quien me dijo que si no había cifras no haría declaraciones públicas.

Me comuniqué entonces con Bartlett y le comenté lo que opinaba el candidato. En principio le dio la razón, pues no había cifras y las que existían eran muy negativas, pero cuando le expliqué el punto de vista de De la Vega, se manifestó de acuerdo. Reconoció que era necesario que Salinas se proclamara triunfador.

Para esto, todos teníamos los nervios de punta. Yo me preguntaba qué iba a pasar si no declarábamos nada, sobre todo porque los partidos de oposición ya habían hecho pública su acusación de fraude. Me imaginé encabezados de periódico aterradores, que dijeran algo así como: “Cárdenas proclama su triunfo y el PRI calla”. (...)

Además, no había más que de dos sopas: habíamos ganado o habíamos perdido. En ese último caso, ya lo de menos sería una declaración anticipada. Con estas ideas en mente, le hablé de nuevo a Salinas. Le pregunté si pensaba anunciar su triunfo.

“Señor Presidente, ¿cómo salgo así?”, me contestó. Le respondí que si él no quería salir, Jorge de la Vega podría declarar su triunfo, como de hecho ocurrió.

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A la una y media de la mañana, el presidente del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, sin mencionar ninguna cifra, proclama: “A esta hora, aun de los lugares más remotos del país, estamos recibiendo de representantes y delegados del partido información que confirma nuestro triunfo contundente, legal e inobjetable... México triunfó. México dio la victoria a Carlos Salinas de Gortari”.

De la Vega señala que la CFE daría las cifras oficiales.

Horas antes, al emitir su voto, declara que su partido obtendría 20 millones de votos (frase que dio pie a la consigna burlona de la oposición: “20 millones, ja, ja, ja”).

El 8 de julio De la Vega dice que su declaración de triunfo “se basa en información oficial de la CFE obtenida del recuento de todas las casillas instaladas en el país”.

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El 7 de julio tuve conocimiento de cómo estaba la votación en el Valle de México. Sentí horror al enterrarme del tamaño de la debacle priísta en el área. Hablé con Bartlett, quien me dio información que me ayudó a tranquilizarme, aunque no demasiado. (...)

El vuelco electoral fue para nosotros como un terremoto político. Como en toda emergencia, tuvimos que actuar para ir salvando los cortos plazos. No era un momento para grandes meditaciones, requeríamos agilidad de respuesta para consolidar el triunfo del PRI. (...)

Pero volviendo a los resultados electorales, el único que tenía consciencia de lo mal que estaba el Distrito Federal era Carlos Salinas, quien había mandado hacer encuestas.

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El 7 de julio, después de permanecer en su oficina toda la noche y parte de la mañana, Carlos Salinas proclama: “Hemos alcanzado la victoria nacional; lo logramos en una de las elecciones más competidas de nuestra historia y, también, de las más pacíficas. El triunfo nacional es indudable y es evidente. La información que sigue fluyendo a nuestro partido así lo confirma”. Es su famoso discurso donde afirma que “se terminó la época del partido prácticamente único”.

Manuel Clouthier denuncia la ruptura de la legalidad y anuncia el arranque de la resistencia civil. Cuauhtémoc Cárdenas da a conocer datos parciales que lo colocan como ganador, sin embargo, es cauteloso: “No estoy anunciando que voy ganando las elecciones: estoy presentando cifras que indican que voy ganando”.

Sobre la caída del sistema de la CFE, Cárdenas ironiza: “Seguramente los resultados no están resultando como tienen que resultar para ellos”.

Bartlett reconoce “dificultades en la recepción de la información”, pero afirma que pronto habrá “mayor celeridad”.

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El peligro más inmediato después de la elección es la pérdida de la estabilidad social. Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier están organizando la gran agitación, y ello nos tiene a un tris del rompimiento de la paz social. Bastaría un incidente desafortunado para concluir con muertos.

Un ejemplo del peligro en que nos encontramos es que, con motivo de la manifestación que Cuauhtémoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional organizaron el sábado 16 de julio en el Zócalo, el general Bermúdez, jefe del Estado Mayor, me informó que tenía conocimiento de que había grupos que se proponían tomar Palacio Nacional, y me pidió autorización para apostar soldados frente a él. Tuve que decirle que de ninguna manera lo hiciera, pues la presencia de los soldados, por sí misma resultaría provocadora. Le di instrucciones de que mantuviera a las fuerzas armadas dentro de Palacio Nacional y de que , si los manifestantes llegaban a entrar, me avisara. (...)

Después de las elecciones, me reuní con el grupo de seguridad y le dije: “Ganamos las elecciones, y voy a defender el triunfo. Voy a actuar con prudencia, pero con firmeza. Les pido a ustedes que hagan lo mismo”.

