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México D.F. Jueves 11 de marzo de 2004

Adolfo Sánchez Rebolledo

Corrupción

Durante varias semanas hemos vivido bajo el signo de la corrupción. Se afirma con razón que las conductas ilícitas no las fabrican los medios, pero el desbordamiento informativo, la histeria de las repeticiones, eliminan la necesidad de otras preguntas necesarias, cancela el contexto, la investigación, impide en muchos casos ir al fondo del problema.

ƑHay alguien más detrás de estos hechos? ƑHay una conjura? No puedo afirmarlo, pero sería una ingenuidad absoluta pensar que no hay una agenda, impulsada y concertada para conseguir, justamente, deteriorar a López Obrador. Sin embargo, habrá que esperar al informe que al respecto ha prometido el jefe de Gobierno. A priori ninguna institución está a salvo de los actos ilícitos que sus funcionarios puedan cometer, pero lo que las hace fuertes y confiables es su capacidad de enfrentarlos para limpiar la casa, aplicando la ley en todos los casos.

Mientras, el PRD y el Gobierno del Distrito Federal han sufrido un golpe seco, devastador, que sólo podría revertirse si ambos actúan con celeridad y prudencia, yendo hasta las últimas consecuencias legales y políticas que el caso amerita. La corrupción es condenable por sí misma y bajo cualquier circunstancia, así haya salido a la luz como resultado de actuaciones igualmente ilícitas o inmorales, por lo menos.

La crisis actual no terminará con la renuncia de Rosario Robles, Bejarano y Sosamontes, pues el PRD debe explicar qué pasó, cómo se dieron todos y cada uno de los asuntos que han venido apareciendo, aceptando de una buena vez que el fin nunca justifica los medios.

El primer interesado en juzgarse a sí mismo debe ser el PRD, empleando el espíritu crítico con que enjuicia a los demás. No solamente está en riesgo un gobierno, la oportunidad histórica de competir en serio por la Presidencia de la República, sino la existencia de una alternativa al bipartidismo que anida, desde siempre, en el corazón de gente como Diego Fernández de Cevallos.

Por añadidura, el resultado de este largo y penoso affaire tendría que servir para 1) despejar la relación entre medios y política, y 2) afinar los mecanismos de control y fiscalización sobre los gastos de los partidos, evitando en lo posible que el dinero sucio se cuele hasta la cocina.

El PRD sabe que no estamos ante "errores" de menor cuantía, superables con una autocrítica a destiempo. Las imágenes exhibidas de Bejarano y Cía superan la mayor fantasía de los peores enemigos de López Obrador y da cuenta de una ilegalidad más profunda y nociva: un partido de izquierda no debería admitir que sus candidatos y dirigentes reciban recursos de fuentes privadas que no se contabilizan en los órganos competentes, sobre todo cuando se entregan bajo las sospechosas circunstancias reveladas en los videos.

Desde luego, de suyo no parece ético y equitativo que en las elecciones internas (de triste memoria) algunos candidatos (o corrientes) a ocupar cargos partidistas o de representación popular obtengan apoyos no legítimos para imponerse a sus propios compañeros, pero igualmente grave es que en tiempos de campaña tampoco se rindan cuentas a la autoridad electoral sobre tales ingresos. Ese no es un error, sino un delito, lo mismo que el intercambio de dinero a cambio de favores presentes o futuros.

El PRD ha venido sacrificando su propia identidad a la lógica de ganar a cualquier precio, usando los mismos instrumentos que pervierten la vida democrática nacional: la asignación de crecientes recursos a las campañas mediáticas en detrimento del debate de ideas y la organización ciudadana; ha dejado a un lado la educación de sus integrantes a cambio de la profesionalización de políticos más preocupados por reproducirse que por las necesidades de la sociedad; en fin, el sectarismo prevaleciente en sus filas que margina incluso a sus militantes y la ausencia de una propuesta seria que permita al país salir de la crisis en la que se halla inmerso.

El Partido de la Revolución Demo-crática tendrá que hacer un balance sobre sus perspectivas hoy, descubrir las fallas estructurales que le impiden tener una vida interna productiva y un liderazgo reconocido y eficaz. De otra manera la lucha por el poder perderá todo sentido y el PRD también.

Tendremos que hacer un esfuerzo muy grande para salvar a esta democracia quebradiza, incompleta. Es urgente derrotar la concepción que entiende a la política como una guerra a muerte, donde la única victoria posible es la supresión instantánea y total de los adversarios.

Mientras haya políticos que piensen que alguien sale ganando mediante la exhibición oportunista de la corrupción ajena, tendremos escándalos como éste y otros que hemos visto en el pasado reciente, denuncias cuyo único interés es obtener puntos de ventaja en las encuestas. Hemos tomado lo peor de la democracia estadunidense (el escándalo) sin imitar ninguna de sus virtudes, entre ellas el funcionamiento del aparato de justicia, que en México siempre va a la zaga, condicionado a lo que hagan o dejen de hacer otros poderes. ƑEsa es la democracia que queremos?

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