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México D.F. Lunes 8 de marzo de 2004

Con programa de 4 piezas, el Ballet Nacional de Cuba comienza periplo en México

Alonso confirma por qué es leyenda viva de la danza

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Alicia Alonso camina despacio flanqueada por dos bailarines, hombre y mujer. Los tres se inclinan y agradecen el aplauso. Así terminó la primera de dos funciones que ofreció el Ballet Nacional de Cuba el sábado en el Teatro de la Ciudad con un programa integrado por cuatro obras que fueron de la nostalgia, a lo acrobático, a lo clásico y a la pasión.

Pasan de las 6 de la tarde. Afuera una brizna de lluvia moja las calles del centro. Dentro del Teatro de la Ciudad el público comienza a tomar sus lugares frente al telón rojo.

La presentación del ballet, que el año pasado cumplió 55 años, comenzó con En las sombras de un vals, coreografía de Alicia Alonso con la pieza El sonido de las esferas, de Josef Strauss.

La escenografía es un salón antiguo en en que cada uno de los movimientos y los bailarines crean un ambiente melancólico, nostálgico.

Como fantasmas se mueven en el salón abandonado. Con la siguiente pieza llega el contraste: dos bailarines y una bailarina hacen una demostración de la fuerza de la danza cubana en la coreografía Suite generis, preparada por Alberto Méndez.

Es una sucesión de movimientos acrobáticos, giros, saltos, cruces de brazos, que en mucho recuerdan el sabor cubano de la salsa o la rumba, pero inspirados en la música de Haendel y Haydin.

La tercera obra de este programa fue el pas de deux del tercer acto de El lago de los cisnes, en el que el príncipe Sigfrido conoce a Odile, el cisne negro, quien lo seduce para alejarlo de Odette. En escena aparece también el hechicero, pero son el príncipe y Odile los que cautivan.

Al final el aplauso se escucha estruendoso, aun cuando el Teatro de la Ciudad no estuvo lleno.

Luego del intermedio, el Ballet Nacional de Cuba siguió con la versión dancística de Carmen, con coreografía y libreto de Alberto Alonso, sobre la novela de Prosper Mérimée y el libreto que Henry Meilhac y Ludovic Halevy escribieron para la ópera de Georges Bizet, cuya música fue la base para la versión de Rodion Schredrin.

Esta pieza se presentó por primera vez en Cuba en 1967, apenas unos meses después del estreno mundial a cargo del Bolshoi.

En 1967 fue Alicia Alonso quien interpretó a Carmen, la gitana sensual que huyó de las convenciones sociales. En esta ocasión en el papel alternaron funciones Viengsay Valdés y Anette Delgado.

Aquí la pasión entre Carmen y sus enamorados llenaron todo el recinto. Los ojos del público iban asombrados de un movimiento a otro. Más de uno exclamó: "šqué perfección!", aunque el resumen lo dio una adolescente: "šno mames, ese paso es imposible!", susurró a su compañera de asiento.

Carmen muere apuñalada. Se cierra el telón. Se despiertan los aplausos. El recinto se llenó de šbravos!, que se duplicaron cuando salió Alicia Alonso flanqueada por sus pupilos. No importó que el teatro no estuviera lleno en esa primera función.

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