Existe la posibilidad de que los grupos radicales que componen el cardenismo se salgan del control de sus líderes. Esto lo sabemos, porque el mismo (Porfirio) Muñoz Ledo le dijo a Jorge Carrillo Olea, el subsecretario de Gobernación, encargado de seguridad. Cárdenas jaló a los grupos de marginados urbanos. Su táctica, hábil pero irresponsable, fue pepenar inconformes y agitadores. (...)

Cuauhtémoc Cárdenas irá tan lejos como sienta que puede hacerlo. Lo hará hasta donde le sea posible dentro de la ley y el orden. No creo que aspire a la Presidencia de la República, pero sí a permanecer como un gran líder de la política nacional.

Cárdenas va a tratar de apropiarse de alguno de los partidos políticos que lo apoyan. (...)

La respuesta de Clouthier es un tanto impredecible. Parece clara su vocación al martirio, su deseo de trascender a cualquier costa. Clouthier quiere que lo maten. Ello satisfaría la imagen que tiene de sí mismo. Lo que nosotros tenemos que asegurar es que esto no ocurra.

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Los tres candidatos de la oposición, Cárdenas, Clouthier y Rosario Ibarra, señalan que el retraso de los resultados electorales “es una maniobra para maquillar las cifras del sufragio y forzar un triunfo a favor del PRI”.

Maquío denuncia que la razón “por la que se cayó el sistema de cómputo fue que los representantes de los partidos de oposición en dicho sistema descubrieron un banco de datos ya con resultados, apenas dos horas después de concluida oficialmente la jornada electoral”.

El 9 de julio, Cárdenas declara su triunfo: “La captación directa de cifras electorales y, sobre todo, informaciones que nos merecen toda credibilidad, procedentes del interior del gobierno... nos permiten afirmar que hemos ganado la elección presidencial”.

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El mayor riesgo consistía en que grupos de “acelerados” desbordaran a sus dirigentes. Los cardenistas, cuyas huestes están formadas por una mezcla muy heterogénea de marginados y radicales, presentaron una tendencia creciente a la violencia. Los panistas, en cambio, se fueron desinflando al ver que su candidato había quedado en tercer lugar. (...)

A diario insistí en que se “cuidaran” las manifestaciones públicas evitando a toda costa un “mártir”. Sabía que el solo paso del tiempo jugaba a nuestro favor.

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Es claro que no voy a tener un minuto de reposo o tranquilidad hasta que no concluya mi mandato. Sólo después de la ceremonia de transmisión de poder podré aflojar el cuerpo, pues no deja de causarme malestar la posibilidad de que un incidente haga deslucir la ocasión. Finalmente, tanto Salinas como yo debemos reforzar nuestras medidas de seguridad personal. Vivimos tiempos peligrosos. (...)

La declaratoria de triunfo del PRI, sin datos sólidos, dio pie a un gran malestar. No creo, ni aún viendo los resultados, que hubiera sido conveniente posponer este pronunciamiento. Necesitábamos darlo por sentado el día 7, ante el peligro de que cundiera la convicción de que Cuauhtémoc había ganado en todo el país y no sólo en ciertas regiones. (...)

El problema fue que el PRI se confió plenamente en Gobernación y no armó su propio aparato de captura de datos. (...)

Estas fallas provinieron de la falta de entendimiento entre Carlos Salinas de Gortari y el CEN del PRI. La tensión en las relaciones entre Carlos Salinas y Jorge de la Vega resulta de su falta de empatía.

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El tercer factor que ayudó a que la oposición ganara credibilidad y la perdiera el PRI y el gobierno, fue la lentitud con la que se dieron a conocer las cifras oficiales. Inicialmente, fue una estrategia deliberada de la Comisión Federal Electoral, pues los primeros resultados, los de la Ciudad de México, eran claramente contrarios al PRI: Organizamos cocteles de información ponderados, a fin de dar a conocer información que se acercara más a nuestra expectativa en el ámbito nacional. Después de la primera etapa, la lentitud ya no fue deliberada; no era posible acelerar la producción de información, ni creo que en un futuro pueda variar mucho, dado el factor humano.

Los “cocteles de información”, según Cuauhtémoc Cárdenas, fueron datos parciales de 12 mil de las 55 mil casillas, que fueron seleccionadas cuidadosamente para dar una imagen tendenciosa de los comicios.

(Selección y notas: Jesús Ramírez Cuevas y Arturo Cano)

Cambio de rumbo. Testimonio de una presidencia, 1982-1988. Miguel de la Madrid Hurtado. Fondo de Cultura Económica, 2004.