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México D.F. Jueves 11 de marzo de 2004

Martí Batres Guadarrama

Sí hay espacio para la esperanza

Es cierto que la izquierda mexicana pasa por la peor crisis de su historia. Pero también podríamos decir que vive su mayor encrucijada, su reto más complicado e incluso su más grande oportunidad. De hecho los pasos que se han dado frente al escándalo por todos conocido empiezan a marcar la diferencia. Lo decían ayer René Drucker Colín en estas páginas y Federico Arreola en Milenio. Ya no es el mismo desenlace que tuvieron Amigos de Fox o el Pemexgate.

En este caso se iniciaron las investigaciones por decisión de la propia autoridad, y hay ya incluso cinco detenidos; en tanto que los propios órganos del PRD iniciaron las investigaciones correspondientes en su esfera y procedieron a aplicar sanciones.

Todo parece indicar que se marcará la diferencia, que habrá responsabilidades y sanciones de diverso tipo. Y al asumir este doloroso camino la izquierda mexicana puede demostrar que es una alternativa distinta, con una respuesta completamente nueva frente a situaciones de crisis como la presente. Al corregir, al fincarse responsabilidades, la izquierda mexicana, como gobierno o como partido, puede marcar un quiebre y, por lo tanto, un espacio de recuperación de la confianza en medio de la descomposición de la clase política nacional.

Pero no me quiero quedar en el puro asunto interno y ni siquiera en la condena particular de un conjunto de hechos de corrupción. Estamos obligados a desentrañar, entender y explicar lo que está pasando. Y veo aquí dos hipótesis fundamentales.

La primera tiene que ver con la convicción de que esto no es una simple irregularidad de contratistas, sino la penetración paulatina de un factor externo inducido por adversarios políticos a instalarse en el seno del Gobierno del Distrito Federal. No creo aquí ni en la casualidad ni en la casuística. Da la impresión de que estamos ante un proceso bien pensado, bien planeado y ejecutado sistemáticamente, no tanto para amasar fortuna, sino para corromper un proyecto.

Por eso nos preguntamos: Ƒquién es Ahumada?, Ƒpor qué vino a México?, Ƒquién lo trajo?, Ƒpor qué lo apadrinaron políticos del sexenio de Salinas?, Ƒcómo es que hizo fortuna tan pronto?, Ƒpor qué a fuerza quería tener funcionarios en el gobierno de la ciudad?, Ƒpor qué no privilegió la búsqueda de contratos y negocios en otros lugares del país, sino en el Distrito Federal?, Ƒpor qué, si odiaba a López Obrador y consideraba que lo peor que puede pasarle al país es que llegue a ser presidente, insistía tanto en hacer obras para el gobierno que dirige López Obrador? ƑPor qué, si le interesaba la ganancia, como a cualquier otro empresario, repartía dinero con tanta facilidad? ƑPor qué pudo multiplicar tan fácilmente sus relaciones con esferas políticas de alto nivel de diverso signo? ƑPor qué si su negocio era la construcción mostró tanto talento político para las celadas y el impacto mediático?

Por otra parte, se empieza a desentrañar la conspiración orquestada contra Andrés Manuel López Obrador. Los conspiradores no buscan justicia ni combatir la corrupción. Se aliaron fuera de la ley, en una red de complicidades con objetivos exclusivamente políticos. Incurrieron en delitos y encubrieron otros, involucraron a las más altas esferas del poder e incluso obtuvieron asistencia de un gobierno extranjero.

La justicia federal se torció, la seguridad nacional se pervirtió, la soberanía se expuso. El aparato del Estado se subordinó a las necesidades de un personaje, por cierto investigado por la justicia local. La derecha mexicana, el gobierno federal y sus aliados han puesto no al PRD ni al gobierno del Distrito Federal, sino al gobierno federal en un predicamento.

Perdieron totalmente de vista que la seguridad nacional es la seguridad de todo el Estado y que el Estado no sólo es el gobierno federal, sino también los gobiernos locales, que no sólo es el Poder Ejecutivo, sino los tres poderes, que no sólo es el PAN, sino toda la pluralidad política del país.

Acaso -dicen algunos- sólo aprovecharon una oportunidad que ofrecieron los errores de los perredistas. Sin embargo, no podían ellos aprovechar esa oportunidad. Su obligación era dar parte a la autoridad competente, como marca la ley, en este caso a la Procuraduría capitalina. Pero no lo hicieron, supieron de un delito y no lo dijeron. Se guardaron la información, la utilizaron políticamente y, lo que es peor, dispusieron de los más delicados aparatos del Estado como son el Cisen (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) o la Procuraduría General de la República para la protección de un mafioso. No nos extrañe que en días próximos aparezca la PGR con Ahumada o con Ponce en sus manos. Lo más probable es que ellos los hayan tenido desde el principio.

Vimos en la pantalla de televisión un pedazo de la verdad, pero quedaron muchas preguntas al aire: Ƒcómo llegaron las facturas del casino donde estuvo Gustavo Ponce a México?, Ƒél las entregó?, Ƒse las quitaron?, Ƒlas entregó el hotel Bellagio? En cualquiera de estas hipótesis necesariamente hay una entidad de poder público que obliga a que ello suceda. Intervino una autoridad, lo más probable es que alguna entidad pública de investigación de Estados Unidos haya obligado al hotel a entregarle las facturas para que éstas a su vez hayan sido entregadas a una entidad pública de poder en México.

No hay entonces intención alguna del gobierno federal de combatir la corrupción, sino de quebrar la esperanza de la gente en un cambio verdadero.

Por mi parte veo que existen todas las condiciones de que en este caso haya justicia, de que todo se aclare, y sobre todo de que la izquierda mexicana, como gobierno, como partido o como cultura alternativa, salga adelante y fortalecida de la que es, al mismo tiempo, la mayor de sus crisis y el mayor de sus retos.

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