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México D.F. Lunes 8 de marzo de 2004

Seis personas, entre ellas un periodista español, abatidas por simpatizantes del ex gobernante haitiano

Disparan contra manifestantes que festejaban la salida de Aristide

La policía no les hace frente y se retira Estudiantes rechazan la presencia de fuerzas extranjeras

FRANCOISE ESCARPIT ESPECIAL DE L'HUMANITE

Puerto Principe, 7 de marzo. Eran chamacos, 16 años apenas, 18 quizá. Murieron la tarde del domingo por arma de fuego. Dicen que uno de ellos era de los chiméres (pistoleros de los barrios pobres armados por Aristide) y que le disparó un soldado estadunidense. Al otro lo mató un tiro en la cabeza cuando varios chiméres atacaron la manifestación organizada por la Plataforma Democrática. En los ataques también murieron, por lo menos, otras cuatro personas, entre ellas el periodista español de Antena 3 Ricardo Ortega. Al hospital de Canapé Vert fueron llevados varios heridos, 20 por lo menos. Otros servicios de emergencia de la capital haitiana recibieron más lesionados. Mientras los cuerpos de los dos jóvenes seguían, a las 17 horas (local), tirados en el Campo de Marte.

Domingo. La fiesta había empezado muy temprano con mucha confianza y alegría. La cita era a las nueve de la mañana en la plaza Saint Pierre de Petion-Ville, en las alturas de la capital, pero, mucho antes, los manifestantes habían agarrado cerro abajo para recorrer los muchos kilómetros que los separaban del palacio nacional.

Abajo, en las cercanías de la plaza del Campo de Marte, prohibida a la oposición desde la elección fraudulenta de Aristide en 2000, habían tomado posición "fuerzas de seguridad" francesas y estadunidenses que, según el comandante Xavier Pons, estaban apoyando a la policía haitiana para "asegurar el Campo de Marte e impedir el choque" entre la marcha de la oposición y la supuestamente convocada por los simpatizantes de Aristide. "Con nuestra sola presencia", afirmó el comandante Pons, "impediremos el paso hasta la plaza". Manifestación del movimiento Lavalás no hubo, pero algunos chiméres atacaron a los manifestantes. A los soldados extranjeros -entre 150 y 200 militares franceses y otros tantos estadunidenses- y los policías haitianos les falló el dispositivo de seguridad. Se les olvidó, por ejemplo, que podían cerrar las calles de los barrios peligrosos que dan al Campo de Marte por donde entraron los pistoleros. "Esos incidentes pasan siempre al finalizar una marcha", declaró a una estación de radio un comandante francés.

Más de 10 mil personas caminaron, durante horas, bajo el sol de mediodía en las calles de Delmas antes de llegar a la plaza. Adelante iban una decena de tanquetas francesas y varios vehículos de la policía haitiana. Detrás, una masa compacta de hombres y mujeres muy jóvenes, entre 20 y 30 años, como es en promedio la población haitiana. En las banquetas, llenas de hoyos, una multitud aplaudía. De las ventanas de las casas les lanzaban cubetadas de agua para bajar el calor. Gritos, lemas, cantos, retomados en coros a ritmo antillano, todos en contra de Aristide y de los chimères. "Si Aristide estuviera, los chiméres nos tirarían gases." "Que regrese Aristide para juzgarlo." "Yvon Neptune a la cárcel." "Los chiméres a la escuela: a, e, i, o, u, repitan "...

De repente, en medio de la manifestación, dos camionetas. En la primera va Luis Jodel Chamblain; en la segunda, rodeado de varios de sus hombres, Guy Philippe, el jefe de la sublevación armada haitiana. Desarmados los dos y vitoreados por la gente. Guy Philippe saluda, aprieta manos, sonríe. "Todo un mundano -decía al respecto el escritor Lyonel Trouillot-, que no puede prescindir de la capital y que, además, nunca ha matado a nadie". Comenta Guy Philippe sin dejar de saludar: "Estoy muy feliz de estar aquí, pero también un poco inquieto. Parece que las tropas internacionales no entienden las necesidades del pueblo. Protegen a Yvon Neptune y a todos los que se robaron los ahorros de la gente. Les pedimos que lo tomen en cuenta."

Sigue la marcha sin incidentes en medio del calor y del mal olor por la basura amontonada a cada paso. Ni un coche destrozado, ni una tienda saqueada, ni un vidrio roto. Alegría y mucha esperanza. Hervé Saintilus, de la Federación de Estudiantes Universitarios de Haití, está feliz. "Pero no estaré contento hasta que los verdugos sean detenidos y castigados. Es lo que reclamaremos en la plaza. Exigimos la detención de Yvon Neptune, que sigue de primer ministro. Lo haremos frente al palacio donde hace tiempo no podíamos presentarnos. Confiamos mucho en la policía haitiana que ha regresado desde que se fue Aristide, aunque nunca se puede descartar un problema. En cambio, queremos decir que estamos en contra de la presencia extranjera, que empieza a parecer una fuerza de ocupación. Los estudiantes estamos esperando el nombramiento del nuevo primer ministro. No le vamos a dar respiro. Aquí estaremos para vigilar que no haga lo mismo que Jean Bertrand Aristide. Tomaremos las calles siempre que sea necesario."

Es poco más de la una de la tarde cuando la marcha llega a la plaza. También llegan camionetas de los barrios de clase media. La gente está confiada. Parece que muchos van a pasar la tarde en la plaza que les fue vedada por el gobierno anterior y que era el terreno de los chiméres.

Y de repente, por una de la calles frente al palacio nacional, entran hombres armados y empiezan a disparar. Los policías, en vez de enfrentarlos, se retiran. Llegan muchos más por diversas avenidas mientras otros se suben a un edificio y disparan a los manifestantes, provocando pánico general. Dentro del palacio nacional, los marines han tomado posiciones. Y afuera los blindados, terminada la batalla, empiezan a dar vueltas a la plaza.

La plaza está casi vacía. Sólo vendrán las ambulancias a recoger muertos y heridos, y quedarán pequeños grupos de gente atónita, desesperada.

Porque, además, para hoy lunes se ha anunciado una marcha del movimiento Lavalás.

